sábado, 27 de septiembre de 2008

El Mar y Tú

Podrías haberte quedado un siglo en él. Rodeado por sus maravillosas olas, acariciando su espuma y dejándote llevar por su brisa. Ese momento es uno de esos instantes en los que no querrías estar en otro lugar salvo allí. El eco queda atrás, el agua se lleva la molesta arena, solos tu y el mar... de pronto no existe algo llamado mundo. Tu te entregas a él y sientes que el devuelve esa pasión sin palabras, dejándote que tus pasos te lleven a la profundidad que entre los dos pactáis, siempre con un lenguaje mudo, envidia de los que miran desde la orilla.

Pero de pronto, llega un momento en el que debes salir, debes regresar, volver... en realidad no es un deber, ni un deseo, en ese instante parece que es “lo que toca” , triunfa el “en algún momento tiene que acabar” y aun con las olas acariciándote los tobillos inicias el camino a la vida de siempre, no sin antes echar una mirada atrás sin poder evitar sonreír.
Sin embargo, a medida que tus pasos se alejan del mar, notas como su memoria invade lo mas profundo de tu alma, al principio con la dulce ensoñación de un recuerdo cercano, pero poco a poco vas notando un sentimiento desgarrador, la añoranza trae consigo algo que podría definirse como dolor y las palabras “Te echo de menos” adquieren su sentido mas puro: tu alma echa de menos al mar con toda su alma.
Una vez mas vuelves a sentir aquello: es uno de esos instantes en los que no querrías estar en otro lugar salvo allí... pero ahora hay una diferencia esencial: Ya no estás allí.

Cuando finalmente regresas a tu vida todo se hace mas tibio, mas tenue... el recuerdo queda un poco al margen pero de vez en cuando se recompone cuando vuelves a intuir el olor a mar, eso sí, ahora es una sensación un poco más dulce, cada minuto que pasa es un minuto menos que queda para volver a saltar olas, para volver a zambullirte en él. Tu vida esta partida entre realidad y sueño hasta tu regreso... el regreso, único momento en que tus dos mitades vuelven a ser uno y uno con el mar.

Él, siempre misterioso, espera y desea tu vuelta... no puedes confiarte ya que no deja de ser peligroso, caprichoso y demuestra a los incautos que no se deja domar o dejaría de ser mar. Es como si susurrara: “a esto debes acostumbrarte...“

A pesar de todo y a pesar de nada , al menos yo...
... no podría vivir sin él.

Emilio

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