Al llegar, no lograba
apartar la mirada de la impresionante fachada neoclásica del edificio. Cuando
se acercó al escaparate pudo apreciar cuidadas obras de grandes científicos y
pensadores tales como Newton, Lavoisier, Aristóteles o Kant. Todas estaban
sobre pequeños caballetes rodeados por pequeños instrumentos como astrolabios,
probetas o cámaras fotográficas a modo de decoración.
Entró junto a Mutter y,
mientras ella preguntaba por un tomo del filósofo romano Boecio, observó cada
elemento que se hallaba a su alrededor. Las estanterías estaban repletas de
libros divididos por temáticas, con ordenación alfabética y tomos de una misma
escala cromática. No había ningún libro que tuviese una ligera inclinación ni
que sobresaliera o destacara de los demás. Era un ambiente artificial, frío y
aburrido.
Disimulando su aversión,
se dirigió a uno de los dependientes más próximos que era igual de neutro que
todo lo demás. Podría haber pasado por un maniquí de cualquier gran almacén. Lo
saludó con un leve gesto de cabeza y extendió una tarjeta donde se podía leer
su nombre y cargo a modo de presentación. En silencio, él la recogió y de
inmediato esbozó una sonrisa que le puso los pelos de punta: parecía inhumana.
¾Buenos
días señor Miracle¾dijo
sin entonación¾. Es un placer
conocer al nuevo profesor adjunto de la universidad. ¿En qué puedo ayudarlo?¾preguntó servicialmente.
¾Buenos
días¾respondió
amablemente con una sonrisa¾Acabo
de llegar de un interesante viaje por las ciudades más antiguas de Europa.
Durante el mismo, distintos sabios estudiosos de los misterios aún sin
descifrar de la historia y de la humanidad me hablaron de una misma obra
perdida. Ninguno conocía su contenido con seguridad, aunque todos coincidían
que quien lo tuviese en su poder podría cambiar el rumbo del mundo tal y como lo
conocemos.
¾Parece
hablar de algo demasiado vago e impreciso. Me atrevería a decir que tiene más
que ver con algo relativo a la magia¾dijo
con un tono despectivo¾.
Creo que se ha equivocado de lugar. Si me disculpa…
¾Me
temo que debo insistir¾dijo
con gran seriedad¾.
No creo equivocarme de lugar, aunque tal vez sí haya sido un tanto impreciso y
misterioso a la hora de hablar de ello. El nombre del libro en cuestión está en
el reverso de la tarjeta. Si pudiera echarle un vistazo discretamente…
El dependiente asintió
complaciente y giró la tarjeta. Cuando la leyó, su mano empezó a temblar
ligeramente mientras su cara reflejaba sin disimulo su sorpresa y,
probablemente, temor. Sí, era temor lo que transmitía. Parecía que su intuición
lo había guiado una vez más correctamente.
¾Si
me disculpa un momento, debo consultar a mi superior¾dijo con voz entrecortada¾. Volveré enseguida.
Entretanto, Mutter, que
todo lo observaba, le indicó que lo esperaba fuera. La cosa parecía ponerse fea
y no quería que lo relacionasen con él.
Tras unos incómodos
minutos de espera, el dependiente apareció de nuevo.
¾Nosotros
no podemos ayudarlo. Coja esta tarjeta y acuda a la dirección indicada¾dijo tendiéndole una tarjeta negra con
llamativas palabras doradas¾.
Allí lo entenderá todo.
Cuando alzó la vista, el
dependiente ya no estaba. No le importó porque lo transcendente estaba entre
sus dedos. La dirección era la misma escrita por la mujer que le encargó el
caso. Todavía conmocionado por el descubrimiento, salió del local y montó
presurosamente en el coche.
¾Vayamos
a la otra librería¾dijo
rápidamente¾. Te lo contaré
por el camino.
Ella aún seguía
sorprendida cuando llegaron a la librería del señor Mighty. Sin embargo, esta
vez prefirió esperar en el coche. No le importó.
Antes de cruzar la
puerta, se obligó a mirar el escaparate. Sin duda era enormemente abrumador.
Los colores y las ilustraciones de los libros lo cautivaban de una forma
magnética. No tenían necesidad de complementos u adornos para atraparte. Entre
ellos, puedo ver las obras de Tolkien, de Julio Verne, incluso de Lovecraft.
Por un momento olvidó su cometido y entró gratamente sobrecogido. Dentro
continuaba el espectáculo, era difícil concentrar su mirada en algún lugar
determinado. Podría allí pasarse horas y horas sin ningún atisbo de
aburrimiento: libros entre figuras de dragones, de héroes, de seres
mitológicos…
Una voz lo sacó de su
ensimismamiento. Era la voz de una mujer joven con una vestimenta desenfadada y
alegre.
¾Buenos
días¾dijo alegremente¾¿Puedo ayudarlo en algo?
¾Buenos
días¾ respondió sonriendo¾En primer lugar debo felicitarla por el
estupendo lugar en el que me hallo¾dijo
mientras ella le devolvía la sonrisa¾Lo
segundo es presentarme adecuadamente. Tome mi tarjeta¾dijo tendiendo la misma que en la librería
anterior.
Ella se asombró al leer el
cargo que ostentaba. Lo hizo sin disimulo alguno, pero no trató de cortar la
conversación o invitarle a salir de la tienda.
¾Acabo
de llegar de un viaje por las ciudades más antiguas de Europa¾dijo utilizando el mismo argumento que
anteriormente añadiendo algún pequeño cambio¾.
Durante el mismo, entre las ruinas de distintas civilizaciones, un idéntico
nombre se repetía escrito en ellas¾confesó
haciendo una pausa para comprobar que tenía su total atención¾. Indagando entre los hombres más sabios
de cada lugar, pude averiguar que era el nombre de un libro cuyo contenido
podría cambiar el mundo tal y como lo conocemos.
¾Es
una historia realmente fascinante¾dijo
la chica con los ojos brillantes de la emoción¾.
¿Podría conocer el nombre de tal obra?¾preguntó
tímidamente.
¾Sin
duda¾respondió¾He aquí en el reverso de la tarjeta donde
puede leerlo. Si pudiera ser discreta, se lo agradecería¾dijo buscando su complicidad.
¾Por
supuesto¾contestó. Tras
leerlo, enmudeció y su piel palideció. Visiblemente alterada, se disculpó y
desapareció durante unos minutos igual que su predecesor.
¾Disculpe
la espera¾dijo cuando
regresó¾no podemos
ayudarlo con su búsqueda. Sin embargo, le entrego esta tarjeta con una
dirección donde sin duda encontrará las respuestas a su búsqueda.
Agradeció su ayuda y se
dirigió hacia la salida. Mientras lo hacía, pudo comprobar una vez más que era
la misma dirección escrita en la primera de las tarjetas. Se preguntó por qué
tanto misterio o qué o a quién encontraría allí.
Emaleth