miércoles, 21 de enero de 2009

Teletransporte

Estás con él pero haces como que escuchas a tu madre mientras voltea la tortilla que su marido (y tu padre) desmiga desganado en la barra, allí donde das vueltas al café entre susurros de tu amiga, reescribiendo sus silencios y suprimiendo toda la hojarasca previa.

A veces te sientes cansado. Te reclinas en esa silla poco agradecida que cambias, espontánea, por ese sofá corrosivo con el que empatizas junto a tus propios friends. Pero no es cierto, porque acabas de asestar cincuenta puntos y abres la puerta de tu casa entre amagos de quién sabe qué (Dicen que a buen entendedor pocas palabras bastan)

Quieres divertirte, aunque no sabes cómo, las opciones son infinitas cuando te pasas la vida repasando líneas estadísticas o puliéndote las del destino, culpa entonces de la Comedia aristotélica. Te interrumpes cuando entra el vecino insolente en el ascensor, cambias de marcha con dificultad (maldita cuesta), interpretas erróneamente los destellos vacilantes (era Petrarca) y sueñas psicoanálisis en la noche.

Me pregunto si vale la pena abarcar tanto si tu corazón no se ralentiza y te asfixias en la divina niebla que debería escupirte.

Vicky

domingo, 18 de enero de 2009

El viaje (II)

Daniel cerró los ojos con fuerza. Una vez más, como había hecho cada noche en la última semana, pidió que se cumpliese su deseo. Desde el invierno pasado no había vuelto a verlos y no podía pensar en otra cosa que no fuera que regresasen. Sus padres les habían asegurado que sucedería pero la estación invernal empezaba a agonizar y ellos no habían regresado. La llama de su esperanza se iba apagando.

Se levantó despacio tras acabar con sus oraciones y mecánicamente se dirigió hacia la ventana de su cuarto aguardando con la respiración entrecortada a verlos entre la oscuridad de la noche. La luz tenue de unas farolas dibujaba la silueta de los edificios que les separaban de los bosques vacios y oscuros. Siempre que los veía se sentía protegido a pesar de la frialdad de sus formas.

Nada. No los veía y por vez primera sintió como una lágrima de decepción surcaba su rostro y pensó que tal vez ya le había llegado ese momento del que hablaban los adultos: cuando los sueños se convierten en decepción y dejas de tenerlos para vivir el día a día con la resignación de la costumbre. No entendía muy bien que significaba pero en ese momento creyó que lo que sentía coincidía con lo expresado en ella.

Los objetos se desdibujaban ante sus ojos intentando no cerrarlos para no derrumbarse. Era ya demasiado mayor para llorar o eso le habían dicho. En ese esfuerzo se centró en la luz de una de las farolas más altas de la calle. Algo convertía su sereno fulgor en temblorosos destellos luminosos.

Se enjuagó los ojos y centró todos sus sentidos en esa dirección. Entonces…los vio. Venían en grupos desordenados. Los primeros eran pocos, parecían temerosos de lo que les aguardaba al final de su viaje pero pronto se vieron arropados por más que les animaban a seguir su camino.

El corazón henchido de alegría y una sonrisa de absoluta felicidad es lo único que les podía ofrecer como bienvenida pero aguardaba impaciente su encuentro con ellos al día siguiente. No sabía si podría dormir, lo que sí sabía es que todavía podía seguir con sus sueños pues si se piden de corazón y con sinceridad acabarían cumpliéndose.

A la mañana siguiente Daniel se despertó radiante y aún así temeroso de que todo fuese producto de su imaginación. Corrió hacia la ventana y allí estaban, aguardando pacientemente y en silencio a que los fuera a recibir.

Bajó a toda prisa mientras se vestía desordenadamente. No podía esperar más, ya había aguantado todo un año. Y es que mientras abría la puerta no podía dejar de gritar que había nevado y que cada oración suya se había convertido en unos copos de nieve que al fin habían regresado tras un largo viaje.
Vanesa

jueves, 1 de enero de 2009

un punto tras de otro

27 líneas interrumpieron por primera vez la lectura
Ahora vienen nuevas, que construyen frente a la destrucción intrínseca al hombre
un nuevo mundo de historias que aparecen cuando menos se esperan
del silencio de un alma enamorada, o del dolor de una separación,
del dialogo aquello que nunca responde y que insistimos en llamarlo vida
recuperando el valor de una lagrima
o incluso analizando alquímicamente lo insustancial: La felicidad

Muchos han sido los esfuerzos de dar con aquella materia comparada al oricalco
buscando en la insondable soledad del infinito
nadando en la profundidad del mar y sufriendo el dolor de su lejanía

La sabiduría recae en unos pocos maestros
y en un mundo imaginario y de sueños que se confunden con la realidad
donde no sobran palabras pues todas fueron escupidas
en una estación, en una vida
donde la muerte no puede continuar
pero sí “la otra muerte” llamada rutina

Dejando atado cada momento y cada recuerdo
que pugnan por salir de nuestra boca, adornados y bien vestiditos
pero algunos quedan en el centro de nuestra propio inexpugnable espíritu
y otros se muestran al mundo en constante cambio (sin saber hacia cuando)

Las vidas se entrelazan, tarde o temprano
y tratan de construir una frase que las resuma
sin darse cuenta que a veces uno mismo debe tomar las riendas
dando lugar a esos primeros borradores
que viajaran buscando sonrisas de niños
y un poema con el que enaltecer brindis y fiestas.

Y con este ya son 54 puntos que muestran de todo pero nunca llegan a nada
Salvo a ti, querido lector, amigo de párrafos suspensivos.
Emilio