No supo cómo había llegado a la
pequeña habitación que había alquilado en las proximidades del Berghof, en
Berchtesgaden.
La perplejidad y la confusión
pugnaban por destacar una sobre la otra sin éxito alguno. Se tendió en la cama
y se sumergió en confusas ensoñaciones. En ellas podía verse siendo uno de esos
hombres, moviéndose en círculo hasta que la sangre lo hacía caer para
seguidamente levantarse frente al objeto que ocultaba su verdadera figura tras
una luz deslumbrante. Intentó escapar de los brazos de la inconsciencia, pero
la letanía que aún escuchaba en sus oídos le mantenía en ese estado hipnótico.
Cuando por fin pudo abrir los
ojos, la sed quemaba su garganta y cada trozo de su piel se hallaba empapada de
sudor. Al intentar incorporarse, sintió una oleada de dolor y agotamiento como
nunca antes había sentido. Miró la mesa donde reposaba un gran vaso de agua y,
por un momento, estuvo convencido de que jamás sería capaz de llegar hasta él. No
se rindió. Un nuevo esfuerzo consiguió ponerle en pie y con el único objetivo
de llegar hasta el agua avanzó pesadamente hasta allí. Con temblor, acercó el
vaso hasta sus labios y no lo apartó hasta que no hubo nada en él. Lo repitió
varias veces hasta dejar vacía la jarra que reposaba a su lado.
Sintiéndose mejor, se sentó
frente a su diario de viaje y no se levantó de nuevo hasta que plasmó en
palabras todo lo que había presenciado la noche anterior. Después de lo que
había visto, dudaba en poner en práctica su plan inicial: era consciente de
estar cruzando un sendero más peligroso de lo que había imaginado. Necesitaba información,
así que se duchó, vistió, alquiló un coche en Berchtesgaden y se dirigió,
siempre acompañado de su diario, a Salzburgo situado a penas a 30km. Estaba seguro
que en la Biblioteca de su Universidad podría hallar el saber necesario que
otorgara algo de luz en donde hasta ahora solo había oscuridad.
A penas había tráfico. Si no
hubiera sido por el caos de ideas que retumbaban en su cabeza podría haber
disfrutado del magnífico paisaje que se mostraba ante él. Sin embargo, la
proximidad y majestuosidad del Untersberg no hacía más que acentuar su
nerviosismo. Se sentía vigilado y amenazado por ese misterio que albergaba en
su interior, por esas palabras que le había revelado el Sello de la Verdad…
No tuvo problemas para acceder a
los libros no catalogados para el uso público. Su nombre seguía abriéndole
muchas puertas aunque casi había olvidado aquellos tiempos académicos donde los
libros, los exámenes y las clases eran todo su mundo. Cuando entró en el
depósito casi sintió nostalgia, pero pronto lo olvidó cuando recordó lo tedioso
y monótono de aquél trabajo.
Las referencias a sectas y a grupos
seguidores del nazismo eran ingentes, podría tardar años en encontrar algo que
pudiera servirle. Tenía que limitar la lista de alguna manera con datos
concretos que no poseía puesto que los encapuchados que vio no tenían ningún
dibujo en sus ropas ni ningún símbolo identificativo que les diferenciara del
resto de fanáticos. La ceremonia con sangre tampoco, de hecho, hubiera sido
extraño que no se hubiera sucedido así que, ¿por dónde empezar?
Dejó el cursor del ordenador
sobre el campo de búsqueda por palabras e introdujo “secta, ritual, sangre,
nazi” para después tocar la lupa que había a su lado. La respuesta fue
inmediata y aterradoramente extensa. Pensándolo bien, no podía ser de otra
manera con términos tan vago, había que ser más concreto. Añadió “Berhof,
Watterbargen, Untersberg, nido de las águilas, Carlomagno, Federico II, Gran
Germania”.
Contuvo la respiración y volvió a
dar al botón de búsqueda. Seguía siendo muy amplio. Lo intentó de nuevo con “Nido
de las águilas, secta” y delimitó la información a los dos últimos años.
Parpadeó la pantalla y dos archivos surgieron. El nombre de uno de ellos
oscurecía aún más si cabía tan siniestra historia…Continuará...
Emaleth
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