domingo, 5 de junio de 2011

Y tras la primavera, llega el verano

Mientras las lágrimas nublaban sus ojos, una mano temblorosa descendió hacia su bolso, buscando a su pequeña amiga. Nunca deseó tanto su ayuda como en ese instante. Dejó que hablara mientras el pensamiento de venganza iba emergiendo en la realidad. Pronto ya no escucharía sus mentiras piadosas, sus eres una chica muy especial pero… sus es por mí y no por ti… No parecía ser consciente dentro de su estupidez en que los quince y veinte años ya quedaban muy lejos, sepultados en alguna esquina de la memoria.
Podía leer en su expresión lo listo que se creía, la leve sonrisa de alivio que se cruzaba en su rostro cada vez que asentía a sus palabras, la falsedad de unas promesas garantes de amistad eterna y el siempre tópico de me tendrás para lo que quieras… todo ello desmentido por el nerviosismo de una mirada que trata de evitar un enfrentamiento directo con la verdad.

De repente su boca enmudeció rompiendo la cadena de mis pensamientos. Su cara reflejó el puro miedo que le inspiraba mi amiga tras el abandono de su escondite. Una sonrisa cruel, un pulso firme y los segundos precisos para que hasta él pudiese comprender lo que estaba a punto de suceder: su muerte.

El silencio la hizo despertar. Él seguía ahí, mirándola con compasión e intranquilo por su falta de reacción. Sacó la mano de su bolsillo en la que estrechaba con fuerza un paquete de pañuelos. Lo miró y se lo tendió. Él lo cogió sin entender pues no sabía que ya no los necesitaría más, ya no lloraría más pues, al igual que las alergias, tras la primavera llega el verano y ya solo podía esperar algo mejor que aquello que la había abandonado...
Emaleth