Era una tarde lluviosa
como cualquier otra. El humo de un cigarro y el tintineo de un par de hielos
como banda sonora eran suficientes para transformarla en buena. Al menos eso
pensaba hasta que unos tacones delataron una presencia en el pasillo. No podía significar
otra cosa más que trabajo y si provenía de una mujer la palabra peligro se
añadía a la ecuación.
La puerta se abrió. No se
inmutó, le gustaba tomarse su tiempo antes de observar a un posible cliente.
Sin embargo, sentía su inquietud, su impaciencia: no tenía tiempo para
escenografías. La puntera de su pie derecho marcaba una rápida melodía que solo
su respiración agitada era capaz de seguir. Debía cesar de su actitud y no
demorar más el encuentro.
Alzó la vista intentando
ocultar la mirada bajo la sombra del ala de su sombrero. Fue un acierto para
disimular el asombro que le produjo la imagen que tenía frente a él: mujer de
mediana edad, complexión enjuta y aspecto desaliñado. El maquillaje no era
capaz de esconder las profundas ojeras que marcaban sus ojos ni las numerosas
arrugas de su rostro. Sin duda debía pasar en un momento de gran estrés, aunque
lo que llamó realmente su atención fue que, bajo esa aparente fragilidad, su
mirada revelaba una determinación y autoridad inquebrantables.
Sin mediar palabra se
aproximó hacia la mesa y con un gesto rápido posó una tarjeta. Unas letras
negras sobre fondo blanco formaban un nombre, una misión y una dirección.
¾El lunes volveré por un informe acerca de
lo que encuentre ¾
dijo, con una firme mirada que pareció atravesar su sombrero ¾. Es todo el tiempo del que dispone ¾ concluyó. A continuación, se dio la
vuelta y se marchó.
El desconcierto lo dejó
inmóvil durante unos segundos. Pero, ¿qué había pasado? Ni siquiera había
tenido la oportunidad de aceptar o denegar el trabajo fuese cual fuese con tan
insignificante información. Tampoco habían hablado de sus honorarios.
Indignado, tomó de nuevo el vaso mientras jugaba con la tarjeta en la otra
mano. Sin duda había sido una orden, no una petición. Pero, ¿por qué?, ¿quién
era esa mujer? A pesar de su aparente fragilidad transmitía un fuerte mando de
poder e, incluso, una prepotente superioridad. Era una mujer que no estaba
acostumbrada a una negativa y algo le decía que le sería imposible escapar de
su red.
El tiempo suponía un
problema. No le gustaba que le delimitaran pautas o límites y aún menos un caso
que asemejaba a un acertijo más que a una misión donde el objetivo, el enemigo
y la chica quedaban claros desde el principio. No eran tópicos, siempre había
esos tres elementos al igual que los motivos: dinero, amor y venganza causada
por cualquiera de los otros dos.
Miró de nuevo la tarjeta.
Su intuición le decía que el peligro y los problemas vendrían si no lo llevaba
a cabo. Ella nunca se equivocaba. La dirección no le decía nada. Estaba
acostumbrado a deambular por los barrios más peligrosos de la ciudad o los más
ostentosos y éste no pertenecía a ninguno de ellos. Necesitaba ayuda y sabía
exactamente la persona indicada a quién pedírsela.
Descolgó el teléfono y
tras hablar con una operadora, oyó la más que conocida voz de una mujer.
¾Poco tiempo ha pasado desde tu última
llamada. ¿Qué necesitas ahora?
¾Un buenas tardes o me alegro de oírte
sería más apropiado, pero en fin… quién soy yo para juzgar…
¾Déjate de monsergas que ya nos conocemos.
¾Tienes razón, nunca te he podido engañar.
Tengo un nuevo caso entre manos y necesito de tu servicio.
¾¿Qué es? O mejor dicho, ¿de quién es el
encargo?¾ dijo intentando
ocultar su incipiente interés.
¾Sabes que no es mi estilo desvelar la
identidad de mis clientes. No insistas porque esta vez te puedo asegurar que no
te serviría de nada¾.
Introdujo una pausa teatral para acrecentar su curiosidad¾. Desconozco toda información relevante
incluido el nombre, aunque…. tal vez tú sí que sepas quien es si es cierto que
conoces a todos los de esta ciudad tal y como pregonas.
¾¿Crees que miento?¾dijo con un tono entre irritado y
amenazante¾.No me ofendas. Te
he demostrado con creces todos estos años de lo que soy capaz, pero no quiero
enfadarme. Tienes la suerte de que has despertado mi curiosidad. ¿Qué me puedes
contar de ese cliente tan misterioso?
¾No mucho y disculpa, no era mi intención
ofenderte¾ dijo con un tono
lo más inocente posible; el misterio es algo a lo que no podemos resistirnos y
jugar con esa baza siempre funcionaba¾.
Apenas puedo describírtela, nuestro encuentro fue tan repentino para mí como
breve para ambos. Era una mujer enjuta, de mediana edad. Su pelo, recogido en
un moño un tano descuidado, dejaba entrever varias canas. Mirada penetrante, un
tanto dictatorial. Me atrevería a decir que estaba acostumbrada a mandar y a
recibir pocas negativas a sus peticiones. No sé si todo esto te sirve, pero
apenas puedo recordar algo más.
¾Veo que sigues con tu estúpido ritual de
hacerte el interesante con los clientes. Supongo que hay cosas que nunca
cambian ¿verdad?, pero ¿estás realmente seguro que no puedes acordarte nada
más?¾preguntó con un
tono de desconfianza.
¾Hay cosas que nunca cambian¾respondió con tono divertido¾. Respecto a la mujer, me fijé cuando dejó
la tarjeta sobre la mesa porque me llamó la atención un par de manchas blancas
sobre los dedos índice y pulgar. Una era más leve que la otra, aunque no
identifiqué lo que era. Tal vez con la dirección que hay en la tarjeta puedas
ubicarla¾.Tras dársela, suspiró
para sí y cruzó los dedos esperando recibir respuesta para ambas cosas: la
identidad y el barrio al que debía acudir.
¾La descripción, las manchas y la dirección
parecen señalar a una sola persona¾contestó
de una forma cautelosa.
Se sorprendió al
escucharla. Parecía que se resistiese a continuar. Realmente le preocupó.
Mutter no era una mujer que tuviera miedo de nada ni de nadie. Prefirió
mantener silencio para que continuara cuando estuviera preparada, no tenía
ningún sentido meterla presión, en el fondo, se conocían de hacía muchos años y
nunca lo había dejado tirado. Sabía que esta vez tampoco lo haría.
¾No puedo darte lo que me pides, es alguien
con mucho más poder que el mío¾reconoció
con pesar¾.Ten cuidado, te
estás metiendo en terreno pantanoso. No sé qué te ha pedido ni quiero saberlo,
pero si quieres salir de ésta has de cumplir el cometido y hacerlo rápidamente¾dijo antes de enmudecer.
En conclusión: era un
caso peligroso donde no cabía la posibilidad de dar marcha atrás y, lo que le
causaba más temor, la oscuridad no se disipaba por lo que no tenía otra opción
que la de participar fuese cual fuese el juego en el que lo habían metido.
¾¿Sigues ahí? ¿Me estás escuchando?¾preguntó inquieta.
¾Sí, sí, tranquila. Estaba pensando en todo
lo que me has dicho¾respondió
meditabundo¾.No voy a
insistirte en su identidad, no serviría de nada y el tiempo no me sobra, aun
así necesito pedirte un último favor. Desconozco la parte de la ciudad a la que
pertenece esa dirección. No me encuentro muy cómodo añadiendo otra incógnita
más y me preguntaba si…
¾Ya, ya…corta el rollo¾dijo interrumpiéndolo¾.Si quieres que sea tu guía, estaré a tu
disposición. La calle pertenece al Barrio de las Letras. Es uno de mis lugares
favoritos, me encanta pasear por sus calles y disfrutar del ambiente tranquilo que
allí se respira. Eso sí, sería conveniente que cuidaras tu aspecto si quieres
pasar inadvertido.
¾¿Mi aspecto? ¿Qué le pasa a mi aspecto?¾ preguntó ofendido. Los comentarios referidos
a sí mismo le suscitaban una gran irritación que apenas podía o quería
disimular.
¾Cálmate¾dijo
mientras sonreía por dentro¾.
Este barrio es frecuentado por intelectuales, en su mayoría profesores, y por
estudiantes que viven en las distintas residencias que hay por sus alrededores.
Alguien con tu gabardina, tu sombrero y tus incisivas preguntas llamarían
bastante la atención.
¾Está bien. No hay problema. Me encargaré
de ello¾dijo. Sabía que
tenía razón y esa misma noche lo dejaría todo resuelto¾. Tengo de plazo hasta el lunes por lo que
mañana sería un buen día para una visita.
¾¿El lunes? ¾
preguntó sorprendida¾.
Siento decirte que solo dispones de dos días para dar con tu objetivo o lo que
sea que tengas que hacer. El domingo está todo cerrado, a penas podrás ver a
alguien paseando entre sus calles y menos con el tiempo que últimamente
sufrimos.
¾¡Dos días!¾exclamó.
Otras veces se había sentido presionado, pero en esta ocasión la incertidumbre
acrecentaba la ansiedad desde el mismo inicio de la misión.
¾Mañana pasaré a recogerte a primera hora
de la mañana¾dijo¾. Vístete bien, procura hablar poco si nos
encontramos con alguien y, lo más importante¾hizo
una pausa para subrayar la seriedad de sus palabras¾no me dejes en ridículo ¿entendido?
¾Entendido. Hasta mañana¾dijo despidiéndose. Acto seguido colgó de
mala gana. Nunca en su vida le habían afeado por su comportamiento o su
adaptación a las situaciones que se le presentaban. La demostraría que esta vez
tampoco sería la primera.
Se llevó el vaso a los
labios cerrando los ojos para disfrutar de los intensos matices del dorado
licor. Una pausa, solo una pequeña pausa para organizar sus pensamientos,
calmar sus nervios y empezar los preparativos para el día siguiente.
Emaleth
2 comentarios:
Enhorabuena por el relato de El Caso II (I). Tengo que decir que la estupenda redacción 'engancha' y logra llevarte al escenario de la historia por la cantidad de detalles que tan bien la ambientan. Estoy deseando de conocer el enigmático "encargo' y su desenlace. Felicidades Emaleth, te echábamos de menos por estos lares.
Muchas gracias por tu apoyo Rubén. Es muy gratificante volver a escribir y saber que te leen y disfrutan con tus relatos. Un saludo
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