martes, 8 de junio de 2021

La despedida

 Se sentó frente a la ventana a oscuras con la única luz de la luna como compañía. No recordaba cuanto tiempo había pasado desde que disfrutara de un momento a solas como éste.

Un rostro se dibujó en la superficie de la ventana. Viejos demonios del pasado que pugnaban por encontrar su sitio en el presente, pero no había ninguno donde hospedarse. Su corazón se negaba a proseguir con esa vieja historia que solo le había causado dolor y melancolía. Sí, tristeza por pensar en si las cosas hubiesen sido distintas, en si sus decisiones fueron las correctas, en si sus sentimientos nublaron sus pensamientos… y así una larga lista de si…

Maldito orgullo. Hubo una oportunidad tras años de idas y venidas, de encuentros y desencuentros, y de sus labios solo salió un “No, no es el momento”. Cuánto se arrepintió de esas palabras, sobre todo, al descubrir que su vida la estaba viviendo otra o, al menos, había conseguido lo que ella no pudo.

No era cierto. Dijo aquello porque sabía que él no creía en un ellos, en un futuro unido por un mismo camino y eso le dolió. Sin duda era la decisión acertada y, aun así, el pesar continuó en su corazón año tras año sin remitir lo más mínimo.

Sería cierto que lo amaba. Sí, lo aceptaba, aunque ese amor había mutado a algo diferente, a un recuerdo feliz y utópico de un pasado que no pudo ser pero que quiso ser a pesar de todo.

Hoy en día, cada uno tenía su vida y, sin embargo, seguían en contacto. ¿Amistad? No. Solo palabras manidas y formales en celebraciones y un sincero deseo de bienestar mutuo. ¿Evitaban el contacto? Tal vez sí o tal vez querían pensar que esa era la forma de evitar algo que nunca sucedería.

Lo sabía. Era el momento de despedirse de él, de su pasado, de sus encuentros, de sus sentimientos.  Su único anhelo era el de haber sido y ser el gran amor de su vida para confortar su alma fragmentada.

Se acomodó en el asiento y, mientras una lágrima surcaba su rostro, dijo adiós con la voz entrecortada por el dolor.

Emaleth

1 comentario:

Anónimo dijo...

Querida Emaleth.

En su epílogo titulado El Adiós, que el médico Carlos Alberto Seguín hace al maravilloso libro El Profeta de Gibran, dice:

"En verdad os digo que el adiós no existe.

Si se pronuncia entre dos seres que nunca se encontraron, es una palabra innecesaria; si se dice entre dos que fueron uno, es una palabra sin sentido.

Porque, en el mundo real del espíritu, sólo hay encuentros y nunca despedidas. Y porque el recuerdo del Ser Amado crece en el alma con las distancias, como el eco en las montañas del crepúsculo"

No hay mayor amor, que aquel que te da la libertad para crecer y vivir sin ataduras.
No hay mayor oportunidad, que la que te brinda la experiencia de tal amor.
No te arrepientas de haber amado, de haberte sentido amada; pues sólo con la experiencia de haber sido, se es.

Abrazos,

María