jueves, 24 de febrero de 2011

Y morirá...

Qué es la libertad es la pregunta inicial con la que se pone en contacto al joven estudiante con la filosofía. Su primer acercamiento al pensamiento, a la reflexión. Todos creen saber la respuesta y la arrogancia de la juventud no les deja ver las distintas posibilidades que ondean en el horizonte. Tampoco les importa, tienen todo cuanto desean y limitan su libertad a los horarios y mandatos paternos.

El primer contacto con la filosofía no les descubre nada pues todo lo saben y esa asignatura no es más que algo que deben aprobar para seguir pasando de curso. Para qué intentar entenderla si no existe, si no tiene ninguna práctica en la realidad y el que la estudia no es más que un loco y alguien raro sin amigos. Algún loco sí que hay pero el problema de una conversación no es la locura, son los distintos puntos de vista, el análisis que hace imposible el entendimiento entre ambas posturas.

Libertad: opción a elegir. Nada más. ¿Un poder ilimitado? Parece sencillo si no tomamos en cuenta el ámbito en el que vivimos: la cultura, la sociedad, la política, la economía, la familia…y aún más si olvidamos que cada acto fruto de una elección produce innumerables e indescifrables consecuencias.

La libertad solo es un problema más entre tantos a los que deben y deberán enfrentarse en el futuro. Su vida hedonista acabará y entonces se preguntarán quienes son en un mundo que les es ajeno, al que temerán y todo habrá sido por no intentar comprenderlo. La arrogancia morirá junto a la juventud y el orgullo será la única causa que no le permita mirar atrás intentando alcanzar a ver lo que antes no tenía sentido alguno para él…
Emaleth

viernes, 18 de febrero de 2011

La oscuridad

Al amanecer miró hacia sus hermanas. Solo las más próximas a ella eran visibles. ¡Cómo había pasado el tiempo y cuánto habían cambiado las cosas! En su niñez, solía pasar las horas abstraída contemplando cuanto la rodeaba. Las horas se transformaban en minutos y, éstos, en segundos. Le gustaba enormemente observar cada uno de los pequeños cambios que se producían en los seres vivos a través de las estaciones y, con ellas, de los años.

Todo empezaba con una pequeña simiente y, a partir de ahí, una hermosa pugna por sobrevivir a las adversidades de la vida. En silencio, se repetía cuánto le hubiera gustado pasar por ello. No es que a ella no le afectara, solo que el proceso parecía ser más largo e inmutable.

Lo deseó fervientemente hasta que esos seres vivos fueron disminuyendo, hasta que el asfalto cubrió la superficie, hasta que los edificios ocultaron los árboles, hasta que una neblina tóxica cegó sus ojos. Nunca se había sentido tan sola y aislada.

El amor se convirtió en odio y su deseo cambió: deseaba vivir hasta contemplar el final de esos descreídos egoístas llamados humanos. Ya no alzaban la vista hasta ellas, ni solicitaban su ayuda, incluso, los marineros habían olvidado elevar la vista en mitad de las inconmensurables aguas negras.

Hasta entonces, solo podía esperar, intentar ver algo aquellos días en que los cielos no estaban cubiertos de sombras, disfrutar de las pocas hermanas que tenía alrededor y disfrutar de aquellas historias reconfortantes del pasado cuando las estrellas eran algo más que un simple adorno en la inmensidad del universo.
Emaleth

domingo, 13 de febrero de 2011

Los antihéroes VI

Haijó y Cal-hamar iban cargados con bombas de aceite. Estaba claro quién iba a correr más riesgo a pesar de la “protección” del resto con los arcos y las magias.
Ceylan los tranquilizó y, junto a Jaheira, saldrían ambas para lanzar a la vez una descarga de rayos y una bola de fuego que permitiesen dar tiempo a éstos para prepararse y abrasarle de forma continuada. Mientras, Ashram cogería cobertura para poder combatirlo con sus flechas.

*****

Dicho y hecho. Con gran arrojo salieron todos dando una pequeña esperanza a Aker. Claro, que una cosa era la intención y otra la destreza con sus respectivas habilidades…
*****

El comienzo prometía. Desde la lejanía ambas lanzaron sus magias mientras Cal-hamar y Haijó corrían por la cubierta para tomar sendas posiciones para la batalla. Ashram se concentró y cargó su arco con una doble fecha para intentar causarle el mayor daño posible. Era difícil controlar al enemigo puesto que con pocos pasos recorría toda la cubierta de manera muy rápida.

Los ataques de lejos impactaron en su cuerpo. Un horrible rugido surgió de su boca y su reacción no se hizo esperar. Su vista se centró en Cal-hamar quién apenas tuvo tiempo de esquivar la arremetida del troll. Fue la oportunidad de Haijó: rápidamente cogió una de las bombas de aceite para hacerla estallar bajo los pies del monstruo. Había que coger de nuevo cobertura.

Mientras, a espaldas de la bestia, Cal-hamar aprovechó para lanzar otra más. Pero el destino quiso frenar la buena racha de los valientes guerreros. Calculó precipitadamente la fuerza que necesitaba: la bomba surcó el aire en una parábola demasiado larga rompiéndose justo al lado de Haijó quién no pudo más que echar a rodar por el suelo para evitar que el fuego tocara cualquiera de las demás bombas que llevaba encima.

Un preciso rayo de Jaheira junto con una flecha de Ashram evitó que un pie pisoteara el cuerpo tendido en el suelo. Esta vez Cal-hamar pudo resarcirse de su error y no fallar en el blanco. El fuego ardió rápidamente por su cuerpo facilitando el ataque unánime de todos los componentes del grupo.

En unos instantes todo acabó, las redecillas finalizaron y todos descansaron animados por la vista de la costa en la lejanía. Seguro que todo iría mejor en la próxima aventura…o por lo menos no podría ir peor…
Fin
Emaleth

jueves, 10 de febrero de 2011

Los antihéroes V

Cal-hamar miró escaleras arriba. En la cubierta había algo. No sabría decir que podía ser, su percepción nunca había destacado por ser precisa pero si él podía escucharlo debía ser algo muy grande…
Con gesto preocupado, se volvió al grupo. Solo pudo ver caras de desánimo y alguna sonrisa mal disimulada de Ashram hacia Haijó. Ya se ocuparía de ese elfo inútil en su momento. Mientras, con un solo gesto se ocupó de avisarles de lo que todavía estaba por venir…

*****

“Animado” por sus compañeros, Ashram ascendió silenciosamente las escaleras o eso al menos pensaba él. Sus cuidadosas pisadas eran igual que trotes cochineros para los oídos de cualquiera que estuviera medianamente sordo. Tras él, un gran espacio demarcaba la separación con un grupo que lo veía como portador de muerte y foco de desgracias. Escucharlo, hizo anidar una chispa de esperanza en sus corazones. Tal vez, la luz que iluminaba el final del trayecto trajese buenas noticias.

*****

Superó la imperante necesidad de mirar atrás y se concentró en palabras de ánimo para superar su miedo: ya no servía de nada lamentarse por no haber prestado anteriormente atención a la cubierta y en sus posibles lugares de escondite. Una vez más debería fiarse de su instinto de supervivencia. Al pensarlo, un escalofrío le recorrió desde la cabeza a los pies…

En un lateral de la puerta aguardó agazapado para que sus ojos se acostumbrasen a la nueva luz. La cubierta parecía desierta aunque sobre ella se percibía un leve temblor acompasado. Todo indicaba que debían ser pasos, el problema era averiguar de qué sin asomarse demasiado.
De repente, un goblin apareció corriendo ante él y, antes de que pudiera alcanzar la borda, una gran mano le alcanzó partiéndole en dos. La situación no podía ser mejor para rematar la mañana: un troll cabreado. Aunque había una buena noticia: su tamaño hacía más difícil fallar.

*****

La noticia conmocionó al grupo: estaban demasiados cansados y desanimados para seguir, pero no había otra salida. Jaheira recordó el libro que había encontrado anteriormente y que versaba sobre las diferentes criaturas que existían en Tierra Media. En él, el fuego era el arma principal para poder enfrentarse a un ser así. Por suerte, las armas las tenían, ahora solo debían tener un poco más para usarlas en su contra. (Continuará...)
Emaleth

miércoles, 9 de febrero de 2011

Los antihéroes IV

¡No podía creer que tuviese un zombi al lado suyo y no haber olido su pútrido hedor! Aunque teniendo a Haijó al lado podía haber una explicación…Rápidamente puso en práctica su gran técnica de batalla: echar patas para dejar paso a los luchadores cuerpo a cuerpo. No era un cobarde, solo alguien que valoraba mucho su pellejo y creía ser más útil en la lejanía bajo la protección de su arco.

*****

¡Joder con el puto elfo! Ya lo había vuelto a hacer. No había terminado de blandir su hacha contra la piel infecta de esos engendros, y ya había huido a esconderse tras las mujeres del grupo. Claro, que él no sabía diferenciar a los elfos de las elfas, le parecían todos iguales: femeninos y delicaditos con sus trencitas y cancioncitas bajo los árboles. Menos mal que ya se oía los rugidos de Cal-hamar tras de sí y, aunque no tenía cerebro, era valiente y medio diestro con la espada.

*****

Jaheira observaba como Cal-hamar y Haijó parecían jugar al tonto tú-tú más con la espada y decidió intervenir. Estaba demasiado cansada para derrochar un hechizo con un par de enemigos tan débiles así que se decidió por su bastón de rayos. Se concentró en uno de los contrincantes de Cal-hamar, siempre había zombis dispuestos a unirse a la fiesta. Apuntó y en el momento en que el rayo se alzaba, perdió el dominio sobre él. Cruzó los dedos y se encomendó a su Dios…

*****

El destino se puso en marcha una vez más y el Dios de los enanos debía estar ocupado contando su oro porque tras un itinerante camino, Haijó experimentó una nueva sensación en su cuerpo. Al aspecto calvo y desnudo que le había quedado tras tanta adversidad, se le sumó unos rígidos e intermitentes gestos en su rostro acompañados con unos estilosos pasos de break-dance hasta caer desvanecido al suelo. Alguien superior debía estar pasándoselo muy bien con este grupo…¿verdad Aker?

*****

Una vez más salieron victoriosos en la batalla y Ceylán tuvo que recurrir a sus dotes más altos de sanación para poder recomponer a Haijó. Su fiel compañero era una sombra del enano que había sido: calvo, sin barba, con una camisa que hacía de camisón para tapar sus vergüenzas, con recientes heridas por todo el cuerpo y con la mirada triste de alguien que anhela su fiel hidromiel… Se le encogía el corazón de verle así. En momentos así maldecía haberse unido a ese grupo por unas míseras ganancias y no haber seguido solos en su desinhibido transitar por los caminos. (Continuará...)
Emaleth

lunes, 7 de febrero de 2011

Los antihéroes III

Esta vez no podía fallar. Sentía como todos le miraban con desconfianza e, incluso, sabía de ciertas apuestas que se realizaban por la noche a costa suya…La advertencia de Ceylan era clara: no habría más plantas de resurrección de seguir con esa actitud aunque no era del todo culpa suya el haber muerto ya un par de veces…o tres. Él era un excelente ladrón y guerrero (mientras se decía eso, creyó escuchar risas infantiles provenientes del pasado.

Se concentró. No había ningún error esta vez: no encontró trampa alguna. Así que para demostrar su seguridad abrió la puerta. Oscuridad. A pesar de gozar de infra visión, no conseguía ver nada dentro por lo que no podía afirmar la seguridad del lugar.

*****
¡Maldito elfo!¡Cuánto tiempo se necesitaba para ver si hay o no algo! Y dicen que la impetuosidad de los enanos es un defecto, pero al lado de este inútil le habrían nombrado santo por no cortarle la cabeza con el primer balbuceo de palabra que saliese de su boca.

*****
Con paso firme, Haijó se sitúo al lado de Ashram lanzándole una mirada profunda y cargada de oscuros deseos. Pero por una vez tenía razón. No le extrañó que dudase. El lugar parecía estar vacío, no había demasiados espacios que pudiesen servir de escondite. Por más que se esforzaba no lograba ver nada sospechoso ni sentir ese cosquilleo que anunciaba la pronta entrada en batalla. Pero tendría que jugársela, el grupo aguardaba y debía estar impacientándose…

*****

¿Qué estarán haciendo ese par de problemas andantes? Se preguntaba Ceylan. La impaciencia no era uno de sus defectos pero la pasividad de ambos frente a la puerta sí le preocupaba. No podía esperar más, debía comprobar personalmente qué estaba ocurriendo. Y su instinto no falló, en la proximidad de la puerta pudo comprobar como dos zombis estaban lo suficientemente cerca de sus respectivas orejas para degustarlas tranquilamente mientras éstos oteaban el infinito con cara de panolis. Mientras daba el grito de alarma solo podía escuchar en su cabeza ¡qué cruz!, ¡qué cruz!.... (Continuará...)
Emaleth

domingo, 6 de febrero de 2011

Los antihéroes II

Con un grito de batalla llegó Haijó a la bodega. Demasiado tarde. La gran sonrisa de satisfacción de Cal-hamar con esa estúpida pose sobre la espada anunciaba el fin de la pugna y lo mucho que había disfrutado en su ausencia.

Parecía que el destino se burlaba de él. ¿Acaso no había pagado ya bastante con el episodio de las botas?¿Acaso no había sido ya golpeado, quemado, aguijoneado, apaleado y demás en la catastrófica aventura en la que se había embarcado? ¿Acaso no era ya suficiente castigo el abrir los ojos día tras día y verificar tristemente que el más tonto e inútil de los elfos solo había muerto en sus sueños?¿Acaso no….?

De repente el hilo de sus pensamientos se vio interrumpido por un golpe. Estaba seguro que tras la puerta de la bodega se ocultaba algo o alguien. Sonrió. Iba a enseñar a todos por qué los enanos eran temidos en el combate hasta que…

“Alto Haijó. Ashram debería comprobar si hay trampas antes de precipitarnos a entrar. No nos podemos permitir más errores y menos seguir malgastando plantas de resucitación por redecillas y estupideces entre algunos miembros del grupo”. La que había hablado era Ceylan y, aunque tenía razón, dejar esa responsabilidad en manos de ese supuesto experto ladrón, daba más miedo que enfrentarse sin ayuda al más temido de los dragones...(Continuará...)
Emaleth

jueves, 3 de febrero de 2011

Los antihéroes

Creyó oír campanas, solo que no lo eran. Esos golpes que resonaban en su cabeza no eran más que las consecuencias de una larga noche acompañado de su más fiel amiga: una jarra de hidromiel. El problema es que siempre había sido un tanto promiscuo…

De repente recordó donde se hallaba ayudado por el continuo mecimiento del mar sobre la nave. Eso, y la extenuante verborrea de su insufrible compañero elfo. Era hora de levantarse.
Mientras se colocaba la armadura echó en falta a Jaheira y a Ceylan. Algo iba mal.

Controló su más inmediato deseo: cerrar la boca de Ashram de un puñetazo e intentó educadamente preguntarle acerca de lo acontecido durante su, llamémosle, inconsciencia. Entonces el silencio se hizo, parecía estar tratando de ordenar sus ideas. Eso aún le dio más miedo aunque no tanto como sus facultades de ladrón…

Mientras fingía que le prestaba atención, escuchó el inequívoco sonido de la batalla, había que actuar ya. Con hacha en mano corrió en pos de sus compañeros guiado tan solo por los gritos de los caídos. Cal-hamar debía de estar disfrutando mucho pero no le dejaría ser el único protagonista de tan inesperada fiesta pues ya era demasiado vanidoso de por sí.

*****
Ashram intentó tratar de calmar sus nervios, nunca había sido muy valiente ante situaciones que pudiesen terminar con su preciada vida, y buscó la forma de hacer entender a ese enano agresivo y borracho que necesitaban de su ayuda en la bodega del barco pues parecía ser que con sus gritos anteriores no había bastado. Empezaba a sospechar que el alcohol no era el único causante de volverlo sordo y tonto.

Y, por lo visto, tampoco paciente porque en el momento en que iba a abrir la boca para responder, lo vio correr hacia la puerta. En realidad, llegó a deducir que esos movimientos torpes, lentos y sin coordinación eran correr. Solo quedaba la opción de seguirlo, a su lado siempre conseguía buenas ganancias aunque él no se enterara que las produjese… (Continuará)

Dedicado a todos mis compañeros roleros por las buenas tardes de domingo que hemos pasado juntos.
Emaleth

martes, 1 de febrero de 2011

Y la infancia murió

El por qué estaba allí parado había desaparecido de su mente. Lejos quedaban ya las risas de sus compañeros y los ánimos malévolos que le impulsaban a hacerlo. No podía culparlos, ya le habían advertido lo que podía suceder aunque no lo había entendido igual que ellos.

Sus ojos seguían fijos en el mismo punto; no podía apartarlos. El estado de hipnosis en el que se encontraba a penas le permitía parpadear. Ante él había un chico al que creía conocer pero que, en realidad, no era más que un completo desconocido. Parecía tener su misma edad, su misma cara de despreocupación y esa postura de plena confianza ante el mundo. Habría pasado por ser uno más si aquella mirada de adulto no delatara su saber.

No podía explicarlo, pero lo supo y, en ese preciso instante, la sonrisa del niño se convirtió en una mueca cínica de bienvenida.

La infancia murió y el conocimiento hizo temblar de miedo cada parte de su cuerpo. No le preocupaba lo que sería de aquel niño, tampoco si seguiría allí de pie cuando pudiera dominarse e irse. No le preocupaba las burlas de sus compañeros cuando regresara a la monotonía del día a día. No le preocupaba crecer, ni asumir responsabilidades. Lo que realmente le asustaba era no tener ninguna de esas cosas. El mañana apenas se divisaba entre un horizonte gris plagado de guerras, de pobreza, de egoísmo, de impotencia, de contaminación…Dentro de sí lo había sabido siempre: el mundo no aguantará y las miradas suplicantes tornarán a unos dioses a los que culpar, a los que mitiguen sus pecados, a los que exigir milagros. Rescatarlos del olvido no servirá de nada; el reloj sigue inexorable su cuenta atrás.

El estruendo de la destrucción apagará los sollozos y gritos de una humanidad que perdió la oportunidad de redimirse. La Tierra despertará de su largo letargo para desterrar de sí a unos hijos desagradecidos, a unos parásitos que solo habían de recordarse por la enfermedad dejada tras de sí, de unas meras motas de polvo que ante la inmensidad del universo pretendieron ser alguien olvidando que el todo está formado de pequeñas individualidades necesarias. Nadie es más que nadie ni que nada.

La esperanza murió en sus ojos y la resignación, rabia e impotencia se agolparon y adueñaron de su alma. No había punto de retorno. Miró al chico por última vez y, cerrando los ojos, deseó haber sido ese reflejo de sí mismo en el charco que había ante sus pies. Pero desearlo con todas sus fuerzas no fue suficiente. Los abrió y frente a él ya no había nadie, solo un fantasma más de una sociedad agonizante en un mundo herido de muerte.
Emaleth