lunes, 7 de febrero de 2011

Los antihéroes III

Esta vez no podía fallar. Sentía como todos le miraban con desconfianza e, incluso, sabía de ciertas apuestas que se realizaban por la noche a costa suya…La advertencia de Ceylan era clara: no habría más plantas de resurrección de seguir con esa actitud aunque no era del todo culpa suya el haber muerto ya un par de veces…o tres. Él era un excelente ladrón y guerrero (mientras se decía eso, creyó escuchar risas infantiles provenientes del pasado.

Se concentró. No había ningún error esta vez: no encontró trampa alguna. Así que para demostrar su seguridad abrió la puerta. Oscuridad. A pesar de gozar de infra visión, no conseguía ver nada dentro por lo que no podía afirmar la seguridad del lugar.

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¡Maldito elfo!¡Cuánto tiempo se necesitaba para ver si hay o no algo! Y dicen que la impetuosidad de los enanos es un defecto, pero al lado de este inútil le habrían nombrado santo por no cortarle la cabeza con el primer balbuceo de palabra que saliese de su boca.

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Con paso firme, Haijó se sitúo al lado de Ashram lanzándole una mirada profunda y cargada de oscuros deseos. Pero por una vez tenía razón. No le extrañó que dudase. El lugar parecía estar vacío, no había demasiados espacios que pudiesen servir de escondite. Por más que se esforzaba no lograba ver nada sospechoso ni sentir ese cosquilleo que anunciaba la pronta entrada en batalla. Pero tendría que jugársela, el grupo aguardaba y debía estar impacientándose…

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¿Qué estarán haciendo ese par de problemas andantes? Se preguntaba Ceylan. La impaciencia no era uno de sus defectos pero la pasividad de ambos frente a la puerta sí le preocupaba. No podía esperar más, debía comprobar personalmente qué estaba ocurriendo. Y su instinto no falló, en la proximidad de la puerta pudo comprobar como dos zombis estaban lo suficientemente cerca de sus respectivas orejas para degustarlas tranquilamente mientras éstos oteaban el infinito con cara de panolis. Mientras daba el grito de alarma solo podía escuchar en su cabeza ¡qué cruz!, ¡qué cruz!.... (Continuará...)
Emaleth

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