Relató lo sucedido a Mutter
y ambos decidieron hacer una parada para comer y considerar pausadamente todo
lo acontecido hasta ese momento. Fue una pérdida de tiempo: todo llevaba una y
otra vez a la dirección del principio. Bueno, no tanto, ya que algo le indicaba
que Mutter le estaba ocultando algo. Estaba seguro que sabía más de lo que decía,
el por qué era lo que no tenía claro.
No había otra
posibilidad. Ya no era cuestión de tiempo sino de posibilidades y de una
inusitada curiosidad que había suscitado en él ese caso. Quería descubrir qué
era ese lugar nexo de las dos familias enfrentadas y qué tenía que ver él con
todo ello.
El coche arrancó sin que
ninguno intercambiase palabra alguna. Ya se había dicho todo respecto al caso.
El vehículo giró en varias ocasiones hasta que entró en un camino que conducía
hacia los límites del barrio. Allí, junto a una frondosa arboleda, se hallaba
una pequeña tienda; no podía ser más que la Librería.
Pararon frente a la
puerta. Mutter miraba con fascinación la fachada. Estaba abstraída, como si no
fuera capaz de asimilar que por fin estaba en aquél lugar. Debía ser rápido.
Antes de que resurgiera de su ensimismamiento, salió del coche y, con precisión
metió un llavín en la cerradura y lo partió. Después se dirigió a la puerta
junto a la que estaba sentada Mutter fingiendo abrirla la puerta e hizo lo
mismo. El conductor, al darse cuenta de la maniobra, intentó salir del coche,
pero no lo dio oportunidad. Lo golpeó con la propia puerta y, antes de que lo
intentara de nuevo, lo noqueó con un puñetazo. A continuación, corrió hacia la
Librería como alma que lleva el diablo. Por fin, estaba cerca de resolver el
caso.
Entró un tanto
desorientado. Una campana sonó sobre él y, de repente, una gran luz lo cegó.
Mientras intentaba recuperar la visión escuchó una voz que reconoció de
inmediato.
¾Me
sorprende gratamente verte aquí¾dijo
la voz¾. Nunca pensé
encontrarte aquí¾comentó
con un claro tono de regocijo.
¾¿Qué
quieres de mí? ¿A qué te refieres?¾
preguntó alarmado intentando tapar con su brazo la luz que lo deslumbraba.
¾¿Realmente
me lo preguntas?¾respondió
con ironía¾. ¿Acaso es
frecuente verte en una librería?¾preguntó
a su vez.
¾No
sé de qué me hablas¾contestó¾. Cuentas con ventaja, seguro que los
dependientes o Mutter ya te han informado sobre mí. Déjate de juegos y dame lo
que he venido a buscar. Hazlo y me iré sin causar problemas.
A penas acababa de
pronunciar esas palabras cuando la luz se intensificó y un agudo pitido empezó
a sonar en su cabeza. Intentó taparse las orejas con las manos, pero el sonido
era demasiado intenso. Empezaba a marearse. No, no podía acabar así.
¾¡Dámelo!¾gritó con las últimas fuerzas que le
quedaban. Después cayó inconsciente.
¾¡Calvin!
¡Calvin! ¿Estás bien?¾preguntó
una voz familiar con preocupación.
Abrió los ojos y vio a su
madre, Mutter, zarandeándolo. Junto a ella estaba su maestra, la clienta,
hablándola.
¾No
sé qué ha pasado¾decía
asustada¾He llegado y al
verlo le he dicho lo sorprendida que estaba de verlo. Acto seguido ha empezado
a gritar como un loco ¡dámelo! ¡dámelo!
Calvin entonces lo
comprendió todo: se había quedado dormido en la sala de lectura que tenía la
librería intentando acabar de leer el libro sobre el que debía hacer una
redacción para el lunes. Cerró el libro y allí estaba en la portada el nombre
que se repetía en sueños, el libro que tanto fantasiosos como pensadores
buscaban.
Sonrió, esa noche
volvería a la Librería, se enfrentaría al caso, a la clienta, a Mutter, a las
familias Mighty y Wisdom y nada ni nadie podría detenerle…
Fin
Emaleth
2 comentarios:
Intrépido final, con una secuencia previa entre librerías muy intrigante! El desenlace inesperado a la par de sorprendente. Enhorabuena por el relato.
Gracias por tus publicaciones Emaleth. Te ánimo vivamente a que sigas canalizando a través del papel y boli tu pasión de escritora. Un admirador!
Muchas gracias Rubén.
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