miércoles, 11 de marzo de 2009

La noche/El día

Abandonó la cama en silencio, intentando no interrumpir su sueño. Tuvo que obligarse, no podía arriesgarse a esperar al último momento. Pronto sus ojos se abrirían.

El frío contacto del suelo con sus pies contrarrestaba el calor que aún guardaba de sus brazos. No podía entender cómo podía soportarlo día tras día, cómo había aceptado llevar esa clase de vida a su lado, cómo podría hacerlo en el futuro si es que había alguno…la felicidad de la noche desaparecía con la tristeza del amanecer pero, incluso, de esta manera aguardaba la esperanza del día en que finalizara aquello y se les diese la oportunidad de estar juntos.

Despacio, abrió la puerta que conducía al jardín. Era un lugar hermoso de grandes espacios y arbustos frondosos que ocultaba celosamente la privacidad de su dueño. Rompiendo la armonía de sus formas, un pedestal señalaba un pequeño manantial natural que se abría paso a través de unas rocas situadas tras la casa. Conocía demasiado bien ese lugar, demasiado bien…

Se volvió una vez más y miró hacia arriba. Todavía debía dormir. Es normal que se sintiese cansado, siempre estaba robándole horas de sueño por la noche. Un rayo de sol la hizo salir de su ensimismamiento. La sombría hierba se tornaba clara y eso significaba la muerte de la oscuridad por el triunfo de la luz.

Una vez más subió al promontorio y mientras miraba al agua sintió como su cuerpo pero no su alma quedaba petrificada intensificando el dolor que guardaba en sí y escuchando una y otra vez en su cabeza: hasta cuando…hasta cuando…

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El frío que sentía a pesar de la luz del sol que entraba por la ventana, hizo que despertara maldiciendo una vez más el estar solo bajo las sabanas. Abrazó la almohada. Todavía podía apreciar su aroma, esa fragancia fresca que hacia recordar en su memoria el sabor de sus besos, la ternura de sus caricias, el amor de su mirada…

Mientras se duchaba, intentaba recordar cuánto tiempo había pasado, cuánto habría de pasar, cuántas pruebas más habría de superar, cuánto dolor era capaz de aguantar….

Sabía que las respuestas no existían. Sólo había un pacto, una promesa, un juramento. A veces pensaba que la soledad, el deseo, la incomprensión de lo que sucedía le había vuelto loco. Cómo era llegó a ocurrir que un hombre como él que siempre se había dejado llevar por la razón, por la secuencia lógica de las cosas, creyese en esas historias de hadas, en esos sin posibles siempre posibles en las historias de amor…pero sí, lo creía y el calor de su cuerpo le recordaba todas las noches la cordura de su mente.

Bajó por las escaleras y, sin saber lo que hacía, sus pasos le condujeron hacia el jardín. El sol le nublaba la vista pero no era impedimento para que se detuviese. Las gotas de agua rozaron los dedos de sus pies dándole la bienvenida al único lugar que consideraba su casa, al único lugar en el que albergaba lo que más había amado en su vida.

Alzó la mirada y allí estaba su rostro, petrificado en una melancólica mirada hacia la nada. Nunca la había visto tan triste, tan frágil, tan dolida y sabía que él era la causa de esos sentimientos. Cogió su mano mientras una lágrima rodaba por su rostro preguntándose: hasta cuando…hasta cuando.
Vanesa

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