lunes, 28 de diciembre de 2009

Richard (Parte III)

Mientras caminaba con la cabeza baja junto a otros que vestían similares harapos rallados, iba memorizando los pasos y cada una de las direcciones tomadas en aquellos laberintos kilométricos. No podía distraerse: del éxito de esta misión tal vez dependiera el final de la guerra.

Entrar como un judío más le había resultado más fácil de lo que esperaba en un primer momento. Un pasaporte con nombre y origen falso, una buena cantidad de dinero en el bolsillo y un oportuno viaje a una ciudad conflictiva fueron los únicos elementos necesarios para ser arrestado. La dificultad vino después: había que conseguir que le designaran a Richard y, el más difícil todavía, obtener un puesto dentro del Salón de las Columnas.

Se habían barajado posibles formas de entrada cuyo grado de peligrosidad crecía con el desconocimiento de la zona y la forma de proceder alemana para la designación de prisioneros. Los contactos infiltrados en el bando enemigo jugaron un papel crucial para solventarlo. Se recurrió a un administrativo destinado en las oficinas de las SS que se ocupaba de expedientes de diversa índole, más concretamente, de la ubicación y defunciones de los judíos clasificados en los campos de concentración. En una operación arriesgada consiguió infiltrar su expediente en una partida hacia Theresienstadt incluyendo información relativa a conocimientos de mecánica y electrónica. Los detalles eran esenciales para el destino de los prisioneros porque de sus capacidades dependía atrasar un destino común: la muerte.

La duda era cómo alcanzar Richard desde Terezin: todo dependía de la suerte y de los méritos que allí consiguiese ante los ojos alemanes.

Los primeros días, hacinado entre hombres famélicos, maltratados, perdidos en la desesperación, el propósito de la misión se difuminaba entre los horrores que veía, el trato que recibía y la impotencia que sentía. La realidad se desvanecía con las pesadillas llegando a momentos en los que desconocía si estaba dormido o despierto. La vida allí consistía en dominar y hacer persistir la fuerza de voluntad. Cada minuto de cada hora de cada día estaba controlado por un horario estricto de trabajo que no sabía de pausas para el descanso y la comida. “Arbeit macht frei” (El trabajo os hace libre) eran las únicas palabras que salían de las bocas alemanas mientras mantenían las manos ocupadas en hacer respetar y temer sus leyes.

No podía reconocer el lugar donde apenas había estado hacia un mes.

La sección a la que pertenecía se dedicaba a la fabricación de balas. Cada día, muchos de los que allí trabajaban, morían en su intento de sabotearlas. Era fácil destacar con una buena realización del cometido asignado y una conducta basada en la obediencia sumisa. De esta manera, el sistema eléctrico de los barracones sustituyó a la fabricación de balas; la mecánica al sistema eléctrico y el armamento sofisticado a la mecánica: ya estaba en Richard.

El Salón de las Columnas existía y coincidía con lo descrito en el diario del judío; solo la estructura del mismo no coincidía: no era realmente una sala sino tres unidas por grandes accesos y mantenidas por enormes columnas de hormigón que empezaban a hundir un suelo de piedra que adolecía el peso de la montaña. Cada una de ellas tenía una función muy determinada y estaba ligada de forma muy estrecha al resto.

La primera era conocida como “Arbeitskräfte” (Mano de obra). Se componía de un grupo de judíos que fabricaban armas sofisticadas mediante la asistencia de técnicos alemanes especializados en la materia.

La segunda sala recibía el nombre de “Schreken” (El Terror) debido al terror que causaba en todos aquellos la visión de los temibles tanques Panzers. La visión de estos monstruos dormidos en numerosas filas helaban la sangre de cualquier soldado experto: eran el poder más efectivo y mortal del movimiento nazi.

En último lugar, en un espacio con el único acceso desde “Schreken”, estaba ubicado un avanzado laboratorio donde especialistas alemanes comprobaban la calidad de las armas elaboradas en las salas anteriores y otros tanto confeccionaban proyectos nuevos armamentísticos. Era el “Labor”.
El destino le ligaba a la segunda sala y sería en ella donde tendría que empezar a cavilar un plan rápido para la destrucción de toda aquella pesadilla con los pocos recursos de los que disponía. Responder al cómo hacerlo era el nuevo objetivo.

Una mañana, o noche, no era capaz de distinguir una de la otra, despertó habituado a los gritos y patadas de los alemanes. No era una mañana más. Durante cuatro semanas había estado guardando cuidadosamente cada tornillo, arandela, clavija o elemento pequeño con el que tropezaba. Había llegado el momento de actuar.

Los diferentes trabajos se hacían en turnos debido al peso desmesurado de alguna de las piezas. A aquellos que tenían conocimientos de mecánica se les añadía uno más consistente en la comprobación del trabajo de ensamblaje realizado por el resto al final del día. En aquellos instantes el número era reducido y la guardia de los soldados alemanes baja por sus ansias de llegar al comedor para comer, beber y fanfarronear entre ellos. Es así como descubrió un hueco natural entre las rocas de la pared, un hueco que pasó a ser llenado con unas esperanzas metálicas. No sabía si lo ideado sería suficiente pero no tenía otra alternativa. No tenía nada ni nadie a quien recurrir en esos instantes.

Durante las muchas horas de revisión de esas ingentes máquinas había tratado de hallar algún punto débil tanto en su interior como en su flanco externo. No tenía ninguno: técnicamente eran perfectas. Debía centrarse en un único punto: el cañón de 75mm que coronaba la gran carcasa de acero.Los tanques, razonablemente, no eran sometidos a prueba de fuego a semejante profundidad pero sí se comprobaban los mecanismos de disparo para asegurar su correcto funcionamiento. Pero ese día sí tendrían munición…

Durante el último turno, la noche anterior, había cargado cada tanque con las piezas recogidas para asegurar la misión: no sabía cuál de ellos le tocaría. Aún así, se había centrado especialmente en uno: el destinado a proteger a los altos representantes de las SS, el único que contendría gasolina en el depósito.

Las horas pasan lentamente cuando los nervios y la adrenalina contenida están a flor de piel. Sentía cada vena palpitando al ritmo de un corazón desbocado que luchaba por no perder el control. Respiró profundamente con el fin de calmarlo mientras formaba fila con sus compañeros: el momento que tanto ansiaba y temía ya había llegado.
(Continuará)
Vanesa

domingo, 29 de noviembre de 2009

Richard (Parte II)

En principio, el desorden de las numerosas hojas, la escritura inversa y las distintas abreviaturas sugiere un pensamiento caótico fruto de una mente afectada por el caos de los tiempos presentes. Sin embargo, un exhaustivo trabajo del departamento de inteligencia ha revelado el corazón del poder nazi hábilmente escondido para aquellos que solo buscamos su destrucción.

Hasta ahora, considerábamos Terezin como el asentamiento clave en el traslado de judíos a Austchwitz. No andábamos equivocados del todo, pero sí lo hacíamos en los cálculos relativos a la cantidad que se enviaban puesto que era menor. La mayoría de ellos son designados como fuerza de mano de obra para un proyecto más importante: la construcción de los temibles tanques Panzers y la fabricación de armas de combate mejoradas.

Por sus rostros puedo apreciar la incredulidad que sienten al escuchar mis palabras. En un principio tampoco yo lograba creerlo. Es cierto que la magnitud de sus tanques hace casi imposible ocultar la ubicación de su fabricación y que, a raíz del uso del radar hemos delimitado notablemente sus movimientos pero, aún así, les recuerdo que éste utensilio aún es bastante rudimentario por lo que hay zonas que se escapan a nuestro control, sobre todo, si se encuentra bajo tierra.

Contrastando los datos que teníamos y los del diario podemos establecer la historia y situación de lo que los alemanes denominan con el nombre en clave Richard.

La ocupación nazi de la República Checa data del 1939. La elección de este territorio no fue aleatoria al igual que la distribución de distintos campos de concentración a cuya cabeza se encuentra ya el mencionado Terezin establecido en 1941. Gracias a uno de los mapas del diario y con la ayuda de un profesor de historia de esta región que pudo escapar de la represión nazi, encontramos un lugar muy cerca de Theresienstadt, aproximadamente una hora al norte de Praga, que alberga unas antiguas canteras abandonadas. Éstas quedaron en el olvido por los años en los que estalló la 1ª Guerra Mundial: el miedo, el hambre y el agotamiento de sus recursos provocaron su cierre.

Los alemanes descubrieron la potencialidad de esta mina subterránea aunque desconocemos si existen en la actualidad mapas de la época de su mayor auge y si ellos poseían alguno. La única referencia que hemos podido encontrar de ella son las descripciones y los precisos dibujos realizados por el prisionero de Terezín.

Richard, hoy por hoy, es una industria bélica refugiada bajo tierra. Se estima, que su profundidad puede alcanzar unos 60 km y su distancia unos 32 km de túneles distribuidos en cerca de 320 habitaciones, cámaras y corredores. Es aquí donde son conducidos los prisioneros judíos quienes, con sus manos, han hecho posible la transformación de meros túneles en grandes salas perfectamente habilitadas para sus propósitos.

El cómo llegó esta información a manos de este cautivo es un misterio en el cuál no podemos detenernos y, precisamente lo es porque relata de una manera muy concreta cómo aquellos judíos que entran no vuelven a salir más que para dirigirse a un crematorio instalado en una fábrica de ladrillos cercana a su ubicación y controlado por los nazis de Terezin. Sé que es arriesgado confiar en una información desconociendo su origen pero no tenemos alternativa. Diversos especialistas barajan la posibilidad de que fuera uno de los encargados de quemar a sus compatriotas y que, mediante diferentes testimonios recibiese la información. No olviden que los judíos que no pueden seguir trabajando son cadáveres para los nazis y se estima que un alto porcentaje de personas aún con vida fueron mandadas incinerar. Lo que nos induce a seguir esta línea de pensamiento es el cuidadoso recuento de cadáveres anotados en una de las páginas. En un período de seis meses podemos leer la escalofriante cifra de 579 personas. Una perfecta representación de la crueldad hitleriana.

Retomando el objetivo bélico nazi de Richard, podemos hablar de una sala en concreto que se convierte, necesariamente, en nuestro propio objetivo: el desmantelamiento y destrucción del llamado Salón de las columnas. En este punto, la información es un tanto vaga. Creemos que es debido a que los prisioneros no tenían acceso, en tal caso ocasional, en esta zona. Algunos datos, como la descripción de indumentaria, revelan la concentración de personalidades de las SS y el continuo trasiego de científicos expertos. Cabe pensar que en este Salón de las columnas se concentra la distribución logística de las armas en los diferentes frentes y el examen de las armas fabricadas como control de calidad para la admisión o desecho de las mismas.

El resto de la información contenida en el diario ha sido descartada por su vaguedad y su inexactitud aunque es importante tenerla presente y recordarla para ser conscientes de la urgencia con la que hemos de actuar. Se habla de Richard como la caja fuerte donde Hitler guarda todos los tesoros robados a los países europeos y, lo que es más preocupante, el lugar que alberga el secreto de un proyecto consistente en la fabricación de un arma apodada “apocalíptica hitleriana”.

Hasta aquí me he limitado a proporcionarles todos los datos de los que disponemos. Ahora, les invito a estudiar el contenido de las carpetas que les han sido entregadas al principio de esta reunión, donde encontrarán las medidas que se han trazado para la destrucción de Richard y de cuya aprobación de los presentes dependerá su puesta en acción inmediata.

Ahora si me disculpan, me retiraré para que empiecen con sus deliberaciones…
(Continuará)
Vanesa

miércoles, 28 de octubre de 2009

Richard

-Bienvenidos caballeros a esta reunión, aunque lamento comunicarles que las noticias que aguardábamos no son nada esperanzadoras para el término de la guerra que tanto ansiamos. Perdonen mi atrevimiento, pero me he permitido la licencia de invitar al valioso soldado que arriesgó su vida por traer la información de la que hoy disponemos y que es motivo de la comparecencia de los presentes. Les presento al sargento Brown quién les expondrá la situación presente en el bando enemigo, la posible estrategia a seguir y contestará gustoso a sus preguntas. Cuando quiera, sargento Brown…

-Gracias. Como saben, hace quince días la Cruz Roja envió una comitiva de inspección a un lugar situado a 61 Km del noroeste de Praga, instada por los países aliados ante la sospecha de la existencia de un campo de concentración. Mi misión consistía en acompañarles, junto a otros soldados, para asegurar su protección en suelo enemigo.
A nuestra llegada a Theresienstadt, los soldados alemanes nos aguardaban mostrando la mejor de sus sonrisas tratando aparentar una tranquilidad que contrastaba con el miedo de los que allí habitaban.
La primera parte de la visita consistía en mostrar la infraestructura con la que contaba la población. Había escuelas, parques, comedores, un hospital….todos aquellos elementos básicos para el bienestar de una persona y que, en mi opinión, denotaban la prisa con la que habían sido construidos. En todo momento nos vimos rodeados por múltiples soldados que impedían salirnos de la ruta prefijada mientras un oficial nos explicaba detalladamente el por qué de ese lugar. Para no alargarme, resumiré sus palabras: Terezin era un asentamiento formado por dos fortalezas de distinto tamaño cuyo cometido era la de proteger a un grupo de más de 150.000 judíos notables y desmitificar las habladurías que afirmaban que solo era una estación de paso para la deportación a Auschwitz.
Para los inexpertos ojos de los componentes de la ayuda humanitaria, el lugar cumplía con todos los preceptos establecidos. A esta tranquilidad se le suma la segunda parte de la visita consistente en el trato directo con unos refugiados determinados quienes les confortaron con unas cuantas respuestas monosilábicas y mecánicas.
Los elegidos vestían unas ropas modestas pero limpias y, aunque se les veía delgados, mostraban un tono saludable en sus caras. Esto parece sugerir su oportuna recién llegada a la comunidad. Las breves contestaciones eran seguidas por un rápido vistazo a los soldados temiendo no interpretar correctamente su papel.
Fue en el transcurso de esa interpretación cuando observé a un hombre mayor sentado en uno de los extremos de la sala. Su mirada no se apartaba de la mía y, aunque revelaba cansancio, no daba muestras de temor ni fragilidad. Entonces comprendí que había aceptado su muerte pero no la de su pueblo. Él también pareció saber que yo lo había entendido porque en ese momento se levantó y corrió hacia mí.
La sorpresa y conmoción del momento hizo dudar a los soldados pero yo tenía claro qué debía hacer. Rompí la fila en la que nos hallábamos confinados y me dirigí lo más rápido posible hacia él. Entonces, fue cuando escuché el disparo y su cuerpo cayó entre mis brazos. Una última vez nuestras miradas se cruzaron y sentí como algo se deslizaba en el interior de la chaqueta. Sin pensar, lo abracé para tratar de meter aquello en el bolsillo de manera disimulada pero el paquete de tabaco que había guardado allí tan solo hacía unos minutos, me lo impedía.
Los nervios se apoderaron de mi mente, los pasos de los soldados resonaban en mis oídos junto a gritos y lamentos…Si no reaccionaba, no habría allí nadie que llorase por mí. Con un movimiento seco rompí el interior de mi camisa, a la altura de la axila, y dejé caer el pequeño paquete. En ese momento dos soldados alemanes me alzaron preguntando si estaba herido pero yo solo podía pensar en qué explicación podría dar para justificar mi acto desesperado y poder salvar lo que el viejo judío me había legado con su muerte, con su sacrificio.
El resultado de la visita es conocido por todos los presentes. Theresienstadt pasó la inspección y, en ningún instante, se dio a conocer este suceso. El soldado alemán que realizó el disparo fue castigado de manera leve. Declaró que el judío fallecido había padecido desde el principio de su ingreso brotes psicóticos que creían ya remitidos, de ahí su presencia en la sala, pero su reacción inesperada lo hizo temer por mi vida y la de los presentes. La declaración del soldado fue apoyada por un informe presentado por el médico que dirigía el pequeño hospital allí ubicado. Por mi parte, el máximo representante de la Cruz Roja allí presente respondió algo semejante: ante el desconocimiento de lo que pretendía aquél hombre, me dirigí hacia él para cumplir con el cometido para el que estaba asignado: la protección del grupo. No hubo más preguntas ni más referencias a este acontecimiento.
El pequeño paquete rescatado resultó ser un diario muy útil pues en él hay información detallada y descripciones precisas de lo que realmente es Terezín y de los secretos que oculta en su interior… (Continuará)
Vanesa

lunes, 5 de octubre de 2009

Culto a la lectura

¿Qué es un libro? Hoy en día es un término que ha perdido su notoriedad del pasado para ser un mero cúmulo de hojas numeradas cuya cantidad para muchos definirá el contenido del mismo en aburrido o divertido. Los avances visuales superan lo estático de las letras para apostar por una consecución de imágenes y sonidos inmediatos que merman poco a poco la capacidad imaginativa del individuo.

El desprecio a la lectura es el resultado del culto a la pasividad personal y la obtención inmediata de lo deseado. Uno de los pocos estímulos que un libro puede llegar a provocar en la persona se halla concentrado en el título y la imagen que recubre la cubierta, un título y una imagen que no concretiza el contenido temático ni garantiza lo que creemos esperar de él al asimilarlo a un contexto en concreto. Se olvida buscar el argumento de la contraportada por la preocupación de hallar algún indicativo que lo nomine como bettseller porque, dentro del razonamiento más simple, si lo han comprado miles de personas, será porque es bueno y tal número no puede estar equivocado ¿no?

El criterio de juicio en la elección de un libro es un asunto particular de igual modo que el gusto por una temática u otra. La indignación llega cuando el lector pertenece a una sociedad en la que leer lo aísla en un pequeño grupo de gente que comparte esta misma pasión incomprendida por todos aquellos que no la practican y menos aún por otros que se deleitan con orgullo en un desconocimiento de la misma que a veces desemboca en comentarios despreciativos. Leer no está de moda.

Leer es la conexión íntima del individuo con la creación surgida de la mente del escritor. El lector no hace suyo al libro sino que es éste el que se apropia del individuo, de su tiempo, le hace participar del sufrimiento o alegría de los personajes, de la visión de los paisajes y objetos descritos, del padecimiento de distintas situaciones y emociones….en definitiva, sin su participación activa no hay historia.

En conclusión, la culminación de un libro puede dejarte insatisfecho, decepcionado, fascinado…son muchos los adjetivos que se podrían aplicar. De cómo haya sido el final dependerá el comienzo del siguiente. Un libro que te cautiva hace retardar el comienzo de otro, te embarga un sentimiento de traición hacia el que has concluido o sospechas que el posterior no podrá ser mejor. Sea cual sea el sentimiento que provoque, un libro nunca te deja indiferente así que nunca dejes de leer….
Vanesa

domingo, 27 de septiembre de 2009

La confesión

Un nudo en la garganta impedía que palabra alguna escapase de su boca. Era un nudo provocado por el miedo y, a su vez, por el orgullo impetuoso de la juventud: no podrían sacarle información de ningún tipo.

Mientras esperaba a su interrogador, observó la sala en la que se hallaba. No era la habitual. Sabían que en su territorio se sentiría cómodo, podría evadir sus preguntas con relativa facilidad. Esto era nuevo. Era un ambiente que aparentaba ser agradable pero en todos sus recovecos se podrían encontrar elementos que recordaban sus leyes, esos imperativos a los que no había escapatoria sin castigo y su aceptación respondía al sí porque sí.

Debía centrarse en su argumentación. Una de las preguntas sería relativa al factor tiempo y era precisamente la que más le preocupaba. Unos veinte minutos malditos sin coartada le harían ser culpable a los ojos de su verdugo. No tenía testigo pero tal vez podría involucrar a alguien. Siempre es más fácil si compartes tus problemas con otro. Pero quién, qué persona sería fácil de liar y a su vez que soportase hábilmente las artes de un experto interrogador.

En mitad de su reflexión, la puerta se abrió y para su maldita suerte ahí estaba el más duro hueso del cuerpo: era conocida por ser inflexible e, incluso, de tomarse la justicia por su mano. Solo de pensar lo que había ocurrido en su último enfrentamiento hacía que un sudor frío le pegara la camisa al cuerpo.

No había escapatoria, habría de ser valiente y, pasara lo que pasara, no caer en sus negociaciones engañosas y negar de la forma más vehemente posible que él fuese el culpable de acabar con ese horroroso jarrón que presidía la mesa del salón…
Vanesa

domingo, 20 de septiembre de 2009

El devenir

Una hoja revoloteaba al compás de su compañero de baile, el aire. Era un devenir caprichoso, sin pautas que cautivaba al observador que trataba de adivinar cuál sería su próximo movimiento. Era un devenir que asemejaba a los giros de una vida que no parecía estar supeditada a ninguna fuerza, a ninguna regla que el entendimiento pudiera expresar con palabras: ella era la única responsable de su ser, de su movimiento, de la irracionalidad de sus actos. Tal vez fuera esa irracionalidad de la vida en sentido nietzscheano o esa voluntad del mundo como voluntad en el sentido schopenhauriano lo que me llevaba a aceptar la incomprensión de su tránsito por ella.

La hoja empezó a elevarse en sentido giratorio, danzando sobre sí misma para abandonar la superficie donde antes se hallaba posada. De igual manera, intentaba día tras día alejarme de la rutina para alcanzar esos sueños surgidos en la niñez y perfeccionados en la madurez. Pero, aún hoy, seguía atrapada entre los infranqueables muros de la responsabilidad, de los deberes, de las obligaciones para con los otros, de las imposiciones sociales que ahogan cada aliento de libertad; el yo queda relegado al final del camino, su fuerza vital es anulada, marginada, incluso demonizada para ensalzar el virtuoso hacer de la razón en su dominio de las pasiones.

Hemos dado la espalda a la vida para asentir al tú debes kantiano negando dos de las características propias del ser humano: la espontaneidad y la irracionalidad. El asentimiento se convierte en creencia, y la creencia en parte inseparable de la conducta humana: el alma muere y solo queda la Razón como principio vital; el individuo se hace extraño al mundo, no encuentra su lugar en él y la felicidad es sustituida por el hastío, por el odio y el resentimiento hacia la vida.
Y yo solo puedo preguntarme hasta cuándo…
Vanesa

jueves, 16 de julio de 2009

Sueños rotos

Un nuevo día. No mientas. No va a ser diferente al de ayer, ni al de antes de ayer...ni siquiera podría aproximarse al hombre que fuiste hace una década. No. No bajes lamirada mientras te hablo, no trates de ocultar esa culpabilidad que ha arqueado tu espalda, hundido tus ojos y sometido a una voluntad que solo responde a los impulsos de una ansiedad insaciable.
Sí, sé que te prometes que todo va a cambiar, que tú cambiarás y que todo volverá a estar bien. Un día lo dices en voz alta, otro a media voz y al siguiente los labios se mueven incapaces de articular palabra porque tu mismo dejaste de escucharlas, de creer en la capacidad de llevarlas a cabo. ¡Y mírate ahora! ¿Quién eres? ¿En qué te has convertido? En un yo entregado al azar, al designio de la ruleta de la fortuna en pos de unos sueños que pretendiste comprar y que dejaron de existir por el olvido de un alma que solo vive de la excitación y emoción que le ofrece un destino caprichoso.
Sé que no quieres escucharme pero ¿acaso posees algún amigo más que te tienda la mano? ¿de alguien que no haya huído de tus ataques de frustración, de rabia contenida? ¿de alguna persona que no te haya dado la espalda tras repetidos intentos por salvarte de las llamas del infierno entre las que vives?. No, ya no hay nadie. Tan solo quedo yo y si mi voz se torna baja y débil es porque hace harto tiempo ya que dejaste de escucharla, de enfrentarla.
Me das la espalda. Prefieres huir antes de enseñarme un rostro consumido entre la incomprensión, la falta de ayuda y la necesidad de seguir sirviendo a los fieles súbditos del Azar. Ya ni siquiera me miras de reojo. Hace tiempo que renunciaste a ver tun propio reflejo en el espejo y yo, yo deseo que lo hagas todos los días para que veas en qué te has convertido, en qué me he convertido, en qué no hemos convertido....
Vanesa

miércoles, 1 de julio de 2009

Sentimientos Inspirados

Como una ráfaga de viento en una habitación cerrada la inspiración llega hasta mi, se sienta en mi regazo y me mira. Desde ese momento escribo sin remedio, con la seguridad de que ahora, en este instante no hay nada mejor en el mundo que cada pulsación de un teclado.

¿Qué historia puedo contar? Nada que no este dentro de mi, de una forma u otra. Pero, al mismo tiempo, la imaginación transforma cada palabra hasta alejarlas de mi y de mi pequeño universo. ¿Qué ocurre en el ser humano cuando trata de escribir lo que define como sentimientos? El hombre no es capaz de forjar sentimientos, ni de encerrarlos en un papel, pantalla o cuadro, el arte no puede adueñarse de ninguno de ellos, por pequeño que sea... sin embargo, cada párrafo, línea, imagen o figura creada tiene el poder de provocar en el “espectador” un sentimiento nítido.


Y es que, en el arte, el árbol que cae en medio del bosque sin que nadie lo presencie... no realiza ningún ruido.

Emilio

domingo, 21 de junio de 2009

No puedo

Sé lo que debo hacer pero no puedo. Fuerzas invisibles me atrapan y me llevan. Crean escusas en mi mente que no sé de donde vienen ni a donde van. ¿Por qué me ocurre esto?. Tal vez tu tienes una respuesta. Podría llamarlo pereza, o miedo... ¿pero miedo a que?. Sé lo que quiero hacer, pero no lo hago. El tiempo juega en mi contra y pasa indiferente entre mis letras hasta que de pronto, deja de ser "el mejor momento" y regresa solo "un momento más". Tal vez el problema es que sé lo que debo hacer, lo que quiero hacer... la indecisión es la única forma de vida en la que la indiferencia no es un motivo de sufrimiento (¿o tal vez debería decirlo al revés?). Sé que si no lo hago yo, nadie vendrá a hacerlo por mi... y más aún, no me gustaria que viniera otro a hacerlo... ¡porque quiero hacerlo!, pero no puedo, ¿de donde sacar la fuerza?, no puedo vencer, no puedo, no puedo, no puedo...

Tal vez todo se base en dejar de pensar en cómo, dejar de derribar barreras invisibles, dejar de vencer miedos imaginarios... y, sencillamente, hacerlo.

Emilio

miércoles, 17 de junio de 2009

Los silencios

La sombra de tristeza que recorría tu cabeza no paraba de marearte. Tus ojos, humeantes de dolor, no paraban de llorar el rechazo. ¡Ay, qué dolor tan grande! Oculta, como los secretos de la vida, como la verdad, lloraba escondida, a la sombra de un árbol bajo el resguardo del sol. La lluvia melancólica le traía la nostalgia de su niñez, donde todo eran risas y juegos, donde no sabía lo que era la verdad, donde inocentemente creía en cuentos de sapos, princesas y amigas hasta la muerte. Pero los cuentos nunca tienen un final feliz para nadie y, casi siempre, eras tú la que terminaba rendida, tumbada en la cama, mirando tus cartas, donde falsamente te había prometido mil reinos y que pasaría las mil y una noches junto a ti, que eras única e irrepetible. Tarde te diste cuenta que sólo a ti te importabas, que no tenías a nadie más, que estabas sola.

Las paredes se desplomaron a tu alrededor y, por fin, fuiste libre, por fin pudiste pensar lo que querías y sin temor a mostrarlo. La tiranía había sido derrocada y volabas grácilmente y sin temor a mostrarlo. La tiranía había sido derrocada y volabas grácilmente hacia el cielo, al amparo de los ángeles, donde tú los dominabas a todos, donde tú, con tu serena mirada, contemplabas a todos, los que como tú, pecaron de confianza en creer que, el ser imperfecto, el ser humano, podía amar a alguien que no fuera él mismo.

Descubriste esa terrible verdad y tristemente no pudiste soportarla. Caíste, sin que nadie sintiera el escalofrío que tú sentías al ver llorar a alguien. Caíste, con un golpe seco. Sabías que tardarían en encontrarte, sabías que pasabas desapercibida. Muchas veces lo buscabas, otras veces, no, y eso te rompía el alma. Cuando eras invisible, cuando no querías serlo, …era lo peor.

El polvo cubrió tu cuerpo, el polvo de los años, del tiempo perdido creando falsas esperanzas. Cayendo, cayendo, rondando el mundo, errante, vagabunda, abandonada, solitaria, triste, encerrada en silencios abrumadores llenos de sabiduría. Pero tú, la que lo sabía todo, y nadie supo escucharte. Espero que donde estés ahora, por lo menos el eco devuelva tus palabras. A mí no me defraudaste pero te tuve que esconder. Si no, sabía que nunca sería feliz.
Alicia

martes, 9 de junio de 2009

¡nunca moriré!

YO, que he tomado miles de decisiones,
probablemente muchas de las más dificiles
y la mayor parte de las más insignificantes,
que he concedido deseos a cientos de miles de personas,
que siempre he tenido parecido con reyes y emperadores desde la antigüedad.
A mi, que la gente me mira con deseo y muchos ponen su esperanza en mi.
Yo, signo de la generosidad de los más humildes
y beso en la boca de algunos muertos.
Yo vi las manos del mayor traidor y leí su corto futuro.
Y ahora quieres retirarme, destruirme, asegurarme que ya no valgo para nada
tu, mortal, me dices que has decidido que me he vuelto sucia y vieja,
que ha llegado la hora de enterrarme viva
para que nadie mas vuelva a estar conmigo.
Estas loco, no podrás acabar conmigo,
solo aumentaras el valor de lo poco que me queda
y aún seré más deseada, más envidiada... ¡nunca moriré!

Texto: "Las últimas palabras de la moneda"
2019. Año de la desaparición del billete y la moneda del sistema económico europeo a cambio del uso exclusivo del dinero plástico.
Emilio

lunes, 8 de junio de 2009

Siempre quedarán las miradas

Las letras que componen esta carta no tratan de desvelarte ningún secreto o falta que no me atreva a contarte en persona. Bueno,…en realidad sí es algo que te he ocultado de algún modo pero que mi mirada te ha delatado en cada momento que pasamos juntos. Y, si no he podido hacerlo antes es porque temo no encontrar las palabras que realmente expresen las distintas sensaciones que se agolpan en mí con sólo tenerte cerca o con mirarme o cada vez que nuestras manos se unen…son tantas cosas que soy incapaz de enumerarlas o darlas un orden coherente.

Tu ausencia me obliga a rememorar el pasado. No, no es lo que piensas. Siento tu presencia siempre conmigo, es esa fuerza que me ayuda a superar cada adversidad, cada tristeza, cada barrera del día a día. Pero, en ese transcurrir diario persistentemente hay una melodía, un olor, un lugar que hace surgir en mi mente un instante concreto, unas palabras, unas miradas, unas risas…que, según el momento, hacen que una sonrisa aparezca en mi cara o sienta una nostalgia difícil de describir pero que sólo ansía el próximo encuentro entre los dos.

Con la noche llega la melancolía de una jornada que anhela la siguiente con la esperanza de ver tu rostro o el abatimiento posterior a una separación. Sea cual sea, es cerrar los ojos, pensar en tu sonrisa y la realidad se difumina por una onírica en donde los relojes y las obligaciones no existen.

Con el despertar llega la expectación de un nuevo día, de un caminar y de una lucha por aquello que queremos conseguir, por lo que queremos que permanezca y por todo aquello que amamos.

La vida es un largo deambular hacia un final que, aunque conocido e igual para todos, asemeja a un río. Tomamos diferentes salidas de un mismo caudal, unas decisiones y una forma de existencia que nos disten de los demás y, aún así, son esas personas que nos acompañan las que la dan valor. De esta manera, he tomado tu mano para ir juntos en una misma dirección, sea cual sea el camino que resolvamos andar.

Las palabras siguen siendo insuficientes pero espero haberte sabido expresar al menos un mínimo de lo que siento. Si no es así, me consuela pensar que siempre nos quedarán las miradas….
Vanesa

miércoles, 27 de mayo de 2009

Ilusiones y decepciones

Abro los ojos. El comenzar un nuevo día siempre significa nuevos horizontes, nuevos intentos por concluir proyectos que se quedaron atrás, nuevas personas a las que conocer, nuevos propósitos que formar y alcanzar de cara al futuro…y entonces piensas ¿qué tipo de persona puede pensar de esa manera? ¿el que escribe libros de auto ayuda? ¿el que vive en el país de Nunca Jamás? Sí, abro los ojos para ser consciente que una noche más no he dormido ni descansado como mi cuerpo necesita porque las preocupaciones, los nervios, las obligaciones, las necesidades invaden mi mente hora a hora sin distinguir si es de día o de noche.

Después de prometerme que esa noche intentaré ir a dormir antes, soy consciente del miedo que me atenaza con la misma intensidad que el sol lo hace con la noche. Miedo a seguir esclavizada a la rutina, miedo a que las ilusiones se conviertan en barreras, en unos obstáculos tras los que no haya más que decepción a pesar de la superación, miedo a volver a estar equivocada, miedo a caer y empezar de nuevo desde cero, miedo a que el optimismo se desvanezca por la frustración.

Nunca me ha asustado el enfrentarme a esos miedos, lo que me paraliza de terror es precisamente que ya no tenga fuerzas para hacerlo. Para conseguir lo que uno quiere hay que luchar pero, ¿cuántos combates puede aguantar un alma que solo sabe besar el suelo del ring? No es autocompadecerse, es ser sincero con uno mismo para no caer en la locura, es comprender lo que a todos nos asalta alguna vez antes de conciliar el sueño o al despertar una mañana.

Es entonces cuando me desperezo, me levanto y sonrío pensando que todavía hay oportunidades para mí, ilusiones y sueños por cumplir porque las decepciones no son más que momentos o situaciones puntuales que en el devenir de nuestras vidas pueden llegar a significar el principio de lo bueno del hoy y del mañana.
Emaleth

viernes, 15 de mayo de 2009

En busca de un pequeño consuelo

Cerró los ojos. Una gota de sudor frío recorrió el dorso de su nuca hasta que el cuello de una fina camisa frenó su recorrido. Pensó en lo curioso que era la mente humana, un terror te paraliza y en vez de buscar una luz que ilumine la oscura desesperación de la que eres presa, te preocupa la más pequeña reacción de tu cuerpo. Una sonrisa, tal vez forzada, pero ese leve pensamiento lo requería. Se sintió estúpido pero no había nadie que pudiera reprochárselo ni juzgarle por ello, ahora sólo importaba recordar que incoherente acto le había llevado hasta allí, qué deseos insatisfechos le habían llevado a ser lo que era pues la seguridad del pasado había desaparecido y, con ella, todo el sentido de los acontecimientos posteriores. No, asumía su culpabilidad, nunca había sido un cobarde y, aun estando en el borde de ese precipicio que limita la monotonía de la coherencia, no iba a volverse atrás y responsabilizar a cualquiera pues, cualquiera tampoco le era suficiente para decelerar el latido de su corazón.

Silencio. Sus ojos permanecían cerrados. Era un silencio acompasado por una respiración entrecortada que competía con cada pequeño gemido que involuntariamente salía de su boca. Podía controlar la intensidad del dolor pero desconocía como hacerlo desaparecer para siempre. Sin embargo, eran las imágenes que su mente todavía se esforzaba por retener las que atenazaban cada músculo de su cuerpo y contaminaban sus recuerdos con aterradoras pesadillas.

La lluvia caía fría pero ni siquiera el agua fría había sido capaz de apagar la rabia que su alma retenía, esa rabia que había ido acumulando con el paso de los días, de los meses, de los años. No le sorprendía, era algo que se adquiría en cualquier maldita ciudad de este mundo, de esta mal llamada época de progreso que ahoga la esencia del hombre. Sí, era como nacer con una enfermedad crónica, heredada genéticamente, cuya curación dependía del sometimiento y de la carencia de voluntad de cada individuo. A pesar de todo, no era más que otro tedioso día dentro de una tediosa realidad que había aprendido a aceptar con el paso del tiempo.

Resignación. Una botella de vino abierta sobre la mesa, inundando con su aroma la fría habitación de un hombre solo que había olvidado lo que era amar y ser amado. Ya ni siquiera el alcohol era capaz de proporcionarle calor. No importaba, aún la lectura le otorgaba el consuelo que anhelaba, en ella podía evadirse de la tortura de lo real para descubrir mundos paralelos desbordados por la fantasía de otros y dados forma por su propia imaginación. En esos momentos la palabra libertad cobraba significado, la cadena del debe ser transformaba en la del puede anestesiando el dolor producido por la impotencia de la rutina, del fracaso de sus sueños sin oportunidad a realizarlos.

Cada noche se sumergía en ese estado narcótico en busca de un pequeño consuelo. La habitación desaparecía y él quedaba en la nada desatando sus deseos reprimidos hasta que la conciencia le devolvía el peso de la realidad como si de unos grilletes se tratara.
Vanesa

viernes, 8 de mayo de 2009

Sueños entrelazados

Despiertas.

Aún es de noche en tu habitación pero entra un poco de claridad proveniente de la farola de la calle. Respiras profundamente y miras la hora: 05:11. Aún te queda mucho tiempo para dormir... pero un extraño sonido llama tu atención. Parece el goteo de un grifo, ¿cómo has podido dejártelo sin cerrar del todo?, precisamente tú con toda tu conciencia medioambiental y de aprovechamiento de agua. Te levantas con desgana y te acercas a la cocina casi arrastrando los pies. Justo antes de encender la luz un mal presentimiento recorre tu espinazo y sientes que algo va mal.
La luz se enciende parpadeando y el fluorescente pasa por varias tonalidades hasta que adquiere su luminosidad amarilla. El sonido de otra gota llama tu atención y te acercas a cerrar un grifo que esta completamente cerrado. De nuevo una gota cae con su peculiar y acostumbrado sonido. Es cuando descubres que las gotas no caen del grifo si no del armario que está justo encima. Pones tu mano y la siguiente cae en tu palma, suave, sin hacer ningún ruido. Tiene una textura mas densa que el agua y el color rojizo no te deja lugar a dudas: es sangre. Miras hacía la puerta cerrada del armario y con la mano izquierda (la que no sostiene la gota) coges su pomo. Justo antes de abrirla una nueva gota cae en el fregadero. Abres el armario y la visión es horrible: tu cabeza, tu propia cabeza está allí donde ahora miras. Congelada en un grito. Con los ojos envueltos en horror. Retrocedes y gritas...

Despiertas y gritas...

La imagen de tu cabeza cortada dura un instante en tu memoria. “Menuda pesadilla” susurras. Notas como tus sábanas están mojadas por el sudor y por instinto una de tus manos recorren tu cuello, aparentemente intacto. Te levantas y te acercas al baño. Tus pasos ocultan el sonido de una gota al caer en el fregadero de la cocina. Llegas hasta el lavabo donde te refrescas con un poco de agua. Tus ojos se posan en tu imagen en el espejo cuando te parece que algo se mueve entre las cortinas de la ducha. Te quedas inmóvil. A través del reflejo ves como una mano aparece en el extremo apartando poco a poco la cortina de la ducha mientras otra mano aparece sosteniendo un enorme cuchillo. Te giras al instante, gritando. Donde debería estar aquello que veías en el reflejo... no hay nada. Tu respiración se entrecorta y tratas de forjar una nerviosa sonrisa en tu rostro. “Estoy enparanoiao” y decides volver cuanto antes a tu cama... pero antes, tus ojos se detienen en la cortina. El sonido de una gota llega desde el fregadero de la cocina mientras acercas tu mano hacia aquello que evita que veas lo que hay en la bañera. “¿de qué tengo miedo?... no puede haber nada” y con un movimiento brusco apartas la cortina. Allí descansa un cuerpo sin cabeza ni manos. La visión es horrible, tu pijama esta completamente empapado de sangre y tiene varios cortes, eres tu, es tú cuerpo. Reculas ahogando un grito y tropiezas con el lavabo.

El golpe te hace despertar. Estas en tu cuarto. Por desgracia lo recuerdas todo y comienzas a dudar si esto es una nueva pesadilla o ya por fin has despertado. Empapado en sudor miras al reloj: 05:11. “Joder”. Oyes un ruido en el salón. Son sonidos entrecortados e inconexos, te parece oír el sonido de una voz o tal vez una especie de canción. Cierras de nuevo los ojos pero los sonidos resuenan en tu cabeza acompañando el irregular ritmo de tu corazón. De pronto una tonalidad familiar te da una respuesta: “Es la música del anuncio de teletienda, ¿me he dejado la tele encendida?... no es posible”. Tal vez sea la del vecino pero no puedes hacer otra cosa que acercarte a mirar. Observando como cada sombra se retuerce ante tus nerviosa mirada te diriges al salón. De allí proceden diferentes brillos y el sonido cada vez se hace mas nítido. Cuando llegas, lentamente, descubres que, efectivamente, la televisión está encendida con el sonido casi al mínimo. Buscas de una ojeada el mando a distancia, pero no lo encuentras a simple vista. Comienzas a examinar la mesa, debajo de alguna revista, entre los cojines de los sofás y finalmente metes la mano debajo del sofá... allí notas algo. Algo alargado, de plástico, con botones... sin duda es el mando pero en cuanto lo vas sacando poco a poco descubres que alguien, desde debajo del sofá también lo tiene agarrado por el otro extremo. Cuando ves su mano gritas y te apartas. Parece que no se mueve. Armándote de valor, vuelves a agarrar el extremo libre del mando y tiras. Junto con el mando de debajo del sofá sale una mano cortada que aferra fuertemente el otro extremo del mando. De primeras te quedas atónito, sin poder moverte de la impresión, pero al ver que la mano lleva puesta ese anillo tuyo que siempre llevas porque ni con aceite sale de tu dedo anular, no puedes evitar gritar.

Despiertas.

Te tocas las manos, acaricias tu cuello y sientes los latidos de tu corazón. Un golpe seco suena en la cocina que te obliga a temblar. Pero el silencio posterior te hace plantearte si no será tu imaginación. Estas sudando. Recuerdas cada momento de la pesadilla vivida y sientes una terrible sensación de impotencia. De pronto otro golpe seco hace que se desvanezca cualquier sentimiento que no sea el miedo. Sales de la cama mientras suena otro golpe. El reloj digital de tu mesilla marca las 05:11 pero tu no te detienes a mirarlo. Tratando de no respirar, de no hacer ningún ruido te diriges paso a paso a la cocina. Tu corazón late tan fuerte que crees que es imposible que no lo escuchen en todo el edificio, es como un tambor que resuena en tus oídos. La luz de la cocina esta encendida... “es otra pesadilla” piensas justo antes de echar una ojeada dentro. Y allí te ves. Estas tú mismo con un cuchillo en la mano descuartizando un cuerpo que parece ser el tuyo. Justo en ese momento otro golpe seco suena y el cuchillo trata de terminar de seccionar la cabeza del cuerpo... pero algunos tendones y la medula espinal se resisten a separarse. Ahogas un grito cuando ves la escena, él te oye y gira su cabeza:
“Otra vez tú, esto cada vez se parece mas a un capítulo de rasca y pica”
Escuchas claramente tu voz, pero con un tono vehemente con el que nunca has hablado. Quieres correr pero no puedes. Él se levanta y se acerca paso a paso hacia ti. Tu cierras los ojos y te concentras en despertar, quieres despertar, necesitas despertar...

Despiertas

Pero esta vez no gritas. Tu corazón late a gran velocidad mientras te escondes entre tus mantas sin saber bien si lo que vives es real, un nuevo sueño, o es el infierno. Poco a poco te armas de valor para dejar una abertura entre la manta que te protege y la realidad. Lo justo para poder ver el reloj luminoso digital. Marca las 05:12. Una voz muy familiar, desde la puerta, dice en tono de burla: “esta va a ser una noche muy larga, ¿verdad?” y mientras tratas de refugiarte en tu manta donde la oscuridad te protege oyes unos pasos que se acercan a tu refugio. No puedes evitar comenzar a sollozar de desesperación…

“Existen estudios que determinan que un sueño puede llegar a durar 20 segundos o incluso menos. Imaginemos que por una causa excepcional (llamémoslo fenómeno extraño) nuestro cerebro no deja de enlazar sueños o pesadillas durante 6 horas. Esto podría dar un número mayor de 1000 pesadillas entrelazadas, una tras de otra… ¿quién podría soportar algo así? Tal vez no sea tan malo que nos olvidemos de todo lo soñado cada noche como medida de prevención antes de volvernos locos una y otra vez...”

Emilio

miércoles, 29 de abril de 2009

Una tarde de verano

Mientras corrían por los campos recordó lo agradable que era volver a estar con su prima. Hacía años que no podían disfrutar de una tarde como esa: con plena libertad para andar de aquí para allá sin mayores que las estuviesen diciendo constantemente lo que podían y no podían hacer. No era justo que las hubieran tenido tanto tiempo separadas.

Pero no podía distraerse, debía concentrarse en la carrera. Se habían apostado el postre de la cena en ver quién de ellas era más rápida. El objetivo era alcanzar la valla que había al final de la pradera en el menor tiempo posible. Debía darse prisa, su prima ya la sacaba un buen trozo y es que seguía siendo mejor que ella a pesar de sus esfuerzos por superarla.

Cuando eran más pequeñas sus largos rizos las confundían ante el resto de la gente. Era divertido ver las caras confusas intentando adivinar quién de ellas era la que tenían delante. A veces ella misma sentía miedo al reconocer en ella rasgos tan semejantes…

Llegó a su lado agachándose inmediatamente con la intención de recuperar el resuello. Nunca hubiera creído que le costaría tanto superar lo que en principio le había parecido una pequeña distancia. Al levantarse, su prima había desaparecido. Dónde se habría metido sin ella? ¿Estaría jugando al escondite sin decirle nada? Pues ahí tenía las de perder: dominaba ese juego y no iba a parar hasta encontrarla.

Miró a su alrededor buscando un lugar que permitiese la posibilidad de esconderse. No había muchos árboles ni tampoco grandes piedras tras las que ocultarse pero a unos metros pudo divisar una casa. Al acercarse hacia ella se dio cuenta que no estaba abandonada. Unas florecillas blancas adornaban el cuidado jardín que la rodeaba mientras que un camino de piedras exento de hierbajos daba la bienvenida a los visitantes que llegaran. ¿Habría ido a pedir agua a esa casa?

Se acercó lentamente mientras observaba los bonitos detalles de la fachada. Era de ladrillo rojo pero parecía estar labrado en su superficie. Había diferentes formas que la hicieron pensar que quizá contara algún tipo de historia. Si encontraba a su prima la retaría a ver quién de ellas era capaz de descifrarla.

Al llegar a la puerta tocó el timbre que había a mano derecha. Esperó paciente con una de sus mejores sonrisas pero nadie la abrió. Tal vez se había equivocado y debía buscar en otro sitio. Se dio la vuelta y cuando aún no había dado más que un par de pasos, oyó como la puerta se abría tras de sí. Probablemente no había esperado lo suficiente. Volvió sobre sí esperando encontrar a alguien pero allí no había persona alguna. Parecía una broma de mal gusto.

Se acercó lentamente y miró a su alrededor sin saber bien lo que estaba buscando. Nunca había sido miedosa pero la situación la hacía sentir un cierto temor. Puede que lo más sensato fuese irse de allí. Justo cuando este pensamiento rondaba su cabeza, escuchó la risa de su prima en el interior de la casa. Así que estaba ahí. Ya no tenía escapatoria.

Entró apresuradamente en la casa siguiendo el sonido de su voz. Estaba cerca, lo sabía. Mientras subía las escaleras oyó un portazo: estaba atrapada, no podría encontrar un escondite lo suficientemente bueno en una habitación para que se le pasase inadvertido.

Al llegar a lo alto de la escalera pudo ver un largo pasillo: solo una puerta estaba cerrada. Sonrió mientras se acercaba. Con gesto rápido para sorprenderla la abrió y allí estaba: exactamente en frente de ella.

“¡Te pillé! ¿Pensabas que no te iba a encontrar?”

Y entonces dejó de sonreír: la persona que tenía delante imitaba sus gestos y sus palabras a la perfección mientras que sus ojos contenían un intensificado gesto de burla.

Odiaba que la ridiculizasen. Una fuerte rabia se apoderó de ella y sin apenas pensarlo se lanzó en su dirección con la intención de golpearla. Con todas sus fuerzas dirigió el puño hacia su cara y en el momento en el que el contacto se hacía inminente, la imagen estalló y la oscuridad se cernió sobre ella.

Abrió los ojos desorientada y confusa. El fuerte dolor de cabeza que padecía no la ayudaba a recordar que había sucedido. Su cuerpo estaba dolorido pero no parecía estar herida. Miró a su alrededor y se encontró en una habitación vacía, rodeada de trozos de cristal que parecían pertenecer a un espejo. Miles de ojos, de sus ojos, la miraban incesantemente. Nerviosa y asustada salió de la habitación corriendo hasta llegar a la puerta de la entrada. Nadie la impidió salir.

No sabía el tiempo que había transcurrido inconsciente pero el sol empezaba a ocultarse en el horizonte. Debía volver, sus padres estarían preocupados pero, qué les diría a sus tíos al regresar sola.

“¿Sola?” -una voz susurró en su cabeza. “¿Estás segura que regresas sola?”-Una sonrisa malévola se dibujó en su cara involuntariamente. El terror la atenazó: nunca más estaría sola pero qué o quién era lo que conviviría con ella…
Vanesa

Fenómenos extraños

Ha pasado más tiempo del que pretendiamos para empezar a agregar los relatos sobre el tema que habéis elegido con vuestros votos. Pero ya no os hacemos esperar más. A continuación incorporo el primero de los relatos acerca de los fenómenos extraños. Espero que os guste.
Emaleth

miércoles, 15 de abril de 2009

El caso

El reloj de pared marcaba la hora en que las ratas callejeras abandonaban sus cloacas para dar libre albedrio a sus podridas almas. Saboreó una vez más aquél líquido dorado, sobrio, paciente. A no ser por ese inseparable amigo podía haberse vuelto loco tras largas y tortuosas noches de vigilancia.

Puso los pies encima de la mesa. Qué más daba. Allí no había ninguna dama que lo obligara a guardar las apariencias, si alguna vez había habido allí alguna mujer, podía asegurar que nunca recibiría el nombre de dama.

Sonrió por ese último pensamiento mientras intuitivamente sus dedos cogían uno de los cigarros que guardaba en el interior de su gabardina. El cansancio le había podido en esa noche de perros, esa noche en que la lluvia intenta lavar las podridas almas de los habitantes de ese gueto que recibía el nombre de ciudad. Su sombrero aún permanecía en la cabeza ocultando la mirada de un hombre que había visto demasiado…

Un golpe seguido detrás de otro rompió el hilo de su pensamiento. Eran golpes secos, continuos pero rápidos que no podían indicar más que la inminente llegada de una presencia femenina. Mientras el cigarro danzaba en la comisura de sus labios, sus dedos buscaron el abrigo de su más fiel amiga: su pistola.

La puerta se abrió lentamente mientras una larga y estilizada pierna asomaba a forma de presentación. Zapatos de tacón negro, falda de tubo negro, una sobria chaqueta negra y un sombrero del mismo color ocultaban una bonita figura. Solo unos labios rojos expresaban todo lo que su cuerpo trataba de ocultar.

No trató de levantarse. Éste era su refugio y, si buscaba algo de él, tendría que aceptar las reglas de aquél lugar. Eso no la impresionó. Era una mujer que sabía lo que quería y con lo que se iba a encontrar. Estaba seguro que pronto expondría sus propias reglas.

Sin mostrar su rostro ni tomar asiento se aproximó hasta él y con un gesto rápido dejó sobre la mesa una hoja abierta de manera que pudiese ver lo que contenía. No hacía falta hablar. Tenía un problema y solo quería una solución con todos los datos que le había podido conseguir. No importaba cuánto costase ni cuál fuera el riesgo que pudiese correr en la investigación. Era el tipo de mujer que no estaba acostumbrada a escuchar un no por respuesta.

Lentamente se acercó de nuevo a la puerta y tras abrirla, giró su cabeza hacia él. No pudo lograr ver su mirada bajo el ala de su sombrero pero supo al instante que era del tipo definitivo, de las que te erizan cada pelo de tu cuerpo. Sí, quería una respuesta y si no la obtenía iba a tener problemas.

Expulsó despacio el humo observando cómo formaba distintas formas para desvanecerse unos segundos después. Tal vez su vida no había sido más que girones de humo que luchaban por no desaparecer en la inmensidad de aquél lugar. Pero no era el momento para ponerse melancólico: tenía un caso y debía resolverlo.

En el papel aparecía un tal Tony Russo. El nombre le sonaba, había salido en todos los periódicos de la ciudad envuelto en un turbio caso. Habían muerto varias personas en un club de mala fama y todos sus nombres, para quienes se movían por ese estercolero lo sabían demasiado bien, estaban relacionados con la mafia.

Hacía poco había comprado una mansión. Los datos garabateados alrededor de un rectángulo parecían ser las medidas de esa adquisición tan cara. Estaba claro que lo necesitaban si querían realizar un asalto bien organizado para acabar con esa clase de basura. Pero, cómo podían hacerlo si desconocían qué terreno tenían que pisar. Ahí entraba él en escena. Sería arriesgado pero encontraría la solución.

Lo primero era tratar de averiguar por qué lado se iniciaría la operación. Precisaba saber el lugar exacto para poder controlar los posibles puntos de visión desde los que podía ser descubierto. Para ello tendría que hacer un estudio a campo abierto y eso siempre implicaba peligro pero por una mujer…quién no había cometido alguna que otra tontería…

El terreno era tan grande como la mezquindad de las personas: algo que ves venir pero que nunca eres capaz de averiguar los exactos límites de su alcance. Debería ser rápido con los cálculos, no quería exponerse a ser sorprendido a pesar de que su pequeña amiga siempre estaba lista para actuar en cualquier momento ante ese tipo de situaciones.

De repente…una sirena interrumpió sus pensamientos. ¡El tiempo se había acabado! Había sido descubierto. Venían a por él. Mientras trazaba un rápido plan en su mente para escapar a salvo de sus enemigos se vio rodeado por una sombra que le rodeaba completamente. Sintió miedo aunque nunca lo admitiría ante ninguna persona. Solo pudo hacer una cosa: garabateo algo de forma rápida en un papel y se preparó para lo que se avecinaba.

De repente una voz rompió sus pensamientos: “¿Qué tal te ha salido el problema? A mí me ha dado de área 560 m2 y ¿a ti?”.¡¡¡¿560m2?!!! ¡¡¡¡¡¡¡¡Dioooooossssssss!!!!!!!! ¡Si casi no había tenido ni tiempo de plantear el problema! ¡Tampoco podía recordar que había escrito en el papel por la tensión del momento! Todo esto solo podía significar una cosa: ahora sabía sin duda que tendría que esperar para responder de su fracaso ante esa mujer dura e inflexible y eso sin pensar en lo que le harían sus superiores si conseguía sobrevivir…


Para Christian que me animó a escribirlo. Espero que te guste.
Vanesa

jueves, 2 de abril de 2009

Esto no es un relato

Queridos amigos de puntos suspensivos,

Ya no queda nada para que esta creación cumpla un año de vida y en honor a todo este tiempo que llevamos juntos queremos ponernos a vuestra disposición. Queremos hacer algo nuevo, queremos que cada uno de vosotros os sintáis más participes en todo lo que ocurre entre estos puntos. Y es que hasta ahora los autores han disfrutado de el más puro libre albedrío. Pero ahora queremos ponernos a prueba, mejor dicho, que nos pongáis a prueba.

En el lado derecho de la página podéis ver la primera de muchas encuestas que seguirán a esta. Y es que a partir de ahora podréis votar y elegir sobre que tema debemos escribir. Varios autores escribirán sobre el tema escogido y después podréis valorar cuál ha sido, para vuestra opinión, el menos malo.

¿Te animas? (Nota: obligatorio para todos los lectores)

También os animamos a que comentéis esta entrada diciendo lo que os mola (o no) el blog, formas de mejorar (si es posible), cosas que deben continuar y nuevos temas a añadir a nuestro reto.

Hoy, esta entrada está más que nunca dedicada a ti, querido lector.

Gracias por estar ahí y que cumplamos juntos muchos más.

miércoles, 1 de abril de 2009

Ginebra

Se quedó mirando con nostalgia las extensas tierras nevadas a las que daba la ventana de sus aposentos. Pensó que en cualquier momento podría aparecer entre los helados árboles un corcel blanco o negro a cuyo lomo iría uno de sus pretendientes para, una vez más, hacerla saber cuánto la amaban, cuánto ansiaba cada uno que se decantase por él, cuánto necesitaban acortar el tiempo y la distancia que los separaban.

Suspiró mientras un escalofrío de placer y, por qué no, de vanidad recorría cada parte de su cuerpo. ¿Acaso podían decir todas las mujeres que habían estado en su situación?¿Qué la comprendían? No. Lo sabía porque todas la miraban con envidia. A pesar de haber competido con damas más bellas que ella, con más poder, con más experiencia en la seducción,...ella había salido triunfante pudiendo mirarlas a todas con un gesto altanero puesto que ya no era insignificante, ni invisible y por supuesto, no era una más.

Aquello de lo que disfrutaba era un regalo pero también un castigo para su alma. Siempre había soñado con un hombre a su lado a quién amar, cuidar, ser su cómplice, su amiga, su amante. Hacía años que alguien así había compartido su vida sin sellarlo en un compromiso minando sus esperanzas día a día, mes a mes, año tras año. La relación se debilitaba y la monotonía les fue separando buscando algo que pudiese devolverles la ilusión y pasión del principio. No sabía de quién había sido la culpa, tal vez de los dos, tal vez de ninguno.

El verano se estaba acabando para dar paso a la soledad y a los miedos personales que siempre le traían los meses del frío, de lo gélido. No era feliz, no era capaz de andar sola en el día tras día, no pensaba que podría sobrevivir entre esas cuatro paredes que parecían estrecharse más con el paso de las estaciones sin el amor de su amado. No lo pensaba hasta que un soplo de aire nuevo apareció en el atardecer del incipiente otoño. No tenía corcel blanco, ni un reino, ni una buena posición social. Más bien era un joven villano, un mentiroso y un frecuente cliente de las dudosas invitaciones que ofrecía la noche a lomos de un poderoso caballo negro.

Se murmuraba que acababa de destrozar el corazón de otra dama, una más jóven y hermosa que ella. En cuánto lo vio se olvidó de todos aquellos rumores que recorrían el pueblo, al fin y al cabo solo eran personajillos que necesitaban de los cotilleos para no ver lo insignificante que eran sus vidas.

Las frías tardes de invierno se tornaron calurosas y divertidas a su lado. Empezó a ver la vida desde una perspectiva que nunca antes había apreciado. Sentía por primera vez que era una mujer plena, que podía disfrutar de todo lo bueno que tenía la vida y se sentía amada como nunca antes lo había sido. Todo era perfecto...

Todo era perfecto... hasta que su príncipe apareció de nuevo junto con la estación primaveral en su corcel blanco. Durante el tiempo que estuvieron separados le confesó que estuvo reflexionando sobre sus sentimientos hacia ella. La ausencia le había hecho recordar tantos momentos: su sonrisa, su cariño, sus miradas...el por qué era la mujer con la que quería pasar el resto de su vida.

Pero ella...ella ya no tenía tan claro que él fuese el hombre con el que quería pasar el resto de su vida. En su corazón había un cúmulo de sentimientos encontrados, de imágenes contradictorias, de confusos pensamientos...necesitaba de una señal que la ayudase a ver cuál de ellos debía elegir, solo una por muy pequeña que fuese...

En aqué preciso instante sonó un timbre que la hizo sobresaltar de su ensoñación. Se había quedado medio dormida en el sofá mientras leía una de esas novelas épicas de amor que tanto la gustaban buscando inútilmente que algo la inspirara a tomar una decisión.
El corazón se la encogió en un puño: era su joven villano que la venía a buscar para tomar unas cañas pero una vez más no tenía ninguna respuesta para darle. Se levantó, se vistió y se volvió para mirar la portada de su novela. Nadie mejor que ella comprendía lo que Ginebra debió sertir por el amor del Rey Arturo y de Sir Lancelot.

Y es cierto, nadie la comprendía...
(Para Esther, espero que una sonrisa se forme en tu cara tras leer el relato)
Vanesa

martes, 24 de marzo de 2009

Dramatika

La más prestigiosa galería de arte de la ciudad se había puesto al servicio de la fotografía. El nombre de la exposición: Dramatika. En ella iban a ser expuestas fotos tomadas en conflictos bélicos, en momentos terribles del ser humano, en medio de las desgracias que azotaron a muchedumbres.

Nadie que pasará por aquella galería quedaría impávido.

Se hicieron copias enormes de las fotos más famosas:
La foto de kim, aquella niña que corría desnuda tras ser quemada por napalm en la guerra de Vietnam. Foto tomada por el fotógrafo vietnamita Huynh Cong Ut y con la que logró el premio Pulitzer.
O la foto de Kevin Carter (otra ganadorá del Pulitzer) en la que se veía a un buitre a la espera de que una niña de Sudán muriera de hambre para tener su propio banquete.
También se podían presenciar, casi en tamaño natural, escenas de muerte captadas con una cámara, esta vez por Eddie Adams en la ejecución de Saigon.
Y así, muro tras muro los visitantes de la galería veían impactada su retina con terribles imágenes hasta que un brillo familiar para algunos, remotamente olvidado para otros, surgía en cada pupila.
Thich Quang Duc envuelto en llamas en su protesta pacífica ante el teleobjetivo de David Halberstam seguido de la agonía de Omayra, recogida por el fotógrafo Frank Fournier, daban como punto final al viaje del visitante en lo mas profundo del dolor, crueldad y tristeza del ser humano.

Sin embargo, cuando aquella exposición parecía que no podía llegar a más el director de la galería expuso, en varios medios de comunicación locales, que iba a abrir una nueva sala que superaría al resto, toda ella con fotos inéditas y desconocidas, pero igual de dramáticas que las ya expuestas.
La apertura de la nueva sala creó una gran expectación. ¿Cómo era posible que fotografías como aquellas hubieran permanecido ocultas hasta entonces?. Mucha gente esperó impaciente para entrar por la puerta el día que la nueva sala se abrió al público.
Pero pronto las caras de expectación y curiosidad quedaron remplazadas por unas de decepción e incluso de enfado al sentirse estafados. La nueva habitación era cuadrada, en sus paredes rebosaban miles de fotos desenfocadas, lanzadas sin flash, tal vez por intentar hacerse demasiado rápido o con la imagen distorsionada por un mal movimiento de muñeca. En el centro de la habitación había una montaña de cámaras de muchos tipos, antiguas y nuevas, profesionales y compactas, de varios tamaños y diseños, pero todas ellas tenían algo en común: estaban rotas, probablemente por una caída.

Pronto la nueva sala estuvo desbordada de murmullos desaprobatorios hasta que el silencio se rehizo cuando el director de la galería habló para explicar el por qué de aquel nuevo aporte a la exposición Dramatika.

“Todos hemos podido contemplar las fotografías que dieron a conocer terribles sucesos de muchos confines del mundo. También todos sabemos que estos sucesos se han dado en muchas más ocasiones que cuando fueron tomados por aquellos reconocidos fotógrafos e incluso, con toda seguridad, suponemos que otras muchas personas, con cámara en mano, presenciaron momentos similares. Esta parte de la galería hace honor a esta gente anónima que no tuvo el suficiente pulso, calma ni serenidad ante la desgracia del hombre como para obtener una foto nítida. Todas estas fotos son las fotos mal hechas ante el dolor más crudo que logró conmover hasta tal punto al autor que no fue capaz de conseguir retratarlo”

La gente asombrada volvió a recorrer las paredes con la mirada y esta vez, por alguna extraña razón, las imágenes resultaron ser impactantes. Lo primero por el número. Las fotografías del tamaño de una cuartilla tapaban casi la totalidad de las cuatro paredes. Miles de fotografías, de malas fotografías, formaban el mural de la última sala de la exposición. Entonces los susurros cambiaron y los visitantes trataban de dar ahora sentido a cada una de las fotos que allí se encontraban: “esta figura debe ser una niña...” “esta debe ser en una guerra...” “oh, Dios mío, este borrón parece una montaña de cadáveres” y las lágrimas no tardaron en aparecer en los emocionados rostros de los que contemplaban aquellas imágenes que nunca habían merecido ser contempladas.

Fue un fotógrafo, cómo no, que trabajaba en el periódico local el que hizo la pregunta que a algunos les había comenzado a surgir: “¿y las cámaras rotas de en medio de la sala? ¿tienen algún sentido?”

“Oh, esas” – respondió el director mirando al montón de mecanismos con unos ojos que trataban de ver mas allá de lo evidente – “también son un homenaje... pero esta vez a los fotógrafos que, en el momento más importante de su carrera, no pudieron seguir siéndolo, lanzaron su cámara al suelo y actuaron como seres humanos ante la desgracia que les rodeaba dedicando todo su esfuerzo en ayudar al necesitado.”

Emilio

miércoles, 18 de marzo de 2009

Gracias.

No sé si esto que es un texto (y la rima no es casual) es literatura, es filosofía o qué demonios es. Llevo siete años en el primer escalón del gremio y a menudo me asaltan las dudas, como a cada uno de vosotros en lo vuestro, supongo, de si algún día seré capaz de alcanzar el siguiente, como el pobre Gus Gus de mi Cenicienta, que para ayudar a su amiga tuvo que subirse sin resuello, sudando mares de grasilla y entre remolinos de desesperación y posibles embolias, lo que para nosotros sería el Everest. Me siento muy identificada con ese ratoncillo, aunque sólo sea por su torpeza habitual…

Para subir un escalón casi nunca uno se ve capaz de hacerlo solo, porque no sabe, porque no puede. A veces ese uno (que soy yo, que eres tú) es demasiado orgulloso como para reconocerlo o no encuentra valor para pedir que alguien le aúpe, aunque también ocurre, y no en pocas ocasiones, que cuando lo hace se equivoca al escoger el receptor del mensaje y este se pierde entre puntos suspensivos.

Pero yo no quiero hablar de los que hacen oídos sordos, de los que no acuden. No, mis líneas son para los que aparecen de la nada entre las astillas, desconocidos o desaparecidos, que dejan su condición de “des”, alargan la mano y te prestan su fuerza para seguir adelante cuando hace falta, para acompañarte en el descanso y en la reflexión cuando existen dudas (las eternas dudas), hacerte reír del menor comentario, o por el contrario, compartir tu silencio ante el hermetismo más absoluto… sea como sea, y aunque supongas un rodeo en su camino para modificar el tuyo, siempre permanecen ahí.

Pese a todo (y ese todo es muy amplio), me considero muy afortunada. A mi alrededor siento a gente que me abre las puertas de su casa (aquí, en otra ciudad, en otro país, incluso pasando el charco), y/o de su tiempo y/o de su atención. No hay reservas, no hay recompensas, salvo, me imagino, la compañía de este Gus Gus un tanto alocado, contradictorio, tímido, con el que a veces (lo sé y lo siento) resulta difícil lidiar. En todo caso, a todos, los presentes, los lejanos, los cotidianos, los esporádicos (y eso sólo aparentemente), los antiguos y los modernos, muchas, muchas gracias por estar aquí.

Vicky

lunes, 16 de marzo de 2009

SMS

No tenía aún respuesta. Las horas pasaban y el momento de la cena se acercaba inminentemente. Qué debía hacer. Mientras lo decidía sus dedos jugaron nerviosamente con el móvil. ¿Por qué no daba señales? ¿Y si él le había enviado un mensaje y no le había llegado? ¿Y si le había hecho enfadar por algo? ¿Y si…?

No podía soportarlo más. Cogió el móvil y empezó a teclear frenéticamente: “Hola. Q tal? Nquiero ser pesda pero necesito sabr svas a venir a la cena. S no, npasa nada aunq mgustaría qvinieses. Respnd cuando puedas”

¿Habría sido muy directa? ¿Se habría molestado por insistir? ¿Le llegarían los mensajes? De nuevo cogió el móvil, y ocultando su número de teléfono, marcó. En cuanto oyó el tono colgó.
¿De qué iba? ¿Por qué era incapaz de mandar un mensaje? ¿Y si lo tenía en silencio y no lo había leído? ¿Y si le había pasado algo? ¿Y si…?

En el cúmulo de sus ¿Y si…..? que se iban agolpando en su mente, la pequeña pantalla del móvil se encendió con una pálida luz azul: un mensaje nuevo.

Una mezcla de alivio y de miedo sintió cuando lentamente abría la tapa. Ahí estaba. Era él. Por fin le había respondido.

Con un dedo dudoso apretó la opción leer: “No sé cómo decirte ya qn voy a ir, qn minteresas, qn aguanto l aluvión dt sms diarios y que borres mnº de tu agenda”

Sonrió mientras lo leía. Sabía que él la despreciaba tanto como ella le amaba. Y mientras eso fuera así no estaba dispuesta a sufrir sola así que…¿y si le mandara otro mensaje?
Vanesa

sábado, 14 de marzo de 2009

El día/a día

[es imprescindible leer con toda atención el maravilloso relato de Vanesa El día/La noche antes de continuar con estas líneas]

Abandonó la cama en silencio, intentando no interrumpir su sueño... aunque ahora mismo le parecía imposible despertarle aunque lo intentara. El roncaba y, a los oídos de ella, cada día superaba su fuerza y decibelios.

No podía aguantar mas ese sonido así que tocó el frío y seco suelo con sus pies, algo que contrarrestaba la no muy agradable sensación de calor y sudor que aún guardaba de su cuerpo. No podía entender cómo podía soportarlo día tras día, cómo había aceptado llevar esa clase de vida a su lado. Recordaba tiempos mejores en los que su relación estaba envuelta de magia y misterio. Cada noche se amaban como si fuera la última porque nunca sabían si la maldición y bendición que los ataba acabaría rompiéndose hacia un lado u otro.

Despacio, abrió la puerta que conducía al jardín. Antes él lo cuidaba al detalle para ella, consiguiendo esa hermosura que solo se obtiene con la constancia. Antes a él le gustaba pasar tiempo por allí, haciéndole compañía durante el día, mirando sus rasgos congelados desde el amanecer. Antes era diferente... ahora, sus ojos adormecidos miraron su alrededor, ahora la fuente estaba sucia y los arbustos descuidados. Tan solo quedaban tres rosas en el gran rosal cuyas cepas se retorcían resecas. Ella se acercó a una de esas rosas y trató de arrancarla. Sólo consiguió arañarse con una espina.

Le había costado adaptarse al día a día. Había tratado de aprender a cocinar sin mucho éxito y aún no sabía leer. Poco a poco iba entendiendo como se sumaba... pero le agobiaba todo ello. No era la vida que imaginaba cuando el hechizo se rompiera y el sol, por fin, pudiera bañar su amor. Un amor que había conquistado la piedra no debería verse petrificado por una rutina.

Se volvió una vez más y miró hacia arriba. Todavía debía dormir. Le pareció escuchar una vez más uno de sus ronquidos, especialmente atronador. Los primeros rayos de sol iluminaron la alta hierba y ella con una triste sonrisa observó como lo que antes significaba “la muerte de la oscuridad por el triunfo de la luz” ahora se trataba solo del paso de un día más en su insulsa vida.

Miró de nuevo hacia la ventana, se aseguró de que no le podía ver y se armó de valor. Una vez más subió al promontorio, colocó su mejor pose y esperó a que el sol obrara el milagro.

Nada ocurrió. Sus ojos se llenaron de lágrimas cuando abandonó el jardín y entró en la cocina para preparar aquel oscuro líquido al que llamaban café. Y de lo más profundo de su alma volvió a surgir su deseo bañado en tristeza.

Lo hubiera dado todo por volver a gritar desde su muda cárcel de piedra: hasta cuando. Por regresar a aquel momento.

Pero ya no creía en la magia ni en las hadas... ni mucho menos en los milagros.
El hasta cuando había pasado de largo para no volver.

Emilio

miércoles, 11 de marzo de 2009

La noche/El día

Abandonó la cama en silencio, intentando no interrumpir su sueño. Tuvo que obligarse, no podía arriesgarse a esperar al último momento. Pronto sus ojos se abrirían.

El frío contacto del suelo con sus pies contrarrestaba el calor que aún guardaba de sus brazos. No podía entender cómo podía soportarlo día tras día, cómo había aceptado llevar esa clase de vida a su lado, cómo podría hacerlo en el futuro si es que había alguno…la felicidad de la noche desaparecía con la tristeza del amanecer pero, incluso, de esta manera aguardaba la esperanza del día en que finalizara aquello y se les diese la oportunidad de estar juntos.

Despacio, abrió la puerta que conducía al jardín. Era un lugar hermoso de grandes espacios y arbustos frondosos que ocultaba celosamente la privacidad de su dueño. Rompiendo la armonía de sus formas, un pedestal señalaba un pequeño manantial natural que se abría paso a través de unas rocas situadas tras la casa. Conocía demasiado bien ese lugar, demasiado bien…

Se volvió una vez más y miró hacia arriba. Todavía debía dormir. Es normal que se sintiese cansado, siempre estaba robándole horas de sueño por la noche. Un rayo de sol la hizo salir de su ensimismamiento. La sombría hierba se tornaba clara y eso significaba la muerte de la oscuridad por el triunfo de la luz.

Una vez más subió al promontorio y mientras miraba al agua sintió como su cuerpo pero no su alma quedaba petrificada intensificando el dolor que guardaba en sí y escuchando una y otra vez en su cabeza: hasta cuando…hasta cuando…

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El frío que sentía a pesar de la luz del sol que entraba por la ventana, hizo que despertara maldiciendo una vez más el estar solo bajo las sabanas. Abrazó la almohada. Todavía podía apreciar su aroma, esa fragancia fresca que hacia recordar en su memoria el sabor de sus besos, la ternura de sus caricias, el amor de su mirada…

Mientras se duchaba, intentaba recordar cuánto tiempo había pasado, cuánto habría de pasar, cuántas pruebas más habría de superar, cuánto dolor era capaz de aguantar….

Sabía que las respuestas no existían. Sólo había un pacto, una promesa, un juramento. A veces pensaba que la soledad, el deseo, la incomprensión de lo que sucedía le había vuelto loco. Cómo era llegó a ocurrir que un hombre como él que siempre se había dejado llevar por la razón, por la secuencia lógica de las cosas, creyese en esas historias de hadas, en esos sin posibles siempre posibles en las historias de amor…pero sí, lo creía y el calor de su cuerpo le recordaba todas las noches la cordura de su mente.

Bajó por las escaleras y, sin saber lo que hacía, sus pasos le condujeron hacia el jardín. El sol le nublaba la vista pero no era impedimento para que se detuviese. Las gotas de agua rozaron los dedos de sus pies dándole la bienvenida al único lugar que consideraba su casa, al único lugar en el que albergaba lo que más había amado en su vida.

Alzó la mirada y allí estaba su rostro, petrificado en una melancólica mirada hacia la nada. Nunca la había visto tan triste, tan frágil, tan dolida y sabía que él era la causa de esos sentimientos. Cogió su mano mientras una lágrima rodaba por su rostro preguntándose: hasta cuando…hasta cuando.
Vanesa

lunes, 9 de marzo de 2009

Mi peor pesadilla

Despierto.

Un nuevo día de mi vida comienza, pero noto que algo ha cambiado. Cuando ayer cerré los ojos era uno pero ahora… ahora mismo soy otro.
El cambio es sutil, pero lo percibo en toda su profundidad. ¿Qué dirán el resto? ¿se darán cuenta? … si realmente me conocen lo percibirán “alto y claro” y pronto descubrirán que la persona de la que eran amigos, familia o amantes murió ayer para dejar paso a mi yo de hoy. Actuarán como si fuera aquel pero ese quedó atrás perdido entre alguna de las fases del sueño.
Una decisión macabra entra en mi mente: el arte del disimulo y el drama será mi aliado.
Procuraré interpretar el papel de aquel que fui y que todos conocen, encerrando en una cárcel en lo más oscuro de mi alma al nuevo que soy. No es una buena solución, mi experiencia me dicta que toda mentira acaba estallando… cada vez que abra los ojos más me vale tener fuerza suficiente para ahogar a mi nuevo yo antes de que su voluntad se haga fuerte y quiera vivir acabando con lo que fui.

Mientras tomo esta decisión en mi corazón nacen dos preocupaciones:
¿y si acabo olvidando quien fui, cómo proseguiré el engaño?
¿y si acabo olvidando quien soy, cómo dejaré de ser algo más que un títere de mis recuerdos?.
Cierro los ojos.

Duermo.
(y muero)

Emilio

martes, 3 de marzo de 2009

Un...

Una melodía….un recuerdo.
Un recuerdo…una imagen.
Una imagen…un sentimiento.
Un sentimiento…un sueño.
Un sueño…un mar de libertad.
Un mar de libertad…la sin razón de las palabras.
Vanesa

lunes, 2 de marzo de 2009

SIBILA DÉLFICA O CASANDRA

Telarañas infinitas
paralelas cantarinas
aprisionan axfisian agobian aspiran,

y bajo el ala aleve del leve abanico
lo que me gustaría ser y lo que realmente fui
o sibila sesgada volando en el viento bendito
o ser errático rancio rutinario y ridículo
prisionero de Sí mismo sin entender por qué

la muerte se viste de verde
(el billar de Hume)
y tararea aliteraciones.

Vicky

miércoles, 25 de febrero de 2009

Puzzle

Al nacer somos una página en blanco, lienzo a pintar, libro a escribir, historia sin contar... Miles de comparaciones y metáforas se han utilizado para describir ese momento en el que potencialmente lo somos todo y realmente, por nosotros mismos, no podemos nada.

Yo voy a plantear una posibilidad más... nuestra vida comienza con una mesa color caoba vacía. El reto que tenemos ante nosotros es la construcción de un peculiar puzzle del que no conocemos la imagen y del que vamos recibiendo piezas de una en una, poco a poco, sin saber muy bien el número total, su orden, ni marcos que lo limiten.

¿Te gustan los puzzles? Entonces este pequeño texto te lo dedico a ti.

A medida que vamos viviendo, se va conformando nuestra personalidad, van apareciendo las primeras piezas. Cada situación de nuestra vida nos muestra un poco más de lo que somos, un poco más del milagro que se esconde tras nuestra piel. Cada pieza es única. Algunas son claras, otras confusas, tintadas de negro y tristeza o envueltas en momentos borrosos como tras una borrachera, llenas de luz, conflictivas, de diferentes formas y tamaños.

A veces insistimos en intentar encajar una pieza donde no corresponde (o debería decir “cuando” no corresponde), otras no nos damos cuenta que, para que esa pieza entre en nuestro puzzle, a lo mejor hace falta girarla, darle una nueva perspectiva. Hay momentos en los que son los demás los que ven antes que nosotros donde va esa pieza concreta, pero no se coloca hasta que nosotros no lo hagamos, ellos no pueden tocar nuestro puzzle.
Incluso,en ocasiones, tratamos de encajar piezas al revés porque no queremos volver a verlas... pero el tenerlas bocabajo sobre nuestra mesa lo único que consigue es que resalten sobre el resto consiguiendo un efecto contrario a la intención y haciendo que nos acordemos en muchos momentos de ellas.

Cada momento inolvidable es una de las piezas de este puzzle, del que no conocemos su imagen, pero del que nos han dado la garantía cuando lo compramos de que todo encaja.

La imagen final... ¿es nuestro destino?, no lo creo, pero si estoy seguro de que la imagen que se muestra es muy bella.

Muy probablemente nunca veamos el puzzle completo. Piénsalo, debe ser increíble tener esa sensación al final de tus días de que toda tu vida encaja, haber logrado encontrar el lugar de cada alegría y tristeza, dar sentido a las desgracias y disfrutar al máximo de cada momento feliz...y poder sentir que Tú y tu vida sois uno ¡y a pesar de todo mantener la sonrisa y una maravillosa paz!

Hasta entonces es necesaria una poca de imaginación para comprender que se esconde tras las piezas de nuestro puzzle.
Sólo Dios nos ve como puzzles completos desde el primer instante en el que existimos y ante eso poco puede hacer salvo amarnos, amar a cada hombre porque cada uno de nosotros esconde una maravilla ¿o tal vez lo ve porque nos ama?.

Y es que es posible que sólo aquellos que nos aman sinceramente descubren las figuras que para nosotros quedan escondidas y se maravillan ante la belleza del conjunto, donde nuestras líneas imperfectas sumadas a nuestras virtudes nos hacen realmente seres únicos de este mundo. Cuantas veces habremos escuchado la frase: “pero, ¿qué verá en él?”... tal vez lo que ve es una pequeña parte de la imagen que realmente es ÉL.

No olvides sacar la pieza que te deja cada momento que vives y buscar donde encaja en tu puzzle... pues cada momento que vives te acerca a lo que realmente eres

Emilio

miércoles, 21 de enero de 2009

Teletransporte

Estás con él pero haces como que escuchas a tu madre mientras voltea la tortilla que su marido (y tu padre) desmiga desganado en la barra, allí donde das vueltas al café entre susurros de tu amiga, reescribiendo sus silencios y suprimiendo toda la hojarasca previa.

A veces te sientes cansado. Te reclinas en esa silla poco agradecida que cambias, espontánea, por ese sofá corrosivo con el que empatizas junto a tus propios friends. Pero no es cierto, porque acabas de asestar cincuenta puntos y abres la puerta de tu casa entre amagos de quién sabe qué (Dicen que a buen entendedor pocas palabras bastan)

Quieres divertirte, aunque no sabes cómo, las opciones son infinitas cuando te pasas la vida repasando líneas estadísticas o puliéndote las del destino, culpa entonces de la Comedia aristotélica. Te interrumpes cuando entra el vecino insolente en el ascensor, cambias de marcha con dificultad (maldita cuesta), interpretas erróneamente los destellos vacilantes (era Petrarca) y sueñas psicoanálisis en la noche.

Me pregunto si vale la pena abarcar tanto si tu corazón no se ralentiza y te asfixias en la divina niebla que debería escupirte.

Vicky

domingo, 18 de enero de 2009

El viaje (II)

Daniel cerró los ojos con fuerza. Una vez más, como había hecho cada noche en la última semana, pidió que se cumpliese su deseo. Desde el invierno pasado no había vuelto a verlos y no podía pensar en otra cosa que no fuera que regresasen. Sus padres les habían asegurado que sucedería pero la estación invernal empezaba a agonizar y ellos no habían regresado. La llama de su esperanza se iba apagando.

Se levantó despacio tras acabar con sus oraciones y mecánicamente se dirigió hacia la ventana de su cuarto aguardando con la respiración entrecortada a verlos entre la oscuridad de la noche. La luz tenue de unas farolas dibujaba la silueta de los edificios que les separaban de los bosques vacios y oscuros. Siempre que los veía se sentía protegido a pesar de la frialdad de sus formas.

Nada. No los veía y por vez primera sintió como una lágrima de decepción surcaba su rostro y pensó que tal vez ya le había llegado ese momento del que hablaban los adultos: cuando los sueños se convierten en decepción y dejas de tenerlos para vivir el día a día con la resignación de la costumbre. No entendía muy bien que significaba pero en ese momento creyó que lo que sentía coincidía con lo expresado en ella.

Los objetos se desdibujaban ante sus ojos intentando no cerrarlos para no derrumbarse. Era ya demasiado mayor para llorar o eso le habían dicho. En ese esfuerzo se centró en la luz de una de las farolas más altas de la calle. Algo convertía su sereno fulgor en temblorosos destellos luminosos.

Se enjuagó los ojos y centró todos sus sentidos en esa dirección. Entonces…los vio. Venían en grupos desordenados. Los primeros eran pocos, parecían temerosos de lo que les aguardaba al final de su viaje pero pronto se vieron arropados por más que les animaban a seguir su camino.

El corazón henchido de alegría y una sonrisa de absoluta felicidad es lo único que les podía ofrecer como bienvenida pero aguardaba impaciente su encuentro con ellos al día siguiente. No sabía si podría dormir, lo que sí sabía es que todavía podía seguir con sus sueños pues si se piden de corazón y con sinceridad acabarían cumpliéndose.

A la mañana siguiente Daniel se despertó radiante y aún así temeroso de que todo fuese producto de su imaginación. Corrió hacia la ventana y allí estaban, aguardando pacientemente y en silencio a que los fuera a recibir.

Bajó a toda prisa mientras se vestía desordenadamente. No podía esperar más, ya había aguantado todo un año. Y es que mientras abría la puerta no podía dejar de gritar que había nevado y que cada oración suya se había convertido en unos copos de nieve que al fin habían regresado tras un largo viaje.
Vanesa

jueves, 1 de enero de 2009

un punto tras de otro

27 líneas interrumpieron por primera vez la lectura
Ahora vienen nuevas, que construyen frente a la destrucción intrínseca al hombre
un nuevo mundo de historias que aparecen cuando menos se esperan
del silencio de un alma enamorada, o del dolor de una separación,
del dialogo aquello que nunca responde y que insistimos en llamarlo vida
recuperando el valor de una lagrima
o incluso analizando alquímicamente lo insustancial: La felicidad

Muchos han sido los esfuerzos de dar con aquella materia comparada al oricalco
buscando en la insondable soledad del infinito
nadando en la profundidad del mar y sufriendo el dolor de su lejanía

La sabiduría recae en unos pocos maestros
y en un mundo imaginario y de sueños que se confunden con la realidad
donde no sobran palabras pues todas fueron escupidas
en una estación, en una vida
donde la muerte no puede continuar
pero sí “la otra muerte” llamada rutina

Dejando atado cada momento y cada recuerdo
que pugnan por salir de nuestra boca, adornados y bien vestiditos
pero algunos quedan en el centro de nuestra propio inexpugnable espíritu
y otros se muestran al mundo en constante cambio (sin saber hacia cuando)

Las vidas se entrelazan, tarde o temprano
y tratan de construir una frase que las resuma
sin darse cuenta que a veces uno mismo debe tomar las riendas
dando lugar a esos primeros borradores
que viajaran buscando sonrisas de niños
y un poema con el que enaltecer brindis y fiestas.

Y con este ya son 54 puntos que muestran de todo pero nunca llegan a nada
Salvo a ti, querido lector, amigo de párrafos suspensivos.
Emilio