martes, 16 de septiembre de 2008

¿Tienes aceite?

Lo sé, lo sé. Lo primero que nos viene a nuestra pervertida mente cuando leemos ese titulo es el de una tía buenorra (u hombre maduro y atractivo, sírvanse a voluntad) llamando al timbre de nuestra casa con una camisa larga a la que faltan por abrochar un par de botones dejando entrever un preciado canalillo... pero no, no os voy a hablar esta vez de sueños eróticos, de hecho me voy a mover en el campo de la inocencia de los cuentos, concretamente en uno de mis favoritos: el Mago de Oz.

El Mago de Oz es un cuento para niños lleno de mensajes para adultos. Unos personajes que conocen sus defectos se lanzan a una gran aventura en la búsqueda de una solución milagrosa siguiendo un camino que otros antes han recorrido y sorteando miles de obstáculos y peligros. Durante el trayecto, el lector descubre que todos ellos demuestran con creces poseer esas características de las que presumen carecer y que con tanta ansia quieren pedir al mago.

Hay un personaje del que me gustaría hablaros especialmente: se trata de “El hombre de hojalata”. Ese leñador transformado en hojalata por una bruja malvada y que ya no tiene corazón que ofrecer a su amada. Un hombre que técnicamente no puede amar pero que llora como el que mas y tiene mas sensibilidad que el espantapájaros, Dorothy, el león y Toto juntos. Y es que nuestro hombre de hojalata conoce algo de sí mismo de lo que ni tú ni yo solemos darnos cuenta y es:

Sabe perfectamente que se oxida y que de vez en cuando necesita aceite.

Porque amigos, todos de una forma u otra nos oxidamos, y no hablo únicamente de hacernos mayores (o viejos), si no de que nuestras esperanzas se corroen, nuestra vida se hunde en la monotonía y llega un momento en el que estamos hastiados de todo. Por eso debemos aprender del hombre de hojalata.
Es imposible no tener esos momentos malos, apagados, duros, tristes, cuesta arriba... pero lo que sí que está en nuestras manos es conocer el aceite que nos funciona y dar un poco a nuestra gente cercana para que sepa como ayudarnos cuando llegan uno de esos días.

En el fondo estoy hablando del diálogo con la vida que analizaba Iván en una entrada anterior. Cada uno de nosotros debe conocer el “aceite” que realmente le carga las pilas, que hace que crezca de nuevo la ilusión: un café con nuestro mejor amigo, ver el mar, detener la vida durante un rato y sacar tiempo solo para nosotros, realizar actos de solidaridad, participar en foros o blogs donde mostrar un poco de nosotros mismos, escribir un diario, ese abrazo o ese beso... se trata de probar, de buscar dentro de nosotros aquello que nos hace renacer, nuestras fuentes personales de la eterna juventud y una vez encontremos algunas... saber con qué personas compartir el poderoso secreto de “alegrarte el día”.

¿Tienes aceite?, si no es así... ¿a que esperas para descubrirlo?... y si lo tienes ¿a qué esperas para compartirlo?

Tienes más poder sobre la preciada felicidad de lo que imaginas.

Emilio

No hay comentarios: