Actualmente, pese a mis
reticencias de seguir hablando de política, la indignación y el coraje hacen
que, una vez más, me desahogue a través de unas pocas líneas.
Cada mañana debo respirar un par
de veces antes de enfrentarme expectante a las noticias del día, más
concretamente, a las declaraciones estúpidas que, por desgracia, unos cuantos
no se cansan de regalarnos día tras día olvidando el puesto que ejercen si es
que alguna vez lo han sabido.
Si debiera destacar una persona
entre tantas, sin duda alguna la que más rechazo me produce es la señora de
Cospedal. Cuando piensas que no puede superarse, ahí está con un nuevo titular.
Tal vez sea de las que piense que no importa lo que digan de una mientras pueda
seguir en boca de todos.
Podría punto por punto comentar
cada una de sus desafortunadas sentencias pero lo considero innecesario puesto
que, con solo tener un poco de sentido común, uno mismo puede razonar el porqué
del rechazo a sus palabras. Lo que nos debe poner en alerta es precisamente las
reacciones consecuentes a éstas. Dolores de Cospedal denuncia, de la forma
inapropiada a la que nos tiene acostumbrados, la actuación violenta de unos
ciudadanos que se enfrentan a la decadente clase política imperante en España,
gravando la situación al identificar a los desahuciados con una clase política
de izquierdas puesto que, al contrario que sus votantes, no supieron ajustarse
el cinturón de una manera que les permitiese pagar sus deudas.
Ahora bien, señora de Cospedal,
por qué denuncia la violencia si sus palabras solo incitan a todo lo contrario;
por qué pide igualdad en el trato si sigue vendiendo una imagen de dos Españas propia de tiempos de la guerra
civil; por qué pide respeto cuando es incapaz de empatizar y respetar a su vez
a todos aquellos cuyos bolsillos permanecen vacíos mes tras mes.
No tengo ninguna intención de
hacer demagogia, no es mi cometido. Por supuesto que entiendo que mucha gente
ha vivido por encima de sus posibilidades pero el tener una única vivienda como
núcleo familiar no es ningún lujo ni entiende de políticas de izquierda o de
derechas; es un derecho reconocido y protegido en la Constitución.
El voto no da legitimidad ni
carta blanca para hacer y decir lo que uno quiera, sino para trabajar por y
para los ciudadanos. De esta manera recuerdo a la señora de Cospedal y sus
partidarios que los ciudadanos cuando firmaron una hipoteca no vieron lo
siguiente en su bola de cristal:
·
La crisis y su gravedad.
·
Una reforma laboral que favorecería y aumentaría
el despido.
·
La sumisión a unas medidas que favorecerían el
enriquecimiento de los pudientes y el ahogo de la clase media.
·
La manipulación, la transformación y la creación
de leyes al gusto de la clase política desoyendo la necesidad e imperiosidad de
otras exigidas por la ciudadanía.
·
La impugnación a numerosos políticos que
abusaron y minaron los recursos públicos a beneficio propio pero que seguirían
ostentando cargos y ninguna responsabilidad.
·
La imposibilidad de enfermar ante una Seguridad
Social empobrecida y al borde de la privatización.
·
Y, sobre todo, la desfachatez y poca vergüenza
de todos aquellos que solo abren la boca para soltar necedades y luego, de
forma cobarde, negarlas a pesar de las grabaciones existentes en los distintos
medios.
La forma de calmar actos
violentos no es acuciarla con sentencias “desafortunadas” sino dando ejemplo,
ejecutando una justicia igualitaria para todos y ofreciendo soluciones a una
sociedad que se hunde y que se encuentra desprotegida ante unos políticos
déspotas, intolerantes y, al parecer, impunes a las consecuencias de sus actos.
En conclusión, señora de
Cospedal, la sociedad española, y particularmente la firmante, le agradecería
el poder afrontar la difícil situación actual sin tener que sufrir también sus
continuos desatinos; así que….¿por qué no se calla?
Emaleth
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