miércoles, 7 de julio de 2021

El ciclo de la vida

Hacía ya tiempo que nadaba junto a sus hermanas en un tranquilo lago protegido por un frondoso bosque. Los pequeños peces eran su única compañía. Le gustaba permanecer junto a la superficie para disfrutar de los sonidos de la naturaleza, de los seres que habitaban en ella. Se dejaba llevar con la mirada perdida hacia el cielo intentando interpretar las figuras de las nubes, imaginando el lugar al que van las aves que vuelan entre ellas, incluso, preguntarse si las personas que iban dentro de los aviones eran capaces de verla. En esos momentos podía decir que se sentía plenamente feliz y deseaba profundamente que nada cambiara nunca.

El Destino se aburría con la monotonía así que decidió intervenir jugando con ella y sus hermanas. De un día para otro, hizo desaparecer las nubes para mostrar un extenso lienzo azul junto con un sol implacable.

Al principio no le dio importancia, incluso disfrutaba del calor, pero cada mañana se despertaba con la ilusión de ver de nuevo las nubes sobre sí para volverse a decepcionar tras su ausencia. Era el sol quien seguía dándola los buenos días, quien la acompañaba en las horas diurnas y vespertinas. Solo la luna conseguí calmarla, dar una tregua a ese sopor que mantenía sus sentidos embotados y su mente en algún punto entre el sueño y la vigilia.

En ese estado hipnótico se encontraba cuando empezó a notar un cambio. Algo tiraba de ella hacia la superficie. Sorprendida, abrió los ojos y fue consciente, para su desconcierto, que ascendía por algo o por alguien que no era capaz de ver. Miró a ambos lados intentando pedir ayuda pues no era capaz de pronunciar palabra, pero nadie se cruzó con su mirada. Había perdido el control sobre su cuerpo; el miedo y esa fuerza desconocida la dominaban. De repente, empezó a desvanecerse sin dejar de elevarse. No podía pensar, no podía moverse, no podía sentir dolor, no sentía nada. La pérdida de conciencia la salvó de traspasar la puerta de la locura. Silencio.

Un escalofrío la hizo despertar. Nunca había sentido tanto frío como en ese momento. Había una especie de neblina a su alrededor que no la permitía distinguir nada que la ayudase a averiguar dónde estaba. El sitio era extraño, ella era una extraña. Le resultaba difícil pensar con claridad pues estaba confusa la mayor parte del tiempo.

Una noche todo cambió o al menos eso creyó en el estado caótico en el que se encontraba. Una luz iluminó todo por unos escasos segundos dejándola cegada y más atemorizada aún. No estaba sola. Junto a ella había otras, pero no entendía cuando llegaron o cómo lo habían hecho sin que lo hubiera percibido. Y, justo cuando iba a preguntarlas quiénes eran, el suelo empezó a ceder bajo sus pies. Todas intentaron asirse a algo en vano pues no había nada sólido a su alrededor. Sintió la fuerza de la gravedad sobre sí y empezó a caer. Solo entonces reconoció a sus hermanas y entendió que su sueño se había cumplido: llegó a ser nube. Cerró los ojos y, mientras caía, se sintió reconfortada pues comprendió que su muerte sería fuente de vida para otro, un fin y un principio.

Emaleth

martes, 8 de junio de 2021

La despedida

 Se sentó frente a la ventana a oscuras con la única luz de la luna como compañía. No recordaba cuanto tiempo había pasado desde que disfrutara de un momento a solas como éste.

Un rostro se dibujó en la superficie de la ventana. Viejos demonios del pasado que pugnaban por encontrar su sitio en el presente, pero no había ninguno donde hospedarse. Su corazón se negaba a proseguir con esa vieja historia que solo le había causado dolor y melancolía. Sí, tristeza por pensar en si las cosas hubiesen sido distintas, en si sus decisiones fueron las correctas, en si sus sentimientos nublaron sus pensamientos… y así una larga lista de si…

Maldito orgullo. Hubo una oportunidad tras años de idas y venidas, de encuentros y desencuentros, y de sus labios solo salió un “No, no es el momento”. Cuánto se arrepintió de esas palabras, sobre todo, al descubrir que su vida la estaba viviendo otra o, al menos, había conseguido lo que ella no pudo.

No era cierto. Dijo aquello porque sabía que él no creía en un ellos, en un futuro unido por un mismo camino y eso le dolió. Sin duda era la decisión acertada y, aun así, el pesar continuó en su corazón año tras año sin remitir lo más mínimo.

Sería cierto que lo amaba. Sí, lo aceptaba, aunque ese amor había mutado a algo diferente, a un recuerdo feliz y utópico de un pasado que no pudo ser pero que quiso ser a pesar de todo.

Hoy en día, cada uno tenía su vida y, sin embargo, seguían en contacto. ¿Amistad? No. Solo palabras manidas y formales en celebraciones y un sincero deseo de bienestar mutuo. ¿Evitaban el contacto? Tal vez sí o tal vez querían pensar que esa era la forma de evitar algo que nunca sucedería.

Lo sabía. Era el momento de despedirse de él, de su pasado, de sus encuentros, de sus sentimientos.  Su único anhelo era el de haber sido y ser el gran amor de su vida para confortar su alma fragmentada.

Se acomodó en el asiento y, mientras una lágrima surcaba su rostro, dijo adiós con la voz entrecortada por el dolor.

Emaleth

miércoles, 26 de mayo de 2021

Cada día que amanece...

 En algún momento ya hablé de la ansiada libertad que proclama con orgullo el individuo que nace en sociedad bajo el yugo de unas leyes y cultura ya preestablecidas a su nacimiento, pero me veo obligada a extenderlo debido a la situación actual. Recordemos, antes de empezar que todos tenemos derechos y deberes, aunque estos últimos son obviados en favor de los primeros.

Según la primera definición de la RAE, libertad es “la facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y no de obrar, por lo que es responsable de sus actos”. Esta última parte es clave, la que olvidan (entre otras cosas, me temo) los defensores de la misma. El individuo es libre y debe respetar unas normas, llámense obligaciones, para asegurar la libertad de sí mismo, de los demás y la convivencia entre todos ellos. El quebrantamiento de una norma es una decisión individual cuya consecuencia es conocida de antemano y, por tanto, aceptada de manera previa al acto. Al menos así debería de ser. Si ir de fiesta desoyendo toda prevención y normativa en una pandemia es libertad, también es parte de ella aceptar la multa por quebrantarla, asumir el posible contagio del virus para uno mismo y para el resto, admitir ser la causa de la muerte de otros, participar irresponsablemente en la saturación del sistema sanitario y, por tanto, empeorar la atención médica, así como alargar de una manera indefinida la permanencia de la enfermedad. Es innegable que hay muchas más implicaciones de distinta índole en las que ahora no me voy a detener, pero cabe destacar que para este tipo de personas la responsabilidad y culpabilidad siempre deriva en otros (usualmente y de forma poco original al Gobierno y los políticos). De ahí podemos considerar la séptima definición que obtiene la libertad según la RAE: “Condición de las personas no obligadas por su estado al cumplimiento de ciertos deberes” No hay nada más que añadir, señoría.

En conclusión, la libertad es algo más que la pretensión de hacer lo que me dé la gana cuando me dé la gana. Así pues, intentemos entre todos volver a esa libertad que reclaman esa parte de la sociedad, ya sabéis, a volver a quedar para beber y comunicarse a través de los teléfonos móviles, aunque todos compartan el mismo espacio…

Emaleth

lunes, 17 de mayo de 2021

El caso II (IV)

 

Relató lo sucedido a Mutter y ambos decidieron hacer una parada para comer y considerar pausadamente todo lo acontecido hasta ese momento. Fue una pérdida de tiempo: todo llevaba una y otra vez a la dirección del principio. Bueno, no tanto, ya que algo le indicaba que Mutter le estaba ocultando algo. Estaba seguro que sabía más de lo que decía, el por qué era lo que no tenía claro.

No había otra posibilidad. Ya no era cuestión de tiempo sino de posibilidades y de una inusitada curiosidad que había suscitado en él ese caso. Quería descubrir qué era ese lugar nexo de las dos familias enfrentadas y qué tenía que ver él con todo ello.

El coche arrancó sin que ninguno intercambiase palabra alguna. Ya se había dicho todo respecto al caso. El vehículo giró en varias ocasiones hasta que entró en un camino que conducía hacia los límites del barrio. Allí, junto a una frondosa arboleda, se hallaba una pequeña tienda; no podía ser más que la Librería.

Pararon frente a la puerta. Mutter miraba con fascinación la fachada. Estaba abstraída, como si no fuera capaz de asimilar que por fin estaba en aquél lugar. Debía ser rápido. Antes de que resurgiera de su ensimismamiento, salió del coche y, con precisión metió un llavín en la cerradura y lo partió. Después se dirigió a la puerta junto a la que estaba sentada Mutter fingiendo abrirla la puerta e hizo lo mismo. El conductor, al darse cuenta de la maniobra, intentó salir del coche, pero no lo dio oportunidad. Lo golpeó con la propia puerta y, antes de que lo intentara de nuevo, lo noqueó con un puñetazo. A continuación, corrió hacia la Librería como alma que lleva el diablo. Por fin, estaba cerca de resolver el caso.

Entró un tanto desorientado. Una campana sonó sobre él y, de repente, una gran luz lo cegó. Mientras intentaba recuperar la visión escuchó una voz que reconoció de inmediato.

¾Me sorprende gratamente verte aquí¾dijo la voz¾. Nunca pensé encontrarte aquí¾comentó con un claro tono de regocijo.

¾¿Qué quieres de mí? ¿A qué te refieres?¾ preguntó alarmado intentando tapar con su brazo la luz que lo deslumbraba.

¾¿Realmente me lo preguntas?¾respondió con ironía¾. ¿Acaso es frecuente verte en una librería?¾preguntó a su vez.

¾No sé de qué me hablas¾contestó¾. Cuentas con ventaja, seguro que los dependientes o Mutter ya te han informado sobre mí. Déjate de juegos y dame lo que he venido a buscar. Hazlo y me iré sin causar problemas.

A penas acababa de pronunciar esas palabras cuando la luz se intensificó y un agudo pitido empezó a sonar en su cabeza. Intentó taparse las orejas con las manos, pero el sonido era demasiado intenso. Empezaba a marearse. No, no podía acabar así.

¾¡Dámelo!¾gritó con las últimas fuerzas que le quedaban. Después cayó inconsciente.

 

¾¡Calvin! ¡Calvin! ¿Estás bien?¾preguntó una voz familiar con preocupación.

Abrió los ojos y vio a su madre, Mutter, zarandeándolo. Junto a ella estaba su maestra, la clienta, hablándola.

¾No sé qué ha pasado¾decía asustada¾He llegado y al verlo le he dicho lo sorprendida que estaba de verlo. Acto seguido ha empezado a gritar como un loco ¡dámelo! ¡dámelo!

Calvin entonces lo comprendió todo: se había quedado dormido en la sala de lectura que tenía la librería intentando acabar de leer el libro sobre el que debía hacer una redacción para el lunes. Cerró el libro y allí estaba en la portada el nombre que se repetía en sueños, el libro que tanto fantasiosos como pensadores buscaban.

Sonrió, esa noche volvería a la Librería, se enfrentaría al caso, a la clienta, a Mutter, a las familias Mighty y Wisdom y nada ni nadie podría detenerle…

Fin

Emaleth

martes, 11 de mayo de 2021

El caso II (III)

 Al llegar, no lograba apartar la mirada de la impresionante fachada neoclásica del edificio. Cuando se acercó al escaparate pudo apreciar cuidadas obras de grandes científicos y pensadores tales como Newton, Lavoisier, Aristóteles o Kant. Todas estaban sobre pequeños caballetes rodeados por pequeños instrumentos como astrolabios, probetas o cámaras fotográficas a modo de decoración.

Entró junto a Mutter y, mientras ella preguntaba por un tomo del filósofo romano Boecio, observó cada elemento que se hallaba a su alrededor. Las estanterías estaban repletas de libros divididos por temáticas, con ordenación alfabética y tomos de una misma escala cromática. No había ningún libro que tuviese una ligera inclinación ni que sobresaliera o destacara de los demás. Era un ambiente artificial, frío y aburrido.

Disimulando su aversión, se dirigió a uno de los dependientes más próximos que era igual de neutro que todo lo demás. Podría haber pasado por un maniquí de cualquier gran almacén. Lo saludó con un leve gesto de cabeza y extendió una tarjeta donde se podía leer su nombre y cargo a modo de presentación. En silencio, él la recogió y de inmediato esbozó una sonrisa que le puso los pelos de punta: parecía inhumana.

¾Buenos días señor Miracle¾dijo sin entonación¾. Es un placer conocer al nuevo profesor adjunto de la universidad. ¿En qué puedo ayudarlo?¾preguntó servicialmente.

¾Buenos días¾respondió amablemente con una sonrisa¾Acabo de llegar de un interesante viaje por las ciudades más antiguas de Europa. Durante el mismo, distintos sabios estudiosos de los misterios aún sin descifrar de la historia y de la humanidad me hablaron de una misma obra perdida. Ninguno conocía su contenido con seguridad, aunque todos coincidían que quien lo tuviese en su poder podría cambiar el rumbo del mundo tal y como lo conocemos.

¾Parece hablar de algo demasiado vago e impreciso. Me atrevería a decir que tiene más que ver con algo relativo a la magia¾dijo con un tono despectivo¾. Creo que se ha equivocado de lugar. Si me disculpa…

¾Me temo que debo insistir¾dijo con gran seriedad¾. No creo equivocarme de lugar, aunque tal vez sí haya sido un tanto impreciso y misterioso a la hora de hablar de ello. El nombre del libro en cuestión está en el reverso de la tarjeta. Si pudiera echarle un vistazo discretamente…

El dependiente asintió complaciente y giró la tarjeta. Cuando la leyó, su mano empezó a temblar ligeramente mientras su cara reflejaba sin disimulo su sorpresa y, probablemente, temor. Sí, era temor lo que transmitía. Parecía que su intuición lo había guiado una vez más correctamente.

¾Si me disculpa un momento, debo consultar a mi superior¾dijo con voz entrecortada¾. Volveré enseguida.

Entretanto, Mutter, que todo lo observaba, le indicó que lo esperaba fuera. La cosa parecía ponerse fea y no quería que lo relacionasen con él.

Tras unos incómodos minutos de espera, el dependiente apareció de nuevo.

¾Nosotros no podemos ayudarlo. Coja esta tarjeta y acuda a la dirección indicada¾dijo tendiéndole una tarjeta negra con llamativas palabras doradas¾. Allí lo entenderá todo.

Cuando alzó la vista, el dependiente ya no estaba. No le importó porque lo transcendente estaba entre sus dedos. La dirección era la misma escrita por la mujer que le encargó el caso. Todavía conmocionado por el descubrimiento, salió del local y montó presurosamente en el coche.

¾Vayamos a la otra librería¾dijo rápidamente¾. Te lo contaré por el camino.

Ella aún seguía sorprendida cuando llegaron a la librería del señor Mighty. Sin embargo, esta vez prefirió esperar en el coche. No le importó.

Antes de cruzar la puerta, se obligó a mirar el escaparate. Sin duda era enormemente abrumador. Los colores y las ilustraciones de los libros lo cautivaban de una forma magnética. No tenían necesidad de complementos u adornos para atraparte. Entre ellos, puedo ver las obras de Tolkien, de Julio Verne, incluso de Lovecraft. Por un momento olvidó su cometido y entró gratamente sobrecogido. Dentro continuaba el espectáculo, era difícil concentrar su mirada en algún lugar determinado. Podría allí pasarse horas y horas sin ningún atisbo de aburrimiento: libros entre figuras de dragones, de héroes, de seres mitológicos…

Una voz lo sacó de su ensimismamiento. Era la voz de una mujer joven con una vestimenta desenfadada y alegre.

¾Buenos días¾dijo alegremente¾¿Puedo ayudarlo en algo?

¾Buenos días¾ respondió sonriendo¾En primer lugar debo felicitarla por el estupendo lugar en el que me hallo¾dijo mientras ella le devolvía la sonrisa¾Lo segundo es presentarme adecuadamente. Tome mi tarjeta¾dijo tendiendo la misma que en la librería anterior.

Ella se asombró al leer el cargo que ostentaba. Lo hizo sin disimulo alguno, pero no trató de cortar la conversación o invitarle a salir de la tienda.

¾Acabo de llegar de un viaje por las ciudades más antiguas de Europa¾dijo utilizando el mismo argumento que anteriormente añadiendo algún pequeño cambio¾. Durante el mismo, entre las ruinas de distintas civilizaciones, un idéntico nombre se repetía escrito en ellas¾confesó haciendo una pausa para comprobar que tenía su total atención¾. Indagando entre los hombres más sabios de cada lugar, pude averiguar que era el nombre de un libro cuyo contenido podría cambiar el mundo tal y como lo conocemos.

¾Es una historia realmente fascinante¾dijo la chica con los ojos brillantes de la emoción¾. ¿Podría conocer el nombre de tal obra?¾preguntó tímidamente.

¾Sin duda¾respondió¾He aquí en el reverso de la tarjeta donde puede leerlo. Si pudiera ser discreta, se lo agradecería¾dijo buscando su complicidad.

¾Por supuesto¾contestó. Tras leerlo, enmudeció y su piel palideció. Visiblemente alterada, se disculpó y desapareció durante unos minutos igual que su predecesor.

¾Disculpe la espera¾dijo cuando regresó¾no podemos ayudarlo con su búsqueda. Sin embargo, le entrego esta tarjeta con una dirección donde sin duda encontrará las respuestas a su búsqueda.

Agradeció su ayuda y se dirigió hacia la salida. Mientras lo hacía, pudo comprobar una vez más que era la misma dirección escrita en la primera de las tarjetas. Se preguntó por qué tanto misterio o qué o a quién encontraría allí.

Emaleth

lunes, 3 de mayo de 2021

El caso II (II)

 

La luz tenue del amanecer asomó tímida por los ventanales de la habitación. Encima de la cama estaba tendido un traje bien estirado, impecable. Chaqueta y pantalón de corte recto cuyo color azul oscuro aportaba sobriedad, y sus rayas la modernidad de un hombre del presente. Camisa blanca, lisa; unos gemelos negros enmarcados en dorado como único adorno a juego con el pañuelo que sobresalía del bolsillo de su chaqueta. Para los pies, unos zapatos sencillo negros con cordones del mismo tono que el traje.

Él ya se había levantado hacía tiempo. Salía del baño cuando los rayos del sol ya alcanzaban toda la habitación. Miró con aprobación su elección y comenzó a vestirse. Estaba terminando de atarse los zapatos cuando escuchó un motor bajo su ventana. Era el momento de partir e intentar resolver el misterio.

Salió con paso decidido para encontrarse con ella. La sonrisa sorprendida que dibujó su cara al verlo confirmó su acertada elección. Un saludo, una invitación a entrar en el coche y partieron camino al Barrio de las Letras.

¾En breve el paisaje cambiará. Verás menos edificios altos y más espacios verdes. Es un lugar para disfrutar, para escapar del ambiente asfixiante de las grandes ciudades y deleitarse tanto de la naturaleza como de la cultura¾dijo entusiasmada.

¾Se te olvida el de maquinar misteriosos planes ¿no?¾la interrumpió con una sonrisa encantadora.

¾Algo así, pero para eso cualquier sitio vale. Debes saber que también es llamado el Barrio de las Librerías puesto que la mayoría de sus establecimientos están dedicados a los libros. Las hay de especialidades, de incunables, de magia, de ciencia… de todo lo que seas capaz de imaginar, pero lo curioso es que todas ellas pertenecen a dos familias distintas¾dijo.

¾¿Solo dos familias? ¿Cómo es posible?¾preguntó con curiosidad¾. No me digas que pasa como en el mundo de la mafia: dos familias enfrentadas por algún tipo de asunto mercantil, amoroso o ambos.

¾Más o  menos¾dijo riéndose sorprendida por la comparación¾. En realidad, se enfrentan por ver quién es capaz de ganar más lectores que más tarde se convertirán en sus acólitos. Lo sé¾dijo tras mirar su rostro de perplejidad¾, no suena muy emocionante pero así es.

» La familia Mighty posee las librerías especializadas en temas fantásticos, mágicos, de aventura, mitología…en definitiva, todos los temas que tu imaginación sea capaz de alcanzar. Sin embargo, los Wisdom poseen las colecciones culturales y científicas más exclusivas de todo el país¾dijo.

¾Entonces, sigo sin entender el problema, la rivalidad entre ellas¾dijo volviendo a parar el relato de Mutter contrariado por lo que estaba escuchando.

¾Déjame que te explique¾respondió pacientemente¾. Ya te conté que otro de los elementos destacables de esta zona es el gran número de residencias estudiantiles existentes puesto que aquí se sitúa la universidad más importante del país que, como imaginarás, pertenece a la familia Wisdom. Solo los estudiantes con mejores notas, con un expediente impecable y con un amor puro hacia las ciencias pueden hallar una plaza tras sus puertas¾mientras decía esto alzó la mano con la intención de tranquilizarlo y evitar que la interrumpiera de nuevo¾.Sigues sin entenderlo, así que ahora es cuando me remonto a los orígenes de los fundadores de las librerías para que empiece todo a tener sentido.

» Hace años, como pensabas, hubo un enfrentamiento, pero no del tipo que crees. Storm Mighty y Owl Wisdom nunca fueron amigos en realidad. Ambos estudiaban en la misma universidad y eran talentosos estudiantes. No solían coincidir en ninguna asignatura porque su elección siempre era diferente a excepción de una: cultura clásica. Mientras que el primero entendía la imaginación y los mitos como la inspiración y motor del progreso, el segundo lo juzgaba como una distracción y una pérdida de tiempo para el mismo. Los trabajos trimestrales fueron su inicial campo de batalla. Protagonizaban arduas y vehementes discusiones que solo conducían a acrecentar la aversión que se tenían. El proyecto final de sus respectivas carreras significó la ruptura del escaso entendimiento que había entre ellos. Owl se mofó en público de las tesis de Storm quien solo podía defenderlas mediante el principio de causalidad que se daba, en su opinión, entre la imaginación y los logros científicos. Desde ese día Storm fue apartado del campo académico así que juró que formaría a los mejores de cada especialidad alimentando los límites de la razón para sobrepasarla y avanzar más allá. “Sueña y avanza” es el lema del Centro de Enseñanzas Superiores que existe no muy lejos de la Universidad de las Ciencias¾hizo una pausa para comprobar si estaba escuchando.

¾Continúa¾confirmó con gran interés. Nunca había escuchado algo semejante.

¾De acuerdo¾dijo¾. Desde entonces las librerías son el punto de captación de aquellos estudiantes que, a pesar de su talento, no han decidido su futuro académico.

¾Y, ¿quién va ganando por ahora?¾preguntó con curiosidad.

¾Nadie lo sabe puesto que guardan la identidad de sus estudiantes con gran recelo e, incluso, se dice que con el paso de los años fueron adaptando estructuras propias de logias secretas, aunque quién sabe si es verdad.

 ¾Entiendo¾dijo distraído¾. Se me ha ocurrido algo que podría funcionar, pero para ello tenemos que visitar una librería de cada familia.

¾¿No quieres que vayamos directamente a la dirección que mencionaste por teléfono?¾preguntó un tanto intrigada.

¾Sí, pero algo me dice que debo ir a pesar del poco tiempo que queda¾respondió ocultando su entusiasmo por conocer las librerías.

¾¿A cuál deseas ir primero?¾quiso saber sin más. Decir a los demás lo que debían hacer no iba con ella.

¾A una librería que pertenezca a la familia Wisdom¾respondió con firmeza.

¾Ya lo ha escuchado ¾dijo dirigiéndose al conductor¾Llévenos hasta la calle Knowledge.

Emaleth

lunes, 26 de abril de 2021

El caso II (I)

 

Era una tarde lluviosa como cualquier otra. El humo de un cigarro y el tintineo de un par de hielos como banda sonora eran suficientes para transformarla en buena. Al menos eso pensaba hasta que unos tacones delataron una presencia en el pasillo. No podía significar otra cosa más que trabajo y si provenía de una mujer la palabra peligro se añadía a la ecuación.

La puerta se abrió. No se inmutó, le gustaba tomarse su tiempo antes de observar a un posible cliente. Sin embargo, sentía su inquietud, su impaciencia: no tenía tiempo para escenografías. La puntera de su pie derecho marcaba una rápida melodía que solo su respiración agitada era capaz de seguir. Debía cesar de su actitud y no demorar más el encuentro.

Alzó la vista intentando ocultar la mirada bajo la sombra del ala de su sombrero. Fue un acierto para disimular el asombro que le produjo la imagen que tenía frente a él: mujer de mediana edad, complexión enjuta y aspecto desaliñado. El maquillaje no era capaz de esconder las profundas ojeras que marcaban sus ojos ni las numerosas arrugas de su rostro. Sin duda debía pasar en un momento de gran estrés, aunque lo que llamó realmente su atención fue que, bajo esa aparente fragilidad, su mirada revelaba una determinación y autoridad inquebrantables.

Sin mediar palabra se aproximó hacia la mesa y con un gesto rápido posó una tarjeta. Unas letras negras sobre fondo blanco formaban un nombre, una misión y una dirección.

¾El lunes volveré por un informe acerca de lo que encuentre ¾ dijo, con una firme mirada que pareció atravesar su sombrero ¾. Es todo el tiempo del que dispone ¾ concluyó. A continuación, se dio la vuelta y se marchó.

El desconcierto lo dejó inmóvil durante unos segundos. Pero, ¿qué había pasado? Ni siquiera había tenido la oportunidad de aceptar o denegar el trabajo fuese cual fuese con tan insignificante información. Tampoco habían hablado de sus honorarios. Indignado, tomó de nuevo el vaso mientras jugaba con la tarjeta en la otra mano. Sin duda había sido una orden, no una petición. Pero, ¿por qué?, ¿quién era esa mujer? A pesar de su aparente fragilidad transmitía un fuerte mando de poder e, incluso, una prepotente superioridad. Era una mujer que no estaba acostumbrada a una negativa y algo le decía que le sería imposible escapar de su red.

El tiempo suponía un problema. No le gustaba que le delimitaran pautas o límites y aún menos un caso que asemejaba a un acertijo más que a una misión donde el objetivo, el enemigo y la chica quedaban claros desde el principio. No eran tópicos, siempre había esos tres elementos al igual que los motivos: dinero, amor y venganza causada por cualquiera de los otros dos.

Miró de nuevo la tarjeta. Su intuición le decía que el peligro y los problemas vendrían si no lo llevaba a cabo. Ella nunca se equivocaba. La dirección no le decía nada. Estaba acostumbrado a deambular por los barrios más peligrosos de la ciudad o los más ostentosos y éste no pertenecía a ninguno de ellos. Necesitaba ayuda y sabía exactamente la persona indicada a quién pedírsela.

Descolgó el teléfono y tras hablar con una operadora, oyó la más que conocida voz de una mujer.

¾Poco tiempo ha pasado desde tu última llamada. ¿Qué necesitas ahora?

¾Un buenas tardes o me alegro de oírte sería más apropiado, pero en fin… quién soy yo para juzgar…

¾Déjate de monsergas que ya nos conocemos.

¾Tienes razón, nunca te he podido engañar. Tengo un nuevo caso entre manos y necesito de tu servicio.

¾¿Qué es? O mejor dicho, ¿de quién es el encargo?¾ dijo intentando ocultar su incipiente interés.

¾Sabes que no es mi estilo desvelar la identidad de mis clientes. No insistas porque esta vez te puedo asegurar que no te serviría de nada¾. Introdujo una pausa teatral para acrecentar su curiosidad¾. Desconozco toda información relevante incluido el nombre, aunque…. tal vez tú sí que sepas quien es si es cierto que conoces a todos los de esta ciudad tal y como pregonas.

¾¿Crees que miento?¾dijo con un tono entre irritado y amenazante¾.No me ofendas. Te he demostrado con creces todos estos años de lo que soy capaz, pero no quiero enfadarme. Tienes la suerte de que has despertado mi curiosidad. ¿Qué me puedes contar de ese cliente tan misterioso?

¾No mucho y disculpa, no era mi intención ofenderte¾ dijo con un tono lo más inocente posible; el misterio es algo a lo que no podemos resistirnos y jugar con esa baza siempre funcionaba¾. Apenas puedo describírtela, nuestro encuentro fue tan repentino para mí como breve para ambos. Era una mujer enjuta, de mediana edad. Su pelo, recogido en un moño un tano descuidado, dejaba entrever varias canas. Mirada penetrante, un tanto dictatorial. Me atrevería a decir que estaba acostumbrada a mandar y a recibir pocas negativas a sus peticiones. No sé si todo esto te sirve, pero apenas puedo recordar algo más.

¾Veo que sigues con tu estúpido ritual de hacerte el interesante con los clientes. Supongo que hay cosas que nunca cambian ¿verdad?, pero ¿estás realmente seguro que no puedes acordarte nada más?¾preguntó con un tono de desconfianza.

¾Hay cosas que nunca cambian¾respondió con tono divertido¾. Respecto a la mujer, me fijé cuando dejó la tarjeta sobre la mesa porque me llamó la atención un par de manchas blancas sobre los dedos índice y pulgar. Una era más leve que la otra, aunque no identifiqué lo que era. Tal vez con la dirección que hay en la tarjeta puedas ubicarla¾.Tras dársela, suspiró para sí y cruzó los dedos esperando recibir respuesta para ambas cosas: la identidad y el barrio al que debía acudir.

¾La descripción, las manchas y la dirección parecen señalar a una sola persona¾contestó de una forma cautelosa.

Se sorprendió al escucharla. Parecía que se resistiese a continuar. Realmente le preocupó. Mutter no era una mujer que tuviera miedo de nada ni de nadie. Prefirió mantener silencio para que continuara cuando estuviera preparada, no tenía ningún sentido meterla presión, en el fondo, se conocían de hacía muchos años y nunca lo había dejado tirado. Sabía que esta vez tampoco lo haría.

¾No puedo darte lo que me pides, es alguien con mucho más poder que el mío¾reconoció con pesar¾.Ten cuidado, te estás metiendo en terreno pantanoso. No sé qué te ha pedido ni quiero saberlo, pero si quieres salir de ésta has de cumplir el cometido y hacerlo rápidamente¾dijo antes de enmudecer.

En conclusión: era un caso peligroso donde no cabía la posibilidad de dar marcha atrás y, lo que le causaba más temor, la oscuridad no se disipaba por lo que no tenía otra opción que la de participar fuese cual fuese el juego en el que lo habían metido.

¾¿Sigues ahí? ¿Me estás escuchando?¾preguntó inquieta. 

¾Sí, sí, tranquila. Estaba pensando en todo lo que me has dicho¾respondió meditabundo¾.No voy a insistirte en su identidad, no serviría de nada y el tiempo no me sobra, aun así necesito pedirte un último favor. Desconozco la parte de la ciudad a la que pertenece esa dirección. No me encuentro muy cómodo añadiendo otra incógnita más y me preguntaba si…

¾Ya, ya…corta el rollo¾dijo interrumpiéndolo¾.Si quieres que sea tu guía, estaré a tu disposición. La calle pertenece al Barrio de las Letras. Es uno de mis lugares favoritos, me encanta pasear por sus calles y disfrutar del ambiente tranquilo que allí se respira. Eso sí, sería conveniente que cuidaras tu aspecto si quieres pasar inadvertido.

¾¿Mi aspecto? ¿Qué le pasa a mi aspecto?¾ preguntó ofendido. Los comentarios referidos a sí mismo le suscitaban una gran irritación que apenas podía o quería disimular.

¾Cálmate¾dijo mientras sonreía por dentro¾. Este barrio es frecuentado por intelectuales, en su mayoría profesores, y por estudiantes que viven en las distintas residencias que hay por sus alrededores. Alguien con tu gabardina, tu sombrero y tus incisivas preguntas llamarían bastante la atención.

¾Está bien. No hay problema. Me encargaré de ello¾dijo. Sabía que tenía razón y esa misma noche lo dejaría todo resuelto¾. Tengo de plazo hasta el lunes por lo que mañana sería un buen día para una visita.

¾¿El lunes? ¾ preguntó sorprendida¾. Siento decirte que solo dispones de dos días para dar con tu objetivo o lo que sea que tengas que hacer. El domingo está todo cerrado, a penas podrás ver a alguien paseando entre sus calles y menos con el tiempo que últimamente sufrimos.

¾¡Dos días!¾exclamó. Otras veces se había sentido presionado, pero en esta ocasión la incertidumbre acrecentaba la ansiedad desde el mismo inicio de la misión.

¾Mañana pasaré a recogerte a primera hora de la mañana¾dijo¾. Vístete bien, procura hablar poco si nos encontramos con alguien y, lo más importante¾hizo una pausa para subrayar la seriedad de sus palabras¾no me dejes en ridículo ¿entendido?

¾Entendido. Hasta mañana¾dijo despidiéndose. Acto seguido colgó de mala gana. Nunca en su vida le habían afeado por su comportamiento o su adaptación a las situaciones que se le presentaban. La demostraría que esta vez tampoco sería la primera.

Se llevó el vaso a los labios cerrando los ojos para disfrutar de los intensos matices del dorado licor. Una pausa, solo una pequeña pausa para organizar sus pensamientos, calmar sus nervios y empezar los preparativos para el día siguiente.

Emaleth