Tras días intentándolo apagó la
pantalla del ordenador. No conseguía contactar con nadie: ni por redes sociales
ni por los chats de los juegos que solía frecuentar. Frustrada, se sentó sobre
la cama y cogió su móvil. Ningún mensaje, ningún contacto en línea, ninguna
subida a las redes.
¿Qué pasaba? Se preguntaba
mientras su pie no dejaba de moverse frenéticamente sobre la colcha. ¿Acaso se
había caído la red? ¿Podría ser posible que el mundo como lo conocía había
dejado de existir? La ansiedad empezó a adueñarse de ella conforme era
consciente de que se encontraba aislada, no podía comunicarse con nadie, no
podía…no podía respirar…
Se levantó con celeridad y corrió
torpemente hacia la ventana para poder alcanzar una brizna de aire. Levantó la
persiana y por unos instantes quedó cegada por la luz del sol…era tan diferente
de la que se desprendía de su ordenador…
Poco a poco, las formas fueron
tomando rasgos definidos y la realidad que se manifestó ante sus ojos la llenó
de terror: la calle estaba llena de personas que hablaban entre sí, que reían,
que describían sensaciones, que compartían sentimientos, que se miraban a los
ojos y se mostraban tal y como eran…
Instintivamente bajó la persiana,
se ocultó bajo una manta y comprendió el origen de su miedo: la gente había
abrazado la vida en su totalidad, la disfrutaba, interactuaba con ella, la
había redescubierto tras años ocultándola tras la red y ella…, ella no tenía
amigos, personalidad o vida propia…tan solo un perfil en la red parecía ser
testigo y huella de su existencia...
Emaleth
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