sábado, 13 de septiembre de 2008

Diálogo con la irracionalidad de la vida

La felicidad es ese sentimiento difícil de precisar que desde tiempos remotos han ansiado los filósofos, suspirado los poetas y enriquecido a los que dicen saber enseñar a alcanzarla. Las definiciones del término felicidad varían en cuanto a la subjetividad del individuo y se cuantifica respecto a los instantes en los que se manifiesta.

Si San Agustín diferenciaba distintos momentos en el tiempo, ya Aristóteles, a pesar de su filosofía teleológica (del fin) de la felicidad, precisaba el sentimiento de ésta como instantes irregulares en el aspecto temporal de la vivencia. Por tanto, hemos de aceptar que el ser feliz no es algo constante en nuestro día a día y que la interactuación de mi individualidad con la vida tampoco ha de causarla ya que la irracionalidad domina en ambas.

El transcurso del instituto, de la facultad se presenta como un tiempo pleno en nuestro recuerdo porque dentro de la cotidianeidad de los horarios surgían pequeñas cosas que la rompían, que te hacían sonreír, valorar cuanto te rodea y sentirte parte imprescindible de todas ellas. En ese momento todo encajaba, se obtenían constantes resultados que te acercaban a las metas anteriormente propuestas, aceptabas las derrotas como obstáculos a superar y las esperanzas borraban todo atisbo de imposibilidad y desánimo.

La superación de la facultad es el salto al abismo, a un camino que se forja a través de la incertidumbre de ese día a día que mina las esperanzas, las convicciones, los intentos por alcanzar metas que cada vez quedan más lejanas,…

La separación de aquellos amigos que siguen distintas sendas, la inseguridad del mañana nos hacen refugiarnos en las sólidas paredes del ayer porque olvidamos lo mucho que también nos costó construirlas en aquellos tiempos.

La tristeza del hoy no es la falta de interactuación con la vida sino el vacio que sentimos en uno o varios aspectos de nuestro ser. Esa tristeza proviene de los intentos fallidos que tratan de llenarlos.

No hay que ser conformista ni pasivo en el transcurrir de la vida, no hay que obsesionarse con la búsqueda de la felicidad sino que hay que seguir luchando y comprender que hay fuerzas que se escapan a nuestro control. A veces, hay que volverse hacia la naturaleza, observar, escuchar y aceptar la irracionalidad de los acontecimientos que nos rodean porque como dijo Nietzsche “Incluso el más racional de los hombres necesita volver de vez en cuando a la naturaleza, es decir, a su fundamental actitud ilógica, hacia todas las cosas” (Humano, demasiado humano).
Vanesa

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