miércoles, 13 de agosto de 2008

El fuego y la vida

El fuego y la vida.
Aquel que busque felicidad en la vida la encontrara
Aquel que busque alegría en el fuego la hallara.
Para aquellos que no utilizan el fuego como luz, pues sus ojos se adaptan a la oscuridad
para aquellos que no utilizan el fuego como calor, pues su piel resiste el mas helado de los fríos
el fuego es mas que todo esto, pues conocen el verdadero poder del fuego.
Para ellos, el fuego es alegría, es amor, es un símbolo
Para ellos, el fuego es vida
Para ellos, fuego significa alma

Las llamas brillaban en la oscuridad, multitud de pequeñas hogueras invadían la pequeña aldea y decenas de hombres y mujeres bailaban a su alrededor. Sus cuerpos, esbeltos y de corta estatura, sus rasgos, delicados y vivos, sus movimientos, ágiles y hermosos, los daban a conocer como una de las razas mas bellas de todos los reinos. Pero aquellos elfos, que es así como les nombran las razas exteriores, no vivían cerca de ninguna sociedad, parecía como si hubieran nacido en el bosque junto con el resto de plantas y árboles, junto al resto de los animales y sus únicas leyes eran sus tradiciones, y su mas importante tradición era ser felices, no tenían complicados juicios ni estructurados sistemas de jerarquía, probablemente porque no la necesitaban. Cada uno era feliz realizando su trabajo y viviendo cada día. Los guerreros disfrutaban mas entrenando a sus compañeros que luchando en batallas, y el líder disfrutaba cada momento de paz en el que vivía su pueblo llenándolo de fiestas y bellezas, habían aprendido algo que aparentemente a los pueblos exteriores les costaba comprender, las épocas de guerra son sinónimo de tristeza. Incluso para aquel pueblo que celebraba alegremente los funerales, la guerra, la lucha, era el único símbolo de amargura y siempre venia traído por seres del exterior.
Por lo tanto el único rito que venia acompañado por lagrimas de tristeza era el de inicio y termino de una guerra, incluso a pesar de haber vencido sin recibir bajas.
Sin embargo en aquel momento no había ninguna batalla al acecho y en ese día la felicidad era grande, aun mas grande de lo que seria normal, pues venia acompañada por la celebración de un nacimiento, la venida de una nueva vida había sido anunciada por las estrellas y el shaman la había anunciado al pueblo. Esa noche se produciría el alumbramiento del hijo de Caliria y Danael. La celebración se había unido a la fiesta de la primera lluvia del año, que aun estaba por llegar, pero que muchos habían predicho para hoy.
En la oscuridad la música volaba y el fuego bailaba con los cuerpos de jóvenes, niños y adultos, que reían con entusiasmo, llevaban toda la noche bailando, pero parecía como que sus risas y cánticos ahuyentaran al cansancio. Pronto amanecería.
La mujer envuelta en sudor era ayudada por su esposo, ambos guiados por el shaman el cual les cedía su sabiduría. Poco a poco una tenue luz fue invadiendo la cabaña construida con maderas y cuerdas, sin embargo ninguno de los tres elfos pareció darse cuenta. El momento final del parto estaba cerca, el shaman daba ordenes directas a Danael mientras hablaba con una voz enormemente tranquilizadora a Caliria, la cual había comenzado a llorar por el dolor, por el intenso dolor. Danael trataba por todos los medios de permanecer sereno pero sentía como poco a poco sus nervios le iban debilitando y llego a pensar que iba a perder el sentido. Sin embargo cuando vio que la pequeña cabeza de su hijo comenzaba a aparecer entre las piernas de su mujer olvidó instantáneamente todo el cansancio, todos los nervios, toda su preocupación y le ayudo a salir tal y como le habían enseñado en los preparativos del parto, sin embargo nadie le podría haber explicado lo que sintió cuando sus delicadas manos ayudaron a su hijo a nacer. Ninguna canción ni poesía podría haber expresado aquello. Danael comenzó a llorar de alegría mientras hacia que su hijo aun cubierto por una fina tela de sangre, llorara con un pequeño azote. El lloro del niño hizo que la música y los cánticos cesaran. Todo quedo en silencio, únicamente el crepitar de las llamas acompañaron a los primeros lloros de aquel bebe. El padre lavo al niño en una palangana de agua y después lo cedió al shaman para que lo presentara al resto de su pueblo.
El shaman salió de la pequeña cabaña con el niño entre sus brazos. Rostros sonrientes permanecían atentos al culmino del ritual. El shaman se acerco al gran árbol y cogió la semilla, después fue al lugar que habían elegido para aquel nuevo elfo y con el bebe en uno de sus brazos, sembró aquella semilla en la sagrada tierra. después se giro hacia el pueblo, todos esperaban a que le alzara por encima de todas sus cabezas para que el cielo pudiera observar mejor al recién nacido, y miro al niño. Su cuerpo era grande y pesaba mas que un bebe normal elfo, el pequeño entorno sus ojos y mostró una ligera sonrisa mientras una gota de lluvia caía desde el cielo en su frente.
El shaman levanto la vista al cielo. Cayeron una gota, dos, cien, mil. La lluvia era fuerte.
Observó a su pueblo, era la primera vez que recibían la primera lluvia sin cánticos ni bailes, y sonrió.
Y tras todo ello levanto con sus dos manos al niño por encima de su cabeza, por encima de todas las cabezas, entre gotas de lluvia. La aldea estallo en gritos de jubilo, la música volvió, los cánticos resonaron y los bailes regresaron. Las gotas de lluvia apagaron los fuegos y el sol poco a poco fue haciéndose sitio en su cielo. Entre árboles y troncos se formaron preciosos arco iris y el humo del fuego apagado formó imágenes mientras ascendía hacia el cielo que derramaba agua.
El shaman devolvió el niño a su madre diciéndola:
“ Aquí esta tu hijo, al cual llamaras ArcoIris, futuro arquero de nuestra aldea, futuro gran arquero”

Y todos continuaron bailando y riendo, pues para este pueblo, el agua también era símbolo de alegría.
Emilio

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