martes, 29 de marzo de 2011

La Política ha muerto

Hace tiempo me prohibí hablar de política, incluso, controlé los impulsos de indignación que me impulsaban a contestar a esas personas que creen saber de todo y que malgastan su increíble ingenio en discusiones afincadas en los bares de barrio y en falsos debates televisivos donde muchos periodistas junto con otros que dicen serlo, compaginan su profesión con la de jueces, abogados, científicos, médicos…saltándose los años de carrera necesarios para tal fin.

¡Cómo es posible que España siga en crisis con tanto talento suelto desperdiciado! ¡Por qué no solucionar el mundo entero cuando todos los problemas de España estarían zanjados con un cambio de gobierno!

La indignación que siento hace que quiebre ese voto de silencio. A mi pesar, desconozco la respuesta a muchos de los interrogantes que colman la sociedad actual. Para poder hablar con certeza de alguno de ellos debería iniciar un estudio profundo sobre él que necesita obligatoriamente de un conocimiento y dominio preciso de la materia a tratar. Señores, entérense de una vez que la libre expresión es un derecho reconocido en la Constitución Española, pero no pasa de ser mera opinión así que dejen de intentar convencer a los demás de ella, dejen de creerse toda la basura que sale por la televisión e internet y, sobre todo, dejen de ir de listos porque el que habla sin saber solo manifiesta su ignorancia y queda como tal. Hay que hablar menos y practicar un poco más la máxima socrática de “Solo sé que no sé nada”.

Una vez dicho esto, expresaré desde mi punto de vista y con conocimiento de teoría política que sí poseo que la Política ha muerto y lo que vemos es un fantasma de ella contaminada por la corrupción, mal hacer y uso interesado de todos los incompetentes que creen practicarla.

La Política necesita deshacerse de muchos lastres para volver a su sentido originario, un sentido que parece igual de muerto que su gran teórico: Aristóteles. Debe iniciarse pues, un proceso catárquico desde su raíz que comprende principalmente a lo que entendemos por político, al sentido y dirección de los propios partidos políticos y a los votantes de un sistema democrático que es el que nos atañe en nuestra sociedad.


La catarsis para los griegos es el proceso de limpieza, de purificación y, en este caso, ha de venir posibilitado mediante la crítica y la visión de la política como lo que realmente es: una profesión y no una oportunidad de vivir bien a costa de los demás cuyo único requisito solicitado es tener derechos políticos. Sin embargo, en este pequeño paso ya nos damos de frente con el primer obstáculo: qué es crítica. Por desgracia, es un término que solo se asocia a los chismosos, a las vecinas…, a un sentido despectivo. Criticar no es insultar ni desprestigiar sino que es un proceso que consta de dos partes. La primera la aplicamos mal y la segunda nos es inexistente.

Una crítica consiste en estudiar una posición, una teoría, una situación…para vislumbrar que tiene de cierto, de válido, de útil…dentro del contexto al que pertenece y desechar lo erróneo, lo infructuoso, lo arcaico…Es entonces, tras quitar del todo la parte de maleza, cuando iniciamos la segunda parte sobre la base rescatada en el proceso anterior. En otras palabras, abandonamos la parte destructiva para iniciar la constructiva, la forma positiva de la crítica. España y los españoles adolecen de esta necesidad porque siempre es más fácil optar por la vía rápida: culpar a los demás de una situación que, en el fondo, nos atañe, directamente puesto que la permitimos todos.

No voy ni debo extenderme mucho más porque innumerables son las carencias del sistema político español y esta denuncia no pretende desarrollar ningún tratado político, pero sí enumerar de forma vaga ciertos aspectos que, abogan una vez más, por el sentido común y la crítica:

1.- Un partido político no es un equipo de fútbol. Una sociedad plural no puede permitirse ser representada únicamente por dos partidos y, aún menos, ser defendidos con la frivolidad radical con la que se hace, sin razonar, hablando de Zapatero o Rajoy como si de Belén Esteban o Campanario se tratase. Ambos no son más que los representantes de sus partidos, no nos olvidemos del resto de componentes que también participan en la dirección política. Unos partidos políticos que no se han cuestionado desde sus comienzos, no han evolucionado ni se han transformado. La sociedad española ha cambiado mientras que ellos se han quedados estancados en principios obsoletos, creados para un momento concreto y determinado. La sociedad y los partidos marchan por vías distintas, no hay conexión sino realidades distintas.

2.- Un debate político no es intentar desprestigiar a un oponente, ni enseñar bonitas gráficas a todo color, ni ofrecer sobornos a cambio de votos, ni representar un papel. Un debate político es ofrecer soluciones a los problemas del presente que garanticen la posibilidad de un futuro. Recordémosles que su compromiso es el mismo: trabajar y gobernar por y a favor de todos los ciudadanos.

3.- Los derechos políticos no bastan. Un político debe formarse como tal o ¿acaso creemos que la carrera de Ciencias Políticas o la asignatura de Filosofía Política se crearon para rellenar créditos? No solo eso, deben añadir y acreditar, igual que todo hijo de vecino, que se tiene la titulación necesaria para ocupar una determinada cartera de ministros. Es intolerable que un ministro pueda pasearse por cada uno de los ministerios con la única cualificación de ser político.

4.- Ningún partido político debe atender a sentimientos de amistad y fraternidad interna para justificar y permitir la presentación de una persona con conflictos judiciales a un cargo público. La presunción de inocencia prevalece en España pero no consigue ocultar la poca vergüenza de mucho oportunista. Hablar de valores y exigirlo son temas muy loables si la hipocresía se aparca a un lado y se empieza a predicar con el ejemplo.

5.- La política exige tomar medidas que nunca agradarán a todos. Una sociedad plural ya enuncia la diversidad en su interior y, aunque si bien es cierto que el diálogo es necesario para entablar un entendimiento, no es menos cierta la necesidad de decir No. Gobernar no es intentar agradar ni complacer a un mundo globalizado, sino salvaguardar los intereses patrios mediante relaciones diplomáticas de igual a igual y no de servidumbre.

6.- Dejemos a Franco, a la dictadura, a González, a Aznar y compañía para los libros de historia. ¿Hasta cuándo deberemos seguir escuchando sus nombres en una actualidad que ya no les corresponde? ¿Desde cuándo la política se reduce a un nombre, a un hombre, a una fecha, a un hecho en concreto? ¿Por qué retrotraer la mirada al ayer en búsqueda de un pasado distorsionado por el tiempo, los recuerdos, las experiencias, incluso, idealizado por la situación del presente cuando lo que se necesita es combatir el ahora con las posibilidades del hoy en pro del mañana?

En definitiva, muchas preguntas se me plantean, muchas respuestas se escapan a mi saber pero la evidencia de la muerte de la política campa por doquier a donde quiera que mis ojos se posen y un réquiem en su memoria por cada conversación que mis oídos escuchan.

Emaleth

1 comentario:

Emilio dijo...

Totalmente de acuerdo contigo. Mi esperanza está en que aparezcan partidos minoritarios que ganen fuerza, con gente con vocación política real y no de ganar dinero fácil y con seguidores capaces de cambiar su voto cuando ven que no se está dando respuesta a la realidad.

Esa es mi esperanza... mi temor es que surjan partidos políticos con Belén Esteban a la cabeza que consigan mayoría absoluta cual chikilicuatre a eurovision... es mi temor pero he de reconocer que sería divertido.