La reciente abdicación del Rey ha
revolucionado los distintos espacios informativos, ha llenado las
conversaciones entre las personas y, por supuesto, ha iniciado movimientos a
favor y en contra de la monarquía.
Si pienso en los que anhelan la
vuelta de la República, entiendo que vean este suceso como una oportunidad para
el cambio pero me sorprende su popularidad entre la gente joven.
Sé que un ejemplo no es
justificación para generalizar pero entiendo cuál es el panorama educativo y da
que pensar… El joven del que hablo acaba de finalizar sus estudios de
bachillerato, y ante su fervorosa defensa de la República, creí conveniente
indagar un poco… El resultado no fue muy sorprendente pues no supo responder,
entre otras preguntas, qué era una República, si la última habida en España se
impuso o fue fruto de un acuerdo, el coste de la misma, e incluso, no sabía muy
bien qué era un referéndum.
Mi intención no es alertar sobre
el muy discutible sistema educativo actual pero sí resaltar la facilidad con la
que nos ponemos de una parte y de otra sin saber a penas nada de lo que estamos
defendiendo. No solo eso, no sabemos priorizar unos asuntos sobre otros según
su grado de necesidad y emergencia. De repente, la obsoleta y nula clase
política ha conseguido un respiro gracias a que las críticas han derivado a
otro lugar. Es más, han aprovechado bien este novedoso foco de atención para
ocultar los casos de corrupción y malversación con una “urgente” modificación
de la Constitución. Y, ya se sabe, “aprovechando que el Pisuerga pasa por
Valladolid” pues hacemos otro par de modificaciones y así tenemos entretenida a
la gente en sus tertulias cafeteras.
Pero, el carácter español al que
nos aferramos para justificar nuestro comportamiento no es el único culpable. Por
desgracia, los medios informativos aportan también su granito de arena día tras
día. A veces pienso que funcionan a semejanza de las estaciones: reiteración de temas por cada
una de ellas enfatizándolas con distintos comentarios subjetivos para captar la
mayor atención posible en sus receptores. Incluso, a lo largo del tiempo,
también se repiten de forma cíclica como las estaciones: ataques de perros,
mafias especializadas en distintos sectores, violencia de género, indigencia,
bandas latinas, epidemias, desahucios, la dificultad de llegar a fin de mes, el
paro, el fútbol, las rebajas, la corrupción política y la monarquía.
La puesta en marcha es fácil:
elegimos tema, sacamos multitud de noticias referidas al mismo de forma
continua y, de esta manera, ya están entretenidos los ciudadanos habiéndoles
indicado en qué tienen que pensar.
Despertemos de una vez, los
problemas políticos, sociales y económicos no son novedades, no funcionan de
forma independiente, no desaparecen porque surjan otros ni porque se deje de
hablar de ellos. La novedad es la distracción de los ignorantes, los
partidismos la posición que toman como consecuencia, y yo, yo sigo
preguntándome si algún día podremos salir de este círculo vicioso…
Emaleth
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