miércoles, 17 de junio de 2009

Los silencios

La sombra de tristeza que recorría tu cabeza no paraba de marearte. Tus ojos, humeantes de dolor, no paraban de llorar el rechazo. ¡Ay, qué dolor tan grande! Oculta, como los secretos de la vida, como la verdad, lloraba escondida, a la sombra de un árbol bajo el resguardo del sol. La lluvia melancólica le traía la nostalgia de su niñez, donde todo eran risas y juegos, donde no sabía lo que era la verdad, donde inocentemente creía en cuentos de sapos, princesas y amigas hasta la muerte. Pero los cuentos nunca tienen un final feliz para nadie y, casi siempre, eras tú la que terminaba rendida, tumbada en la cama, mirando tus cartas, donde falsamente te había prometido mil reinos y que pasaría las mil y una noches junto a ti, que eras única e irrepetible. Tarde te diste cuenta que sólo a ti te importabas, que no tenías a nadie más, que estabas sola.

Las paredes se desplomaron a tu alrededor y, por fin, fuiste libre, por fin pudiste pensar lo que querías y sin temor a mostrarlo. La tiranía había sido derrocada y volabas grácilmente y sin temor a mostrarlo. La tiranía había sido derrocada y volabas grácilmente hacia el cielo, al amparo de los ángeles, donde tú los dominabas a todos, donde tú, con tu serena mirada, contemplabas a todos, los que como tú, pecaron de confianza en creer que, el ser imperfecto, el ser humano, podía amar a alguien que no fuera él mismo.

Descubriste esa terrible verdad y tristemente no pudiste soportarla. Caíste, sin que nadie sintiera el escalofrío que tú sentías al ver llorar a alguien. Caíste, con un golpe seco. Sabías que tardarían en encontrarte, sabías que pasabas desapercibida. Muchas veces lo buscabas, otras veces, no, y eso te rompía el alma. Cuando eras invisible, cuando no querías serlo, …era lo peor.

El polvo cubrió tu cuerpo, el polvo de los años, del tiempo perdido creando falsas esperanzas. Cayendo, cayendo, rondando el mundo, errante, vagabunda, abandonada, solitaria, triste, encerrada en silencios abrumadores llenos de sabiduría. Pero tú, la que lo sabía todo, y nadie supo escucharte. Espero que donde estés ahora, por lo menos el eco devuelva tus palabras. A mí no me defraudaste pero te tuve que esconder. Si no, sabía que nunca sería feliz.
Alicia

1 comentario:

ENDER dijo...

Te paso mi opinión del relato desde dos puntos de vista:

1.- Me encanta como manejas la segunda persona. Siempre me ha gustado ese estilo, tiene una fuerza peculiar, alcanza al interior de la persona. Además el relato va creciendo en intensidad. La acción física llena de metáforas y sentidos. Me gustaría leer más relatos tuyos.

2.- Cuando escribes: "el ser imperfecto, el ser humano, podía amar a alguien que no fuera él mismo" me hace pensar que, en nuestras calles, hay mucha gente que ni si quiera son capaces de amarse a ellos mismos, de quererse un poco tal como son.
Soy especialmente sensible al tema central del relato. ¿Cuanta gente busca la liberación en la muerte porque no encuentra a nadie (o nadie los encuentra a ellos)?, ¿cuanta gente necesita ser escuchada? y ¿cuantos necesitan que nos fijemos por un momento en ellos?.
Ojalá despertemos, nos quitemos el velo y consigamos hacer visibles a todas esas personas invisibles que pasan cada día a nuestro lado.
Todos podemos salvar vidas. ¿Hay algo más importante que tengas que hacer hoy?

Bienvenida a puntos suspensivos, Alicia.