Oculto entre la maleza observaba
un claro del bosque próximo a la entrada de uno de los pocos túneles que habían
quedado al descubierto. Las palabras de su amigo se agitaban en su mente pues,
para su asombro, resultaron ser ciertas. Delante de él había siete figuras
encapuchadas. Sus hábitos negros ocultaban cualquier pequeño rasgo o indicio
que les pudiese identificar. No había cánticos ni plegarias como en otros
rituales que había tenido la oportunidad de presenciar, solo seis rodeando a la
séptima, lo que indicaba que era el líder o tal vez el sacrificio elegido para
ese acto.
La curiosidad lo atenazó al
lugar, no podía evitar pensar en otra cosa que no fuese lo que presenciaba ante
sí. Las figuras del exterior se arrodillaron mirando fijamente al suelo. La
central alzó los brazos murmurando palabras que no consiguió escuchar desde
donde estaba. Era un sonido monótono, carente de vida que le envolvía poco a
poco haciéndole perder la conciencia. En ese estado, se vio en un lugar
desconocido: piedras por paredes y abandono en donde parecía haber habido
suntuosidad y riqueza. Al final de la instancia brilló un objeto. No conseguía
distinguir que era pero se sintió atraído hacia él. Sus piernas intentaron
moverse sin éxito, y cuanto más empeño ponía más refulgía su luminosidad.
Empezó a sudar del esfuerzo, a enojarse por su impotencia hasta que se sintió
caer.
Una luz lo despertó de su
ensueño, la figura seguía en el centro pero a su alrededor los árboles se
iluminaron con teas encendidas por sí solas. Se restregó los ojos en el intento
infantil de aclarar su visión, pero nada cambió. Ninguno mostró señal de
sorpresa. A continuación el líder bajó los brazos, miró hacia los suyos y su
grito resonó en el silencio: Blut! No sabía mucho alemán pero sí lo suficiente
para reconocer esa palabra: ¡Sangre! Inmediatamente, cada uno de ellos alzó su
manga y, con un cuchillo que tenían oculto en la otra, se hicieron un profundo
corte. Así se levantaron y empezaron a andar en círculo dejando que las gotas
derramadas dejaran su huella sobre el suelo silenciando su caer con un cantar
que parecía ser una mezcla entre latín y alemán antiguo. Poco a poco la voz se
iba alzando al igual que el viento que empezó a soplar a su alrededor. Las
sombras de las figuras se movían fantasmagóricamente bajo las luces oscilantes
de las antorchas. No sabría decir si fue por el cansancio o por los hechos
acontecidos anteriormente, pero le pareció que el paso y la letanía de los
encapuchados se iban acelerando de manera vertiginosa asemejándose peligrosamente
a un torbellino hasta que solo fue capaz de ver una multitud de hojas sacudidas por el viento y sobre ellas,
sobre ellas NADA. Aterrorizado, se acercó al lugar del ritual y comprobó lo que
sus sentidos ya le habían advertido que no era otra cosa más que la temible nada.
Continuará…
Emaleth
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