Si pensábamos que Esperanza
Aguirre o Cospedal y Cia eran un cáncer para una sociedad democrática enferma
de corrupción, de falsos políticos, de una monarquía obsoleta e infectada de
mano larga, y de desigualdades, aparece un nuevo personaje que viene arrasando
con sus ideas arcaicas: Alberto Ruiz Gallardón.
Cuando lo pienso, en el fondo,
pero que muy en el fondo, casi me da pena el señor Rajoy. Se me asemeja a un
pastor con aires de grandeza cuya carrera empieza gracias a una herencia un
tanto inesperada.
Al principio, está orgulloso,
ilusionado, autoconveciéndose de que eso que tanto anhelaba ha sucedido y que,
por supuesto, ha sido por méritos propios. La asunción se transforma en ego y
el ego en delirio. No hay problemas: su rebaño le admira, le guarda sumisión y,
de esa tranquilidad surge un estado de duermevela en su cuidado propiciando las
intrigas de unas ovejas que ven pasto más allá de los límites que se les ha
marcado.
Las ovejas más osadas no aguardan
y pronto se desvían del camino que les marcó su pastor acabando con todo
aquello que consideren un obstáculo en sus fines. Pronto, las acusaciones por los daños
causados llegan y, el pastor, orgulloso, sigue defendiendo a su rebaño
ignorando la sonrisa de satisfacción que en él se muestra: ya tienen el camino
libre.
Mientras unas ovejas nunca
cerraban la boca, una, tal vez la considerada negra, parecía ir a
contracorriente de la opinión de las demás en las contadas ocasiones que se
decidía a hablar. Sus declaraciones no eran mal vistas por las ovejas de otros
rebaños pues se alejaban de elitismos y parecía considerar un estado de
igualdad más pleno que las suyas.
Las ovejas siguieron distintos
caminos y su pastor prodigaba cada vez menos explicaciones a una comunidad de
pastores crispada por la situación económica, política y social del momento.
Las ovejas habían sido muy avariciosas y pronto no pudieron evadir a la
justicia y, por supuesto, el pastor poco podía decir a su favor. Fue entonces,
en ese instante, cuando la pequeña oveja se quitó su disfraz y el lobo mostró
su verdadera cara.
Dejando a un lado los rebaños y
las ovejas, la inexistencia de clase política y la corrupción que impera entre
aquellos que la conforman, posibilitan las actuaciones y decisiones más intolerables
y, lo que es peor, la existencia de un estado democrático como el presente que
permite a gente incompetente ejercer
como tales.
La nueva ley del aborto no es más
que otra muestra de poder de unos gobernantes que se creen con derecho a todo
sin valorar las repercusiones y el daño que ocasionan a la sociedad. Si las
malformaciones o discapacidades no contravienen el derecho a la vida y si el
aumento de la pobreza junto a las restricciones a la seguridad social y a las
ayudas tampoco contrarían una vida digna, está claro que solo se defiende el
derecho a vivir por vivir y no el cómo vivir.
Y esa es la gran pregunta que
muchas familias se hacen todos los días: cómo pagar las facturas, cómo poder
sacar a sus hijos adelante, cómo afrontar los recortes y las subidas de
suministros e impuestos, y cómo hacerlo todos los días sin recordar a todos
aquellos que la continúan dificultando y que hacen oídos sordos ante sus
demandas refugiándose en el silencio, en la hipocresía y en la protección
policial.
En el rebaño gobernante parece
haber discrepancias y enfrentamientos así que lo principal es taparlo, volverlo
a unir y todo lo demás…lo demás ya se arreglará a base de decretazo.
Emaleth
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