El clamor de la disconformidad y
la estupidez por la continuidad de los que no se pronuncian pugnan en una
actualidad fatalista, rota, abocada al fracaso y la negatividad de los
esfuerzos de aquellos que saben hacer de su adalid a la esperanza.
Los problemas se agolpan y los
dedos inquisidores de unos y otros siguen manifestándose firmemente hacia
cualquier lado que les pueda eximir de su propia culpa. Pero, quién puede
culparlos o ¿acaso nos creíamos tan osados para romper una de las tradiciones
más ancladas en nuestra sociedad?
El problema económico deriva en
político, éste en ético para desembocar en lo social. Todos esgrimen argumentos
cargados de ira que son lanzados a semejanza de flechas de unos a otros. Los
hay los que culpan a terceros, los hay que tienen soluciones suficientes para
arreglar el mundo solo con el estudio concienzudo del telediario de turno, los
hay que luchan contra el sistema establecido intentado acallar sus propias
conciencias y los hay que huyen de España intentando encontrar lo que su propia
patria les ha negado.
No seré yo quien haga una nueva
apología del hoy, tan solo puedo defender el silencio como única arma ante la indefensión
y la saturación de la verdadera enfermedad del presente: el hablar por hablar.
Emaleth
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